El garaje Alonso de A Coruña: la casa del automóvil
Aunque exista un empeño por ordenar el mundo, por establecer límites necesarios para la convivencia, siempre hay pequeñas disidencias. Imprecisiones deliberadas que permiten enriquecer las estructuras organizativas denostadas o quizás, sólo aburridas. Con el tiempo, profesionales consolidados en un campo, se descubren como figuras relevantes en otras disciplinas alejadas o no de la suya. Quizás esa relación simbiótica dentro de sus intereses haya beneficiado de forma notable su producción profesional. Cuando estas pequeñas filtraciones borrosas se cruzan de forma más genérica y no de la mano de un profesional concreto se establece una cierta tensión mutua, resultado de una atracción entusiasmada.
La arquitectura es una disciplina transversal por definición, a través del hábitat genera una simbiosis con el ser humano que desarrolla un costumbrismo inmanente a una condición común. Y el ser humano no es ejemplo de ecuanimidad. La disciplina arquitectónica necesita dotarse de las imperfecciones del comportamiento humano, además de sus virtudes, para no ser una mera escultura de empleo contemplativo. En cierto modo, puede que sean las imperfecciones las que separan la arquitectura de aquello que lo parece.
‘[el automóvil es] un objeto ejemplar que combina las virtudes de la economía y la belleza, la utilidad y la forma’. Adolf Loos
La admiración por los medios de transporte como los barcos, los aviones y los automóviles desde la disciplina arquitectónica es una constante desde principios del siglo XX. La consolidación de esta relación tiene lugar con la publicación de ‘Vers une architecture’ (Le Corbusier, 1923) texto en el que el arquitecto compara obras de la arquitectura clásica como el Partenón con un trasatlántico, buscando una relación formal y funcional.
‘Hay que tender al establecimiento de normas para hacer frente al problema de la perfección. El Partenón es un producto de selección aplicado a una norma. La arquitectura actúa sobre las normas. Las normas son cosa de lógica, de análisis y de estudio escrupuloso; se establecen sobre un problema bien planteado. La experimentación fija definitivamente la norma‘. Le Corbusier, Hacia una arquitectura.
Una fascinación que se convertirá en adhesión a la profesión, siendo muchos los arquitectos que de forma ajena a su profesión colaboraron y diseñaron automóviles, o desarrollaron amplios conocimientos sobre aeronáutica y construcción naval. El interés por los vehículos de los arquitectos influye de forma directa en su obra, como Frei Otto, Carlo Mollino, Norman Foster, Adolf Loos, Frank Lloyd Wright, Craig Ellwood, Buckminster Fuller o Le Corbusier. En algunos casos, como Frei Otto, el interés por la aeronáutica es anterior a la profesión de arquitecto, ya que fue piloto alemán durante la Segunda Guerra Mundial, otros como Carlo Mollino, Buckminster Fuller o Le Corbusier desarrollaron o colaboraron en diseños como el Bisiluro (Mollino, Dalmonte, Nardi, 1955), el coche Dymaxion (Buckminster Fuller, 1933) o el Biscuter (Le Corbusier, Voisin, 1940).
La casa del coche
La creación de los nuevos medios de transporte, genera una oportunidad de diseño y al mismo tiempo una necesidad de adaptar las infraestructuras a su idiosincrasia. Los hangares, las terminales de trasatlánticos o la casa del automóvil, requieren de una serie de características nuevas que sean capaces de darles servicio. La arquitectura del automóvil, como concesionarios o como garaje plantea una cuestión inevitable ¿cómo ha de ser? Aspectos como el lenguaje, la tipología o la estética se aplican sobre conceptos ya asentados como la morfología, la estructura o la función. No se trata de una relación desprendida o ajena, si no que la asociación de ciertas ideas a un lenguaje determinado, permite percibir los coches expuestos o guardados de una forma concreta.
Uno de los edificios pioneros en la construcción de arquitectura para el automóvil es el Garaje Marbeuf (Auguste Perret. París, 1929. Demolido en 1952), obra de Albert Laprade, León-Emile Bazin con A. Ravazé y Jean Prouvé. Prouvé, sería años después un referente del desarrollo de detalles constructivos tecnológicos y vanguardistas. La idea que se esconde detrás de este garaje es la de crear un ‘teatro’ en el que la calle es el escenario y los coches se constituyen como un patio de butacas. Y es que los ciudadanos, se detenían frente a los coches (entonces un gran espectáculo) como en la escena de ‘El Cielo sobre Berlín’ (Wim Wenders, 1987), convirtiéndose en extraños actores de pantomima observados por las máquinas.
La rápida popularización del automóvil provocó el desarrollo de arquitecturas singulares vinculadas a la imagen de la marca. En España, la SEAT se vincula al arquitecto César Ortiz-Echagüe y a la innovación del aluminio como material de la vanguardia. En A Coruña, la SEAT o la Citröen ambos, edificios proyectados por Fernández-Albalat marcan un punto de inflexión, pero antes de llegar a esta sofisticación existía un cierto contexto morfológico para la casa del automóvil.
La llegada del automóvil a A Coruña
En A Coruña, antes de la llegada de la SEAT o la Citröen, existían pequeños garajes que servían de ‘almacenamiento de automóviles’ ya que el tejido urbano no contaba con edificaciones con sótano o espacio para guardar el coche. Los vehículos que circulaban por la ciudad eran escasos, y no todas las casas contaban con un espacio para guardarlos.
