«El Guadalmedina es el proyecto que, a la edad que tengo, haría con más ilusión»
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José Seguí es, sin discusión, uno de los grandes nombres de la arquitectura de Málaga. Pese a haber nacido en Valencia, son muchos años ya los que acumula apegado a esta tierra, donde ha dejado huella. Muchos de los proyectos a los que pone su firma son realidad: la rehabilitación del Palacio Miramar como hotel de 5 estrellas Gran Lujo, la Ciudad de la Justicia…
Otros están pendientes de poder serlo, caso de la contestada torre del puerto, la marina deportiva de San Andrés o la transformación de los antiguos suelos de Repsol. Y otros, para su desgracia, han acabado enterrados y olvidados, como la propuesta para el río Guadalmedina o el nuevo Astoria de la mano de Antonio Banderas.
De todo ello habla Seguí con EL ESPAÑOL de Málaga. El urbanista, que suma ya más de 50 años en la profesión, rompe su silencio tras un largo tiempo. Y lo hace sin esquivar un solo asunto.
La entrevista tiene lugar en la misma habitación en la que casi a diario aborda los iniciativas que su estudio tiene entre manos. En la parte alta, sobre una balda de madera, hay varias cámaras fotográficas muy antiguas, que han ido pasando de generación en generación desde su bisabuelo en adelante. Y algunas figuras de madera ejecutadas con tino.
-¿Qué son?
-Son maquetas de mi primera época de mobiliario. Recién acabada la carrera, durante unos cinco o seis años, estuve haciendo estos objetos. Por eso viene mi relación con Rafael Moneo, porque su mujer era la responsable de la cadena más importante de diseño de la época y me encargaba algunos diseños.
-¿Cómo se define José Seguí a sí mismo?
-Como un enamorado de la profesión que te hace divertirte. Es verdad que la suerte en la vida es quién te ha incitado ese enamoramiento. Tuve la suerte de estudiar en la Escuela de Madrid en los años 60 con grandes maestros como Iza, Moneo, Vázquez de Castro, Carvajal… En las edades que uno empieza a estudiar depende mucho de los maestros que te toquen para que el enamoramiento salga, porque inicialmente no creo que haya una vocación definida. A partir de ahí me definiría como un artesano de la arquitectura.
-Lleva usted ya más de 50 años en la profesión…
-Lo sé porque el año pasado me pusieron la medalla en el Colegio de Arquitectos. Parece que han pasado muy rápido.
-¿Y siempre con ilusión?
-A la edad que uno tiene no hay ninguna razón para continuar en esto si realmente no te entusiasma hacer lo que haces. Hay momentos en la vida en donde tienes que sobrevivir. Yo empecé haciendo muebles. Esos fueron mis primeros cinco años. Mi padre, el pobre, que me pagó una carrera, me preguntaba si había pagado una carrera para que fuese arquitecto o carpintero. Después llega un momento en que tienes la suerte de obtener proyectos que te interesan hacer por la novedad y que son divertidos. El estudio se ha convertido más en una marca. Le debo el mérito al equipo de gente que tengo a mi alrededor. Ya no es tan personal.
-¿Ha contado el número de proyectos en todos estos años?
-No. Son muchos. En la primera época, pequeños, desde muebles a pequeñas viviendas; luego pasas a la arquitectura de la residencia con bloques. Hay una fecha mágica que creo que marca un cambio profundo, que fue la suerte de haberme metido en la redacción del PGOU de Málaga. Fue un encuentro con Manuel Solá Morales, quien tuteló el plan que hicimos Salvador (Moreno Peralta), Damián (Quero) y yo. Esa relación con Solá y la que tuve antes con González Edo me marcaron una línea de trabajo. Probablemente sin haberles conocido hubiera hecho otra cosa. Reconozco la gran influencia de la suerte en la vida, las causalidades en la vida y el haber conocido a grandes maestros.
-¿Y con el pensamiento de la retirada?
-Cuando me preguntan cuándo me retiro digo que uno se retira cuando te das cuenta de que te aburres. Mientras tanto lo sigo pasando bien.
-En todos estos años seguro que ha habido momentos de frustración.
-Lo que resulta más difícil es diseñar o concretar los proyectos para el futuro al que se destinan. La mayoría de veces la arquitectura define el futuro o al menos proyecta unos diseños para destinarlos a ese futuro. Ahí es donde se producen los conflictos tanto en la planificación urbanística de las ciudades como en algunos proyectos que por la fuerza que tienen están marcando un futuro.
