40 millones de dólares por una casa ‘antihollywood’: la última locura de Brad Pitt por amor (a la arquitectura) | ICON Design
Los desenfadados trajes de lino –falda incluida– que le ha diseñado Haans Nicholas Mott para la gira de promoción de Bullet Train han sido una de las sensaciones indumentarias del verano. Representan la nueva piel de un nuevo Brad Pitt que afronta relajado, muy rubio y muy en forma los 60 años que cumplirá en 2023. “Creo que estoy en mi última etapa”, declaraba en junio al GQ británico, y parece que el actor se está diseñando un crepúsculo pleno, prolongado y lleno de satisfacciones. Cultivando su condición de gran estrella del cine con escogidos y lucrativos proyectos mientras persevera en su faceta de productor –su compañía, Plan B Entertainment, participa en la esperada Blonde, que se estrena en Netflix el 23 de septiembre, y en la que promete ser otra de las películas de la temporada, Women Talking, de Sarah Polley–. También invirtiendo el tiempo que le queda y el mucho dinero que gana en las cosas que le gustan. En las cosas y en las casas. El negocio inmobiliario, una importante industria auxiliar de Hollywood, se cruza en el caso de Pitt con su pasión personal por la arquitectura. Su última adquisición es el resultado de ambos intereses.
Lo publicaba en primicia The Wall Street Journal hace unas semanas: Brad Pitt ha comprado una propiedad sobre un agreste acantilado en Carmel Highlands por 40 millones de dólares (unos 39 millones de euros). Según los expertos consultados por el diario económico se trata de la operación más cara de la que se tiene noticia en la zona; mucho dinero incluso para este exclusivo enclave en el límite septentrional de la pintoresca costa de Big Sur donde el mercado está al alza. En la menos accidentada playa de Carmel-by-the-Sea, la localidad de la que Clint Eastwood fue alcalde entre 1986 y 1988, se vendió el pasado mes de abril la casa de Betty White, la última de Las chicas de oro fallecida a comienzos de 2022, por 10,77 millones de dólares (10,5 millones de euros), muy por encima del precio de salida fijado solo un mes antes en 7,95 millones. Nueve kilómetros más al sur, en el número 157 de Spindrift Road, espera comprador otra icónica propiedad, una mansión de acero, madera y cristal de 1.100 metros cuadrados. Protegida por el acantilado y una espesura de cedros de Monterrey, es una combinación de apabullante high tech de los ochenta y de un pulido estilo californiano. Hasta allí conducía temerariamente su Lotus Sprit desde San Francisco Catherine Tramell, la magnética, megalómana y presumible asesina en serie interpretada por Sharon Stone en Instinto Básico. Últimamente se ofrece con un precio de salida de algo más de 32 millones de dólares (algo más de 31 millones de euros).
El nido de la Tramell –también del personaje de Nicole Kidman en la serie Big Little Lies– encaja hasta la caricatura en el tipo de propiedad que podría desear un actor multimillonario: vistas impagables, excéntricas comodidades, privacidad y dimensiones más que generosas. Pero la nueva casa de Pitt, apenas a un cuarto de hora a pie, es bien distinta. Se trata de una vieja edificación en piedra de algo menos de 300 metros cuadrados y una sola planta, que queda a la vista de cualquiera que se asome al mirador contiguo a la finca, uno de los muchos que jalonan la Ruta 1, la carretera que recorre de norte a sur la costa californiana. La adquisición de la Casa D. L. James, también conocida como Seaward –hacia el mar–, no responde a un ánimo suntuario o meramente especulativo. Las estrellas que más brillan suelen tener una inquietud que trasciende el oropel. La de Brad Pitt es la arquitectura, y la de Carmel es una operación de coleccionista que encaja con la idea de obra de arte habitable que expresó durante una entrevista con Oprah Winfrey en 2004, charlando a propósito de la mansión en Beverly Hills que acababa de reformar con su entonces pareja, Jennifer Aniston.
