Alberto Nicolini: “desde el punto de vista del patrimonio, Tucumán es una ciudad bombardeada”
Tres espléndidas rejas negras de hierro forjado se imponen por sobre las paredes blancas de la casa de línea simple y rodeada de verde que desde hace 40 años es refugio de “los Nicolini”. Y tanto se imponen, que cuenta el arquitecto Alberto Nicolini que cuando el sacerdote Vicente Zueco le ofreció en módico precio esas rejas que hasta entonces custodiaban el hoy deteriorado edificio de la Juventud Obrera Católica (JAC) de la calle Crisóstomo Alvarez, no dudó un instante. Pero supo que el diseño de “su” casa – la única que diseñó en su vida- estaría irremediablemente supeditado a esas joyas de la herrería de 1890. En la casa de Yerba Buena rodeada de árboles frutales cuidados “por sus propios dueños”, la charla con LA GACETA discurre sin prisas, apenas interrumpida por la ceremonia de la taza de té y el olor a tostadas ; y por la presencia suave de “Julita” (Julia Alessi), el amor de toda la vida de este hombre nacido en San Isidro (Buenos Aires) que llegó a Tucumán en 1959 y que hoy es una voz autorizada en Historia de la Arquitectura, maestro de numerosas generaciones de arquitectos y un defensor activo del ya exangüe patrimonio arquitectónico de los tucumanos. La excusa para el diálogo, esta vez, es el premio a la Trayectoria que recibirá este mes por parte del Fondo Nacional de las Artes, en el que fuera director cuando Amalia Fortabat presidió el organismo. Y la charla es, también, la oportunidad de pensar por qué Tucumán es hoy “una ciudad bombardeada, como otras ciudades argentinas”; y de recuperar parte de los debates del siglo XX entre los defensores de la “modernidad” y el momento en el que en la Argentina empezó una revalorización de su patrimonio.