Ese proceso desde que inicias el proyecto, lo realizas y se asume como encajado en la realidad es difícil. En el fondo es como escribir una novela sobre el presente o sobre un futuro que resulta más difícil, no por tu convencimiento de que lo que haces encaja, sino porque también el espacio no deja de ser un concepto que la gente se apropia, legítimamente.
Cambiar ese espacio siempre es conflictivo, pero sigo pensando más en la ciudad que se transforma que en la ciudad que se queda quieta. Históricamente la ciudad se ha transformado continuamente según cada momento. Eso nos demuestra que las ciudades más prósperas, que conocemos como las más atractivas, son las que han tenido la capacidad de transformarse a lo largo de los años.
«Sigo pensando más en la ciudad que se transforma que en la que se queda quieta; las ciudades más prósperas son las que han tenido la capacidad de transformarse»
-¿Alguna obra de la que se sienta especialmente orgulloso?
-La arquitectura tiene mucho del relato, de cómo se hace la música, el cine o la novela. Montas una estructura, la desarrollas y tienes las conclusiones. Cuando acabo el proyecto intento olvidarme, porque ya no me pertenece. Incluso hay proyectos que la gente en su manera de vivirla lo ha cambiado. En el momento en que acaba el proyecto pierdes la propiedad, pasa a ser colectivo. ¿Cuál es el proyecto más ilusionante? El que estás haciendo, el que estás creando. Cuando lo acabas tienes la sensación de algo que has hecho, en el que reconocen virtudes y errores y esperas que el resultado del tiempo sea bueno.
-¿Cuántas veces ha tenido que reinventarse?
-Muchas veces. Cada vez que la sociedad me obliga a ello y son bastantes. Empecé a dibujar casi con tiralíneas. Ahora trabajamos con sistemas informáticos en 3D como el BIM. Y te tienes que reinventar por los materiales que la industria te da.
-¿Es más fácil hacer arquitectura ahora o hace 20 o 30 años?
-Decía Mies van der Rohe que si Brunelleschi hubiera vivido hoy en día hubiera hecho su catedral de cristal. Los procesos creativos son parecidos, lo que cambia profundamente son los materiales, las técnicas. Desde el Partenón, que es el edificio que inventa la arquitectura, todos hemos estado reciclando, recopiando, reinterpretando los órdenes de la arquitectura, mejor o peor.
-Habla del hito que supuso su participación en el PGOU de Málaga de 1983. Usted es testigo privilegiado de la transformación vivida…
-Soy un testigo profundamente sorprendido. Estamos siendo testigos de un desarrollo que es más rápido de lo que pensábamos. Cuando en 1983 proyectamos Teatinos nunca podíamos pensar que en 40 años se iba a consolidar como una extensión de la ciudad tan importante. O la prolongación de poniente. Quien la ve ahora, cree que ha estado ahí toda la vida. Recuerdo cuando el alcalde Pedro Aparicio nos dijo que había que colocar la feria e hicimos un movimiento de tierra. Esa traza se quedó grabada en el territorio como el bulevar sobre el que iba a crecer la ciudad.
Cuando uno va a dar conferencias siempre te preguntan por el principal cambio producido desde los 60-70 hasta ahora. Siempre pongo el mismo ejemplo. Cuando era estudiante de arquitectura mi padre me sacó un billete en tren y tardaba 18 horas en el mejor de los casos. Cuando ya era arquitecto estaba el Talgo, que tardaba 6 horas. Ahora tardamos unas 2 horas y 20 minutos. Esa es la gran diferencia. Y en cuanto a la traslación a las comunicaciones, el Colegio de Arquitectos estaba en Granada y cuando iba había que irse con la maquinilla de afeitar, la maleta y el pijama.
-Hay una transformación evidente del concepto territorio.
-Hoy se ha convertido en una gran revolución de las costumbres. Hay un concepto de la escala territorial de la ciudad. La gran revolución de este siglo son las comunicaciones, cómo el tiempo se acorta en el espacio. Cuando era un niño que estudiaba en los Maristas, en calle Cristo, mis padres cuando bajaban al centro hacían casi un viaje. Mi madre se llevaba los documentos más importantes. Y por carretera la gran novedad de Málaga es que se ha hecho capital de una territorialidad, ya no es la ciudad de los 60, en donde era como un todo en sí mismo. Pero no solo de la provincia, sino de la conurbación de la Costa del Sol que convierte a Málaga en una ciudad excepcional. Eso hace pensar que solo hay un caso parecido a Málaga, que es Madrid.
