Poetas precursores visionarios y malditos

Poetas precursores visionarios y malditos


No hay un objeto mejor, más complejo, más vulnerable para la ironía judía que los propios judíos (Haas Wolf).

Dra. Bejla Rubin             

Poetas visionarios, poetas malditos con sus verdades cual oráculos mesiánicos mucho antes de que ese gran horror inédito hubiera de acontecer: el nacimiento del nazismo de manos de Adolf Hitler y su cohorte de criminales. Ellos habrían de ver y ser responsables del avecinamiento de ese Mal.

Un dato a tener en cuenta, ¿cómo es que Hitler adoptó la Hakenkreutz, la cruz gamada o esvástica como símbolo del nazismo? En la era dorada de la República de Weimar, donde Berlín descollaba con creadores en diferentes expresiones artísticas, tenemos así a los poetas Alfred Schuler, Ludwig Klager, arios declarados y antisemitas vocingleros. Como símbolo de su credo incipiente y de su asociación llamada Los Kosmiker, eligen la esvástica, esa rueda antigua usada en toda Asia e inclusive en algunas sinagogas de los tiempos bíblicos. Era un símbolo muy primitivo que representaba la vida, la fuerza de los opuestos y la unión sexual del Dios padre con la Diosa madre, su manera de fecundar la tierra, simbolismo que tuvo mucho vigor en la Edad Media.

Es realmente asombroso que un símbolo que tiene por contenido el movimiento cual rueda vital y de reproducción vía la unión de los cuerpos, en manos de este ignorante y criminal, nos referimos a Adolf Hitler, se hubiera de transformar en el símbolo y el signo de la barbarie de la mayor masacre que la historia del siglo XX recuerda.

¿Cómo se enteró Hitler de la existencia de la esvástica? Alfred Schuler en 1923 logra transmitir el concepto de la esvástica a un núcleo íntimo de amigos en casa del matrimonio Bruckmann, editores, y que casualmente entre los presentes se encontraba el ex soldado sin empleo Adolf Hitler.

La teoría de Schuler era que el Dios judío era Moloch, ídolo de Canaan, que a través del fuego devoraba a sus hijos, a sus niños. Debido a ello la solución era asesinar al padre antes de que éste devore al hijo. De allí que era importante introducir el radio, la rueda de la esvástica que gira para aniquilar al vil judío. Esta fue la mórbida transmisión al mundo y que gustosamente, en su ignorancia y maldad ominosa, adoptó el Cabo Hitler y que usó como campaña política para luego erigirse cual Emperador absoluto del Tercer Reich durante 12 años en su Alemania nazi que no habría de perdurar según su profecía en una Germania de los mil años.

Salvando esta aclaración volvemos al aporte del gran poeta alemán, el máximo representante del romanticismo y que en 1838, a cien años antes de la Kristallnacht, nos referimos a Heinrich Heine, pensaba que existió una profunda afinidad ética, cultural y de costumbres entre los alemanes y sus vecinos judíos, habitando ambos la misma Nación alemana. Predijo que entre esas etnias Alemania se beneficiaría del aporte intelectual de ambas culturas.

Es así como Alemania durante fines del siglo XlX y el XX, antes del advenimiento segregacionista del nazismo, se embebía del aporte cultural de un Gustav Mahler, Sigmund Freud, Karl Marx, el botánico Ferdinand Cohen fundador de la bacteriología.

Georg Trakl, Stefan Sweig emigrado durante el nazismo a Petrópolis, y que luego ambos se suicidan. No sólo los artistas judíos serían víctimas del nazismo y su segregación, sino que así mismo vemos como creadores no judíos, no simpatizantes del nazismo abandonan Europa, entre ellos el arquitecto Walter Gropius, Ludwig Mies van der Rohe, el pintor Paul Klee, el compositor húngaro Béla Bartok, que emigran a América.

Unos 360.000 alemanes abandonaron Alemania mientras las fronteras se mantuvieron abiertas, después de 1938 salir de allí les fue vedado.

El gran poeta húngaro, Paul Celan, al cual le mataron a toda su familia en Auschwitz siendo él el único que no fue hacinado allí dado que pudo escapar de su ciudad natal a tiempo, habrá de escribir ese impresionante y sentido poema Todes Füge, donde recita que der Tod ist Meister aus Deutschlan (la muerte es un artesano, un maestro que viene de Alemania). Pero a pesar de poner por escrito su melancolía, no soportó la culpa de no haber podido rescatar a tiempo a sus padres y hermanos, y finalmente se suicida arrojándose de uno de los puentes del Sena en París una vez ya finalizada la guerra.

