Una portada románica de Uncastillo en el Museo de Bellas Artes de Boston

Una portada románica de Uncastillo en el Museo de Bellas Artes de Boston


Uno de los casos más sangrantes de patrimonio aragonés emigrado lo constituye la portada de la iglesia románica de San Miguel de Uncastillo. El caso, apenas conocido hasta hace unas décadas, se ha divulgado (e investigado) sobre todo a consecuencia de la labor de revitalización del patrimonio emprendida en la localidad por la Fundación Uncastillo.

El caso es que en 1915 Manuel Castro y Alonso, obispo de Jaca, de quien dependían las iglesias de la localidad; y Carlos Quintanilla, cura regente de Uncastillo, vendieron la portada sur de la antigua iglesia románica de San Miguel, del siglo XII. Un año más tarde venderían el resto del edificio, que estaba desacralizado y que el Ayuntamiento de la villa usaba como mero almacén. El precio:800 pesetas de la época. El Ayuntamiento de Uncastillo no vio bien la operación e incluso rechazó las 400 pesetas que el obispado le quiso dar como compensación por la pérdida de su ‘almacén’.

El origen de esta historia tampoco está claro, porque hay quien piensa que primero se vendió el edificio entero, y que fueron los nuevos propietarios los que se desprendieron luego de la portada. En cualquier caso, el antiguo templo quedó dividido en dos,una herrería y una vivienda, y la magnífica portada románica, junto a otros elementos artísticos de interés, pasó a manos de un anticuario barcelonés, Salvador Babra. Se ignora el precio que pagó por el lote.

La portada medía, mide aún, cinco metros de altura por cuatro de anchura. Representa en su tímpano a San Miguel disputándose un alma con un demonio, y en las tres arquivoltas hay más de sesenta figuras de guerreros, saltimbanquis, músicos y animales, que reflejan en toda su riqueza la sociedad medieval de la época en la que fue esculpida. Al arrancar la portada quedó un hueco en el edificio, que fue tapado con piedra. Junto a ella viajaron también una ventana de medio punto, doce capiteles con sus respectivas columnas, dos basas que probablemente procedían del ábside y 38 canetes.

En aquella época empezaron a surcar España, de punta a punta, varios historiadores del arte y anticuarios que ‘ojeaban’ patrimonio histórico para las grandes fortunas norteamericanas. El arte antiguo español estaba de moda en Estados Unidos, y muchos magnates, con el famoso William Randolph Hearst a la cabeza, buscaban piezas excepcionales para decorar sus mansiones y asombrar a sus invitados.

Codiciada por Hearst

La riqueza escultórica de la portada de San Miguel de Uncastillo no pasó inadvertida y muchos tratantes pusieron los ojos en ella.

Al parecer, Hearst, el magnate de la prensa estadounidense, también la codició, pero al final fue el Museum of Fine Arts de Boston, el Museo de Bellas Artes de aquella ciudad, el que se hizo con la pieza. El anticuario barcelonés vendió el lote en 1928 por 42.782 dólares.

Cuando se cerró la compra ya habían cambiado algunas cosas en España y en su legislación, y tímidamente se intentaba poner freno a la emigración de patrimonio. Por eso, como estaba vedado que un museo extranjero comprara obras de arte españolas, la venta se debió cerrar en Marsella y entre dos particulares, Salvador Babra y el ‘coleccionista’ Francis Bartlett, que de inmediato la donó al museo.

El caso es que la portada, junto al resto de los elementos, se embarcó en el puerto de Tarragona en 148 cajas de madera que pesaban un total de 28 toneladas. Cuentan que la reconstrucción en Boston fue todo un rompecabezas, ya que la portada se desmontó sin numerar las piezas y sin hacer ningún tipo de croquis o guía para volverlas a montar. A través de una simple fotografía se tuvo que recomponer el conjunto.

¿Y la portada de El Tormillo?

Desde el primer momento, la portada se convirtió en pieza clave en el recorrido del museo (lo es aún hoy). Se instaló en la parte central de la galería que dedica al arte medieval. En 1991 los conservadores del centro, que habían descubierto tiempo atrás que la portada sufría el llamado ‘mal de la piedra’, decidieron que no se podía esperar más para intervenir y desmontaron la portada para restaurarla pieza a pieza. No fue hasta cuatro años más tarde, en 1995, cuando se reinstaló.

El caso de la iglesia de San Miguel de Uncastillo no es único. Poco se recuerda que en 1893 el obispo de Lérida, Josep Meseguer, ordenó restaurar la iglesia de San Martín, incorporando a ella la portada de la iglesia de El Tormillo (Peralta de Alfocea, Huesca), que había comprado por 375 pesetas. Aragón la reclama desde hace tiempo, pero hasta ahora sin éxito.



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