«Málaga se ha hecho capital de una territorialidad, de la conurbación de la Costa del Sol; sólo hay un caso parecido, que es Madrid»
-¿Ni Barcelona?
-Creo que el modelo de Madrid con su área metropolitana tan potente puede ser lo más parecido a Málaga. Son dos ciudades con una capacidad enorme de acoger gente. Málaga sigue creciendo a una capacidad mayor que cualquier otra ciudad del sur, por la inmigración que atrae intereses de todo tipo.
La Universidad de Málaga la he visto nacer y no soy viejo. Y hoy es potentísima. La velocidad con la que la ciudad está creciendo es muy interesante. Hay gente que lo ve como algo negativo, yo lo veo como algo positivo si entendemos la ciudad como la escala territorial, negativo si seguimos pensando que los cerca de 600.000 habitantes tienen que estar concentrados en el Centro para ir a divertirse o comer, porque todavía en Malaga no se ha producido esa descentralización del otras centralidades, Repsol es una apuesta de nueva centralidad como en Madrid fue Azca en los años 60 y 70. Hay una cierta fobia porque hay mucha gente, y los pisos turísticos, pero es lógico porque en Málaga lo que no ha cambiado es su centro. Desde los 50 hasta ahora no hay otro centro. La ciudad tiene que expandirse y que haya muchas ciudades dentro de la ciudad.
-Hablaba de la importancia de las infraestructuras. Pero estamos en un territorio en el que no es posible ir en tren hasta Marbella.
-Es una asignatura pendiente posible de solucionar. A lo mejor es imposible hacerlo de la manera que se quería hacer. Cuando hicimos el POT de la Costa del Sol, hablábamos de que Málaga era lo más parecido a una ciudad californiana. Recuerdo que recibimos muchas críticas. No es que se llene todo de casas, pero es difícil entender la Costa del Sol como la suma de ocho municipios. En este momento ya actúa como una ciudad. En aquellos años calculamos que en la conurbación de Manilva a Nerja habitaban unos 2,4 millones de personas.
No es una casualidad, es que las condiciones de la ciudad hacen que sea fantástica para vivir y trabajar desde la distancia. Lo que diferencia Málaga de otras ciudades del sur, incluso del Mediterráneo, es la territorialidad. Málaga se ha convertido en estos 20 años en el centro neurálgico de la cultura y economía de toda la conurbación y tiene un recorrido fantástico. Pero ¿hasta dónde puede crecer?
Si hablamos del casco histórico, no puede resistir más la tensión si no descentralizamos la ciudad con operaciones como Repsol o las operaciones portuarias. Desde el punto de vista urbano y de transformación de la ciudad, son la más importantes desde el Marqués de Larios y su calle y el parque.
La operación portuaria del muelle 1 y 2 es el acto comparable a lo que ocurrió a finales del siglo XIX. La transformación de esos muelles y la apuesta cultural han empezado a colocar a Málaga en el mapa de la internacionalización. Es un salto fantástico. Ya no es una ciudad dentro de Andalucía, sino internacional. La afluencia de capitales que han venido a jugar ha sido muy grande. Proyectos tan importantes como la Expo del 27, como el desarrollo del área portuaria pendiente, como Muelle Heredia, que es la operación más importante del puerto porque incorpora el casco histórico al mar.
«La transformación de los muelles del puerto y la apuesta cultural han empezado a colocar a Málaga en el mapa de la internacionalización»
-Son piezas que constatan esa transformación…
-La ciudad es otra. Yo viví el derribo de los silos del puerto teniendo que traer a Málaga a Oriol Boigas para que dijese aquello de que un buen arquitecto no puede defender un edificio en el puerto como ese porque lo que hace es impedir el desarrollo de esa plataforma con la ciudad. Recién acabada la carrera, viví también el debate sobre el derribo de la Casa de la Cultura. Entre derribar y no derribar el derribo era muy positivo porque se descubrieron los restos romanos, que se unían con la Alcazaba.
Vinculo esto con la dificultad de proyectar en el futuro. Me gusta apostar por transformar más que por conservar. Todo esto ha hecho que la ciudad de hoy sea absolutamente diferente. Y en este siglo XXI le queda el salto de la internacionalización. La Expo del 27 es importante, porque justificará otras actuaciones. Uno de los proyectos más queridos para mí, lo mismo cree que es la torre, no es la torre, es la remodelación del río.
-Tenía previsto preguntarle por esa operación.