El Garaje Alonso, en A Coruña, era uno de esos almacenes pioneros, que servían para guardar los primeros automóviles que llegaron a la ciudad. En este caso la arquitectura del garaje se nutre de un lenguaje rudimentario en comparación con el grado de desarrollo que alcanzará posteriormente. La primera asociación lingüística del automóvil con la arquitectura es el Art-Dèco que, en esta tipología, toma referencias del constructivismo, el futurismo el art-nouveau o el cubismo. Este lenguaje arquitectónico incorpora elementos vanguardistas de la tecnología, entre los cuales se incluyen rasgos que recuerdan al motor o la máquina, desde una perspectiva romántica. El edificio Chrysler (William Van Allen, 1930) o el Empire State Building (William F. Lamb, 1931), se convirtieron incluso antes de la finalización de la obra, en auténticos iconos de la vanguardia y de la unión formal entre la arquitectura y la máquina. Así el Chrysler incorpora unas gárgolas inspiradas en el capó del Plymouth, mientras que el Empire Estate se remataba con una antena que servía como muelle de atraque de zepellines.
Basílicas, Termas y Art-Dèco
En A Coruña, el garaje Alonso se nutre de la lingüística Art-Dèco, aunque quizás porque aquí los coches eran más lentos que en Norteamérica, este se limpia ligeramente rebajando la intensidad de la ornamentación. A pesar de ello, la estructura compositiva del garaje se organiza según la vanguardia del momento. Situado en la calle Juan Flórez 55-57 (con otros emplazamientos secundarios en la calle Betanzos 3 y calle Rosalía de Castro 1-3-5-7) el garaje fue construido por Juan de Ciórraga de la Bastida (1836-1931), arquitecto del primer ensanche coruñés (1878) y muchos otros edificios como la fachada posterior de la Casa Ozores, el nº18 de la calle Galera, la Casa de los Cisnes en la plaza de Lugo o la Plaza de toros.
‘La inauguración del garaje fue todo un éxito como relatan las crónicas del momento: ‘El domingo hubo en La Coruña una gran fiesta automovilística de carácter regional. Nos referimos a la inauguración y bendición del edificio de la nueva planta con la que la prestigiosa razón social ‘Alonso y Compañía’ amplía sus negocios. El nuevo garaje está situado en la calle Juan Flórez. Puede considerarse como el primero de la región gallega’. Diario La Región, crónica de 1921.
El edificio se caracteriza por un hueco en forma de arco dividido en tres, una composición clasicista, de impacto perceptivo neutro y muy asociada a las construcciones industriales. En la arquitectura clásica la triple ventana basilical o termal, se encontraba, tal y como el lenguaje las define, en las basílicas o las termas. Estas tipologías edificatorias, eran espacios de gran altura, diáfanos, concebidos para la reunión y exposición pública. Quizás por ello, cuando la imaginería arquitectónica buscó dentro de su tradición referencias para desarrollar edificios de espacios amplios y fluidos en los que mostrar algo, debatir sobre ello o realizar negocios, recurre a la tipología de la terma y la basílica.
Los huecos se proyectan hacia la parte inferior alargándose y desarrollando los diferentes aspectos al espacio interior del garaje. La proporción hace que los huecos laterales sean más anchos que el central, determinando entrada y salida de vehículos en los extremos, y peatonal en el centro. La apertura de huecos remata la composición con una pequeña ventana a cada lado, de proporciones estrechas. La ornamentación de la fachada es escueta, tan sólo una cornisa que separa los huecos de la planta baja de aquellos de la planta superior, un remate superior, así como lámparas al exterior de estilo modernista. Un aspecto fundamental dentro de la estética de la arquitectura del coche es la integración de la tipografía en la pieza, de la misma manera que se hace con los vehículos. En este caso la tipografía limpia de florituras, pero con estructura aún art-nouveau, crea una imagen cercana al art-Dèco más vanguardista.
Pero en aquellas arquitecturas diseñadas para albergar vehículos, la fascinación del diseño no termina con la obra, si no que se prolonga en los objetos expuestos. Dentro del Garaje Alonso, según relata la crónica del momento podían contemplarse vehículos Hudson supper 3, Essex, un Minerva Torpedo, o los camiones de la marca suiza Surer.
Fotos, coches y arquitectura
La arquitectura del coche, de la máquina, recrea una escena en la que, a través del diseño, ambas disciplinas se vinculan desarrollando creaciones que trascienden lo previsible. La percepción quizás no aprecia ese compromiso disuelto en el proyecto o en el diseño, pero algo en esa atmósfera resulta armónico y preciso.
‘Piense en la estructura interna de la epífisis superior de un fémur humano. Basta con considerar la diferencia que todavía existe entre el fuselaje de un planeador y la caja torácica de una garza: una integral de precisión, materia reunida donde se necesita y en la medida estrictamente necesaria; fuerza máxima y peso mínimo: elegantia’. Carlo Mollino
Carlo Mollino, arquitecto, aunque también colaborador en el diseño del Bisiluro, fotógrafo y fetichista casi erotómano, comprendía esa relación como algo natural, orgánico e incluso inconsciente. La percepción hace quizás que la máquina, el espacio y una cierta atracción por la vanguardia y el futuro, confluyan en una atmósfera excitante. La precisión del diseño produce un placer, una promesa de eudaimonia sofisticada que aboceta un proyecto de Dolce Vita, algo que en manos de Fellini se dibuja como una pasión sin fin: ‘No hay un final. No existe un principio. Solamente existe una infinita pasión por la vida’.
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