Brad Pitt es amigo de Frank Gehry, admirador de maestros contemporáneos como Tadao Ando o Koolhaas y de clásicos como Frank Lloyd Wright y Gaudí. En 2009 visitó las obras del Centro Niemeyer de Avilés y contempló la posibilidad de formar parte de los ambiciosos y finalmente frustrados planes del ayuntamiento de la ciudad y del Principado para reeditar allí el milagro operado por el Guggenheim en la ría de Bilbao. En 2019 defendió ante la junta de gobierno del Condado de Los Ángeles la multimillonaria nueva sede del museo de arte de la ciudad proyectada por el suizo Peter Zumthor. También ha trabajado con GRAFT, el despacho con sede en Los Ángeles, Berlín y Pekín responsable de la reforma del estudio del actor en su mansión de Los Feliz. Colecciona muebles de Mies o de Mackintosh, y diseña los suyos propios en colaboración con el artesano Frank Pollaro. Está ultimando personalmente la restauración del estudio de grabación del Château Miraval, la bodega que adquirió hace ahora diez años con Angelina Jolie –después del divorcio, la actriz vendió el año pasado su parte de la propiedad al grupo Stoli–. Incluso ha participado en la versión vip del popular programa de reformas de los hermanos Scott para sorprender a su amiga y maquilladora Jean Black con la transformación de su garaje en una casa de invitados.
La compra de la Casa James, que se produjo antes de que la propiedad saliera siquiera al mercado, es resultado de esta pasión de arquitecto aficionado de Pitt. Su autor, Charles Sumner Greene (1868-1957), ejerció en Pasadena junto a su hermano Henry entre 1894 y 1915. El estudio Greene & Greene acuñó con sus mansiones para la acaudalada sociedad del lugar el que se ha considerado primer estilo arquitectónico genuinamente californiano. El conocido como bungalow definitivo –ultimate bungalow–, cuya quintaesencia se encuentra en obras como la Casa Gamble, incorporó el movimiento Arts & Crafts y la influencia japonesa y supuso, junto a la poderosa figura de Frank Lloyd Wright, una de las aportaciones más originales al arquetipo de vivienda unifamiliar norteamericana.
En 2000, el gran especialista en los Greene, Randell Makinson, publicó una monografía sobre la Casa Blacker, otra de las construcciones representativas del dúo de arquitectos, que acababa de ser restaurada. Aquel libro en formato coffee table contaba con una veintena de imágenes en blanco y negro realizadas por un fotógrafo llamado Brad Pitt. El actor participó activamente en la recaudación de fondos para contribuir a sufragar las obras que devolvieron al edificio el esplendor perdido y los elementos característicos expoliados tras una agresiva reforma realizada en los años ochenta.
La relación de Pitt con los Greene viene de lejos, pero la Casa James, firmada en solitario por Charles, representa una excentricidad respecto al legado de los hermanos, y ahí es donde reside su condición de pieza única. En 1916, Charles Greene abandonó Pasadena y se instaló en Carmel atraído por el entorno y el ambiente artístico de la localidad. Allí conoció a un industrial y también escritor procedente de Kansas City, David Lewis James, que acababa de comprar un escarpado lote de tierra sobre el mar y le encargó la construcción de su casa. El resultado, “un monumento único” en Estados Unidos, en palabras de Randell Makinson, es bien distinto a los sofisticados bungalows de madera realizados con su hermano Henry. Se trata de un romántico prodigio de cantería a base de piedra arenisca procedente del entorno, inspirado por el paisaje, la arquitectura misional y cierto influjo mediterráneo. Cabe incluso reconocer en los arcos que se abren al mar el recuerdo de la visita a Tintagel, el castillo artúrico en Cornualles, que Charles Greene realizó en 1909 y del que volvió con algunos apuntes y acuarelas hoy depositados en la biblioteca de la Universidad del Sur de California.
La casa fue heredada por Daniel Lewis James hijo, escritor conocido por Famous All Over Town, una controvertida novela sobre la comunidad chicana de Los Ángeles que publicó con el seudónimo de Danny Santiago. Tras la muerte de James en 1988, su viuda, Lilith, siguió viviendo en Seaward hasta 1999, cuando vendió la propiedad al financiero de Chicago Joe Ritchie por 4,5 millones de dólares.
Ritchie falleció el pasado mes de febrero, y Pitt ha tenido la oportunidad de sumar esta insólita atalaya con vistas a la reserva marina de Point Lobos a un parque inmobiliario que inauguró en 1994 con su casa de Los Feliz, adquirida a Cassandra Peterson, la actriz conocida por su personaje de Elvira. Un nuevo refugio en el que recuperarse del fiasco de la Fundación Make It Right, el ambicioso proyecto que puso en marcha en 2006 para construir, en el Lower Ninth Ward de Nueva Orleans, viviendas destinadas a los damnificados del huracán Katrina. Ciento cincuenta casas asequibles y sostenibles firmadas por arquitectos de campanillas que finalmente se quedaron en 109, muchas de las cuales han presentado problemas estructurales y de aislamiento y que han motivado un cruce de demandas entre los afectados, la hoy extinta Fundación y los abogados del actor.