-Para mí hay tres elementos que definen la imagen de la ciudad: el litoral, la Alcazaba y el río. Son las tres grandes huellas históricas. Sobre el litoral te puedo contar que nos presentamos al concurso del Palmeral de las Sorpresas. Quedamos en segundo lugar porque se nos puntuó casi con un cero el soterramiento del Paseo de los Curas. Éramos conscientes de que íbamos en contra de ganar el concurso porque la Autoridad Portuaria se negaba incluso a echar abajo la valla. Fuimos al concurso para decir que el palmeral tenía que ser una continuación del parque.
Quizá lo hicimos en un momento en que no se podía hablar de esto. Hoy se habla del soterramiento, que es una operación costosa y de largo recorrido, pero la ciudad no se hace en un día, se hace en muchos años y es importante sembrar.
El concurso del río fue internacional y lo ganamos. Luchar contra el no embovedado no era jugar a ganar, pero me sorprendió. Llegará un momento en que alguien convertirá el río en un parque. La ventaja del río sobre el soterramiento es que vale muy poco dinero. Aprovechar el cauce para hacer un parque blando tendría una repercusión social impresionante. Sería tener el tercer gran parque de la ciudad.
-Pero parece que la idea del alcalde es distinta a la de hacer un parque…
-Es distinto, están las plazas puente… Es lo bueno y lo malo, que las cosas necesitan su tiempo de maduración. Desde que se habló del soterramiento del Paseo de los Curas a que se haga pasarán 60 o 70 años. Pero uno no tiene la obsesión de ver estas cosas, sino la tranquilidad de que se siembre. Y Gibralfaro es un punto magnífico, pero los accesos son malos. Por qué desechar la idea de algún elemento mecánico muy integrado. Hoy los desarrollos de las técnicas han eliminado la dureza de los funiculares en las laderas. Son esos grandes aspectos y creo que los trenes van por buen camino.
-¿Pepe Seguí lleva bien la crítica?
-Una de las demostraciones de que la llevo bien es que estoy con usted. Es absolutamente legítimo y me quedaría extrañado si no se produjera. Es lógica la necesidad que puede tener la gente de opinar en contra porque es un espacio que se ha hecho suyo. Ese es el bálsamo, tener la tranquilidad más sincera de que las cosas no pueden ser tan uniformes. Hay una posesión del espacio. Pero hay una necesidad de cambiar, no porque el arquitecto o el alcalde lo quieran, sino porque las condiciones de la ciudad obligan a hacerlo y eso genera un conflicto. Lo que produce cierta crispación es que se desvirtúen los datos o se hagan trucajes con ellos o se conviertan las mentiras en verdades.
«Gibralfaro es un punto magnífico (…) Por qué desechar la idea de algún elemento mecánico muy integrado; los desarrollos de las técnicas han eliminado la dureza de los funiculares en las laderas»
-Entiendo que habla usted de la torre. ¿A qué se refiere?
-Por ejemplo, demostrar que la torre es uso hotelero y no puede ser residencial porque lo dice la Ley del Puertos; demostrar que es un suelo que es propiedad del Estado, que no es propiedad de un inversor que después hace negocios con él; demostrar que no es solo un hotel, sino un hotel con un auditorio, porque el puerto dice que tiene que tener unas contraprestaciones y un auditorio de unas 1.000 plazas vale dinero; bajar altura, obligar a que tenga un mirador público arriba, que sea un espectáculo para el ciudadano…
Según los datos del Puerto, antes de la pandemia por la estación de cruceros salían unos 500.000 cruceristas y lo hacen en un espacio obsoleto, que es un aparcamiento. El destino es que sea culminado con algo, es como el remate que necesitas porque tienes una concentración de uso turístico; porque la escala que tienes al lado es La Malagueta, que es un contrapeso; si queremos ser realistas la Farola está a 700 metros y el casco histórico a 1.500 metros.
¿Qué sería lo ideal? Lo ideal es que cuanto más público sea el uso mejor, pero no ahí, en calle Larios. Si realmente hay una oportunidad de que un inversor, con las condiciones que el Puerto marca, que puede generar actividad económica y turística, que aporta un auditorio con una infraestructura escenográfica que permite representar cualquier espectáculo, con una escena para cerca de 80 o 90 actores.
-Una de las dudas que genera es el impacto.
-¿Qué va a cambiar el perfil de la ciudad? Por supuesto. ¿Qué tiene impacto visual? Por supuesto. La cuestión es si es positivo o negativo. Si no se hubiera hecho la operación de los muelles 1 y 2 sería como un elemento en la mitad del desierto y no tendría sentido. Pero hablamos de una zona con un movimiento de 500.000 cruceristas y de varios millones de personas que pasan por el puerto. Esto hace que una operación de este tipo, controlada por el propio Estado, sea beneficiosa. El problema es cumplir la ley. Hay cuatro administraciones encima de todo esto.
