Le Cabanon: El mítico refugio de 16m2 que Le Corbusier diseñó como su paraíso
Uno, dos, tres, cuatro: cuatro pasos, a lo sumo cinco. Esa es toda la distancia que se puede recorrer dentro de Le Cabanon, considerada un monumento de la modernidad y, sin embargo, parte del capítulo menos difundido de la carrera de Le Corbusier: el conjunto de construcciones que el arquitecto suizo realizó en Roquebrune-Cap-Martin, el lugar que eligió para su retiro en la Costa Azul francesa.
Fue el 30 de diciembre de 1951, día del cumpleaños de su mujer, que, sentado a la mesa de un barcito de la zona, se puso a dibujar los planos. «Estoy tan satisfecho con mi cabaña que seguramente decida morir aquí», le dijo a un amigo, el fotógrafo húngaro Brassaï, en agosto del año siguiente, cuando estuvo terminada.
Aplicando su teoría sobre las medidas del hombre, el «Modulor», y la relación con su espacio vital, Le Corbusier construyó para sí esta cabaña modesta solo en apariencia: muy pronto se convertiría en un ícono de la arquitectura moderna
De a poco se fueron haciendo más frecuentes sus temporadas en ese paraíso propio, muy cerca de una playa de canto rodado a la que llegaba bajando entre las rocas varias veces al día. Una tarde soleada de 1965 lo sorprendió un ataque al corazón, tal como lo había predicho, junto al agua cristalina del Mediterráneo. Hoy, a pesar del tiempo, el retiro del genio sigue siendo una obra innovadora, con sus refinados 16m2 diseñados para poner a prueba el espacio mínimo indispensable con un enfoque ergonómico y funcional, y sin jamás dejar de lado la belleza.
En esta estructura con revestimiento de troncos diseñada al milímetro, el hombre es la medida de todas las cosas: tiene 3,66×3,66m y la altura de una persona promedio con el brazo levantado, 2,66m, dimensiones surgidas de su propio invento: el “Modulor”.
Después, el mito. Y una cabañita de madera que seguirá en pie como justo homenaje a quien se atrevió a soñar una arquitectura que pudiera unir a todos y cada uno de los hombres con la naturaleza.
«Sol, espacio y árboles: los he reconocido como materiales fundamentales del urbanismo, portadores de las alegrías esenciales.»