La música de Johann Strauss padre, tal la descripción que hace de él Wagner diciendo “que es el demonio musical innato de Viena”, hijo de un tabernero judío luego bautizado en Budapest. También tenemos a Franz Marc, uno de los más destacados pintores de la escuela Blaue Reiter, descendiente del Dr. Israel Markus, médico personal del obispo de Bemberg.

Toda esta mezcla de colectividades, de catedráticos en las universidades alemanas, de físicos y matemáticos, habrían de dejar sus puestos vacantes con la implementación de las leyes raciales de Nürenberg en 1935, por el celo desquiciado y de ignorancia amen de envidia, y codicia del insignificante Cabo Hitler. Y tal fue su discriminación brutal que jamás permitió que se erigiera un monumento al poeta Heine en su ciudad natal de Dusseldorf.

Heine se exila a París, pero nunca aceptó la nacionalidad francesa. Sus poemas embebieron de letra a las baladas de Schubert, Schumann, Mendelshon.

En el exilio escribe su propio epitafio para el picapedrero: “aquí yace un poeta alemán”. Muere después de diez años de agonía semiparalizado en el año 1856. Nunca dejó de ser un librepensador de lo que hoy llamaríamos existencialismo.

Goethe fue un gran admirador del pensamiento judío, de su tenacidad, y de que a pesar de todos los ataques a dicha etnia dirá: “todo judío, aunque sea insignificante, está compenetrado en la búsqueda inmediata y decisiva de algún objetivo”. Ve al judío siempre movedizo, buscando constantemente lo que hacer, de no parar en la búsqueda permanente de nuevos y creativos destinos. Walter Benjamín se caracterizaba justamente de hacer y escribir varias cosas a la vez. Pero el judío padece y padeció un constante rechazo, el tener que pagar derecho de piso siendo visto siempre como “un extranjero” en su propio país, no importando de que se haya bautizado, haber sido condecorado como un héroe en la Primera Guerra Mundial, aportado con sus inventos en diferentes disciplinas científicas, el nazismo igualmente determinó que debía de desprenderse de la nefasta influencia judía que ensuciaba la pureza de la sangre aria. Es así como se los expulsa de la vida cultural, económica, científica, universitaria, jurídica y hospitalaria. Los que lograron emigrar salvaron a tiempo sus vidas, los que no vieron el presagio ominoso de los poetas y siguieron apostando aún a la patria alemana, luego habrían de ser masacrados en las cámaras de gas.

Franz Kafka que no fue testigo del nazismo, ya predecía el destino del humano visto y pensado cual un insecto escrito en su brillante libro La Metamorfosis (die Verwandlung), pero que la traducción correcta sería La Transformación.

El poeta judío Alfred Lichtenstein, expone la visión de una pesadilla a futuro en su poema Die Dämmerung (el Ocaso). Su gélida imagen la pone por escrito: “Inmóviles en el borde inferior de la puerta de un vagón de ganado, cual pequeños carámbanos, los delgados dedos de un niño”.     

Treinta años después su poema se hizo realidad. Niños en vagones de ganado camino a las cámaras de gas.

Pero todas las creaciones de estos artistas fueron pensadas por los nazis como actos malditos y nombrados “Arte Degenerado”. Pero de ninguna manera fue “degenerado” a la hora de su saqueo, robo a mansalva, tanto de los museos como de las familias judías enviadas a los campos de concentración.

El nazismo destruye “la cultura de Weimar”, o mejor aún, la cultura de Berlín. Esa ciudad gozó de la mayor cantidad de obras de arte en todas sus expresiones. Directores de cine, artistas, cantantes, filósofos, científicos. Una vez declarado el nazismo y su discriminación, hicieron que muchos de ellos emigraran a los EEUU y con su aporte a dicho país lo enriquecieron, mientras que Alemania entraba en un oscurantismo de toda índole, producto del fanatismo y la barbarie de un tirano y su cohorte, y que ni siquiera en el presente lograron emular la grandeza de lo aportado por la Bauhaus, en el arte y la cultura durante la República de Weimar.