-¿Se imaginaba que tantos años después de que pisase el puerto con los inversores cataríes íbamos a estar donde estamos?
-No era imaginable tanto tiempo, pero los inversores siempre han dicho que es un proyecto que si cumple todos los requisitos lo harán y si no, no lo harán. No tienen la presión económica de algo que han comprado. Que queremos hacerlo ahí, sí porque es un sitio mágico y por eso me piden un edificio mágico. Si el edificio se hiciera, necesita completarse con unas calidades de arquitectura interior muy importantes y tendremos que tener compañeros de muy primera fila internacional. Hay una apuesta por no hacer un edificio más de la ciudad. La apuesta es por algo excepcional, que guste o no guste es otra cuestión.
«Si no se hubiera hecho la operación de los muelles 1 y 2 (la torre) sería como un elemento en mitad del desierto y no tendría sentido»
-¿Cómo fue el origen de la propuesta?
-Ellos contactaron conmigo, pero no se fijaron al principio en el puerto, querían un edificio de gran categoría. El atractivo para ellos no era el puerto ni la Costa del Sol; el atractivo era Málaga. Era una especie de fijación. Y cuando en el plan especial del puerto sale el anteproyecto de que se puede hacer una torre de 45 plantas, lo vemos, se lo decimos y nos dicen que sería magnífico.
Pensar que iba a tardar tanto, no. Pero la ilusión y la fortaleza de permanecer ahí han estado siempre, porque siempre hemos ido avanzando poco a poco. Turísticamente permite completar el discurso de muelle 1, muelle 2, más Muelle Heredia, a lo que sumar San Andrés. Esto cambiará la ciudad.
En unos quince años hablaremos de otra ciudad, que no es ni mejor ni peor. Y por qué, porque nos obligan a hacer otra ciudad. Estamos viendo que viene Google, Vodafone… Y es una realidad lo que hace unos años era una utopía: el eje Madrid-Málaga, Málaga-Madrid. Cuando redactamos los planos de los PGOUs de Antequera y de Córdoba se hizo una apuesta por los suelos logísticos. Ha sido una gran suerte para consolidar un eje en el que se están asentando industrias de alta tecnología que va a suponer un eje más importante que el eje del 92 Madrid-Sevilla. Y quien más se va a aprovechar es Málaga. Eso va a obligar a extender la ciudad, pero no para meter a más gente en la ciudad vieja. Repsol es una operación de nueva centralidad. El PTA no ha llegado a generar esa nueva centralidad, pero esto sí lo puede hacer. Y el parque que se prevé sería el más importante de la ciudad desde el Marqués de Larios.
-¿Si Pepe Seguí hubiese sido el arquitecto y el promotor, la torre del puerto hubiese sido la misma?
-Le puedo asegurar que cuando se sienta en esta mesa todo el equipo piensa mucho en el promotor, en que el edificio hay que proyectarlo, ejecutarlo y mantenerlo, porque tenemos 10 años de responsabilidad civil con lo que pueda ocurrir. Y todo eso con un dinero que la propiedad tiene. Hay un cambio sustancial, los arquitectos nos hemos reciclado también en lo de ser project manager, gestores económicos.
-¿Teme que la torre se atasque en el Consejo de Ministros?
-No es tanto el temor como la incertidumbre. Hay proyectos que no se han hecho y creo que ha sido un error. Es el caso del Astoria. Sigo pensando que es un proyecto que hubiera potenciado la zona de Alcazabilla y no se hizo. Es una incertidumbre que uno asume. El proyecto del río. Si te dijera cuál es el proyecto que, a la edad que tengo, haría con más ilusión es el proyecto del río. Es como cuando escribe un artículo, que puede generarle miles de amigos y miles de enemigos, pero si haces las cosas con un convencimiento de que cumples con unos datos científicos y normativos, el que tenga detractores no es agradable pero no es un temor, es lógico.
-¿Tiene la impresión de que si tras la torre no estuviese su nombre, el ruido sería menor?
–No soy tan importante como para tener una obsesión de persecución. Que pueda haber la opinión de algunos compañeros o que el Colegio de Arquitectos se haya puesto en contra y que no hayamos tenido la opción, pese a haberla pedido personalmente, de explicar el proyecto en el colegio causa cierta tristeza porque llevas 50 años pagando la cuota como colegiado.