¿Qué pasó con los edificios majestuosos de antes?

¿Qué pasó con los edificios majestuosos de antes?


La librería más bella del mundo es la Elexyz Dominicanen, en el pueblo de Maastricht, en los Países Bajos, según el diario The Guardian, que cada año hace una lista que ya es tradicional. Antes de ser librería fue una iglesia de estilo gótico de la Orden Dominical, construida en 1294, en el siglo XIII.

La estructura inicialmente tenía 750 m2 y estuvo más de 800 años en el olvido. Se llegó a usar como depósito de bicicletas hasta que en 2005 los diseñadores Merkx+Girod la reconstruyeron como librería. Ampliaron el espacio a 1.200 m2 con un multinivel compuesto por una plataforma de acero negra en varios pisos con estanterías y libros.

Como esta estructura majestuosa, hay otras que están en la lista de las más bellas (ver imágenes). Sin embargo, en la actualidad hay preguntas que van y vienen, sobre todo en redes. ¿Por qué en la modernidad no se diseñan templos o bibliotecas con tanta majestuosidad? Lo que se hace hoy en día no se asemeja a la Basílica de la Sagrada Familia y algunas personas pueden catalogar las estructuras contemporáneas como “feas”, muy simples o nada comparables con lo anterior.

La arquitectura es moda

Este oficio es la voluntad de la época traducida a espacio, decía el arquitecto alemán Mies van der Rohe, considerado uno de los pioneros de la arquitectura moderna. Cada tiempo tiene sus preocupaciones.

Para la arquitecta Diana Bustamante, los edificios de distintas épocas no pueden compararse porque la intención de la construcción es distinta.

“Representan sociedades diferentes. Es como si en la calle viéramos a las personas usar vestidos del siglo XVII con pelucas y adornos obsoletos. No cuadra. La arquitectura es eso, es como la moda”.

Juan Manuel Orozco, arquitecto de la UPB, explica que los edificios entre los siglos XII hasta el XV los construían como tributo a Dios o a las monarquías, representados con la Arquitectura Gótica. Eran construcciones altas, imponentes. Con la inmensidad del espacio se quería hacer sentir el poder de Dios y lo insignificante de los seres humanos.

Los tiempos de construcción de estas estructuras eran largos. Podían demorarse entre 40 y 500 años. La Abadía de Westminster de Inglaterra inició su construcción en 1245 y finalizó en 1745.

Ahora, lo que se busca es que los edificios se construyan en el menor tiempo posible y con la menor mano de obra para reducir los costos, ya que lo económico es una base de la arquitectura contemporánea. Además, antes las construcciones las hacían esclavos. “Antiguamente eran proyectos de largo aliento. Ahora un edificio público de gran tamaño se podría demorar dos años”, explica Diana.

De majestuoso a práctico

David Vélez, profesor de la UPB, señala que con el paradigma de la modernidad en el siglo XIX, los arquitectos pensaron espacios más pequeños porque había migraciones y las personas no cabían. Lo sencillo se puso de moda por la facilidad de reproducirlas y se volvieron edificaciones estándar. “En esta época la arquitectura sí puede llegar a ser un poco mediocre, pero es por la facilidad de la estandarización y la reproducción, pero también hay edificios modernos bien logrados”, precisa Vélez.

Para Bustamante, no es que los edificios contemporáneos actuales sean “feos”. Lo plástico y lo estético hacen parte de la arquitectura. “El día que dejemos de preocuparnos por lo artístico, serán construcciones sin sentido”. En la actualidad los dilemas arquitectónicos responden a cómo hacer espacios más eficientes. En el mundo, según los especialistas consultados, la arquitectura se preocupa por el cambio climático y por mejores condiciones al interior.

“Por ejemplo en Medellín, los muros de la Catedral Metropolitana son muy gruesos. Luego uno ve que esos muros adelgazan en otros edificios como los de la Capilla de Campos de Paz. La sostenibilidad y lo económico son esenciales”, dice Diana Bustamante.

Mientras que en la antigüedad las edificaciones eran encomendadas por la monarquía o la Iglesia Católica y no importaba lo que se gastara en dinero ni en recursos, en esta época sí hay que tenerlo en cuenta.

Ahora bien, la belleza es subjetiva y la simpleza puede sorprenderlo. Este año el premio Pritzker fue para Francis Keré, un arquitecto que crea con los recursos del lugar. La biblioteca que creó para la escuela primaria Gando, en Burkina Faso, tiene sombras y buena ventilación, que explicó la arquitecta Carmen Piedrahita Vélez en un texto en este periódico, podría deberse a sus recuerdos del calor sofocante que sentía en el aula de clase. La estructura, además, sorprende. Aquí importa no solo lo que se ve, sino también lo social y la sostenibilidad.

Los arquitectos dejan una reflexión: ¿cómo hacemos bibliotecas hermosas, con costos tan elevados, en un país en el que hay déficit de vivienda? En 2021, según el Dane, tan solo en Antioquia se presentó un déficit habitacional del 20 %.

Ya no se vive bajo el mando de un emperador ni los templos significan cuánto amor se le tiene a Dios. Ahora se responde a otras precupaciones más allá de lo majestuoso. Construcciones como esas son inviables en estos momentos. La Sagrada Familia, obra de Antoni Gaudi, en Barcelona, sigue en construcción: ya son 140 años y cinco generaciones las que la han visto crecer. Se hace con donaciones de muchas personas





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