Y es así como Europa quedó Judenrein, limpia de judíos, de su aporte milenario. Hoy está atestada de terroristas árabes y palestinos. Se lo ganaron dado que toda Europa fue un socio silencioso de la masacre nazi, cerró sus puertas, no dio visados, no dio ciudadanías a los pobres judíos perseguidos y desahuciados. Lo que sí dio a ver fue su antisemitismo escondido, agazapado, dejando que los nazis sean los exponentes de lo que sus mentes criminales gozaban en silencio. Hubo excepciones, cristianos que refugiaron a niños judíos, pero son contados sus actos y que éstos fueron reconocidos como Justos de la Humanidad.

Ni bien es anexada Austria a Alemania en marzo de 1938, ya era imposible abandonar ese país. Freud muy a su disgusto es obligado a emigrar con su familia a Londres, gracias a un salvoconducto logrado por la princesa Marie Bonaparte. La Gestapo le hace firmar un consentimiento de que es bien tratado, a lo cual Freud responde irónicamente diciendo “que recomiendo muy gustoso a que todos sean tan bien tratados por la Gestapo como a mí”.

Pero el antisemitismo que no fue un invento de los nazis, sino que proviene de larga data con el Cristo en la Cruz culpando de ello a los judíos, o sea, es una historia de más de 2000 años. Es así como cuando el joven Freud ingresa a la Universidad de medicina en 1875 también entonces es víctima de un trato diferencial y lo dice así “nunca he podido entender por qué debería sentirme avergonzado de mis ancestros o como empiezan a llamarla ahora, de mi “raza”. Ignorancia total dado que el judaísmo no es una raza, es una creencia, una religión embebida de sus tradiciones se crea o no en Dios.

Y el alumno dilecto de Sigmund Freud, Gustav Jung, aprovechó con el surgimiento del nazismo a mostrar su hilacha antisemita, fachada que escondía su celo y envidia frente a su maestro, su mentor, quien hubo de inventar el psicoanálisis y no fuera una creación aria. Cuando en la quema de los libros de los escritores malditos según el nazismo, los libros de Freud también alimentaron la pira incendiaria, y es allí donde Jung acota “debería dejar de ocultarse la diferencia entra la psicología teutónica y la judía”. Y continúa, con viles palabras acomodaticias con el fin de ser bien visto y aceptado por el nuevo régimen nazi dice “que la raza judía según mi experiencia posee un inconsciente que sólo permite una comparación limitada de la aria. El inconsciente ario tiene un potencial mayor que el judío, es decir, la ventaja y la desventaja de una juventud no muy lejana todavía de la barbarie. Desde mi punto de vista ha sido un gran error de la psicología médica el aplicar categorías judías, que no son válidas ni para todos los judíos o cristianos o germanos y eslavos”. Y finaliza diciendo “¿será el poderoso fenómeno del nacionalsocialismo al que todo el mundo contempla con asombro el que tendrá que enseñarles?”. Palabras imperdonables de un profesional que debe curar los males del alma, el inconsciente, no importando credos o razas, dado que el dolor no sabe de diferencias.

Entonces, Europa hoy está comiendo su producto, se está alimentando de su desidia, indiferencia, y son cómplices de crímenes de lesa humanidad.

Ludwig Wolfskel, poeta judío alemán, exilado para salvar su vida de la brutalidad del nazismo parte de su Alemania querida cuna de su lengua poética, y no hay mayor dolor para un poeta no poder seguir expresándose en su “tierra” que es el idioma materno. Emigra a Italia a los 63 años. En 1938, año en que acontece la quema de los “escritores malditos”, no sólo a los que eran judíos sino a todo pensante y creativo que no estuviera o adhiriera al nuevo régimen totalitario. Su primer libro en el exilio lleva por título Die Stimme spricht (la voz habla), escrito en 1936 y en él dice: “En el mundo, en algún lugar hay una semilla sembrada que espera su crecimiento. Sus días son prometedores.”

Habría que esperar aún doce años para que esa semilla germinara y su fruto lleva por nombre: Eretz Israel.  

Y esa brutalidad llamada nazismo nunca más. Los judíos tenemos una patria, el derecho al retorno a la tierra de nuestros ancestros. ¡Una Nación, modelo de cultura, tecnología, solidaridad, pero sobre todo de Humanidad!!



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