Saunas flotantes, el último capricho para disfrutar el otoño en el lago Zurich
Antes de que llegue la temporada de esquí, con algunas de las mejores pistas del mundo, Suiza es uno de los países donde mejor podemos disfrutar del paisaje otoñal y sus colores. Es precisamente lo que hacen los autóctonos, que los fines de semana aprovechan los días de temperaturas todavía agradables para caminar y darse pequeños lujos antes de que el termómetro solo indique un camino: aquel al que nos lleven las botas, los esquíes o la tabla de snowboard.
Una de las experiencias más excepcionales para disfrutar de las vistas sobre la ciudad más grande de Suiza y de la cordillera de los Alpes es subirse a un barco sauna y navegar por el lago de Zurich para, después de anclar la embarcación y purificar el cuerpo hasta los 90 grados, darnos un chapuzón en las tranquilas aguas y así fortalecer nuestro sistema circulatorio. Calor y frío se van alternando y además podemos disfrutar de conversaciones en pareja o amigos con panorámicas espectaculares mientras nos turnamos para conducir el barco sauna, que se desplaza a 7 km/h durante 4 horas.
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Las embarcaciones, que admiten hasta 6 personas, cuentan con toallas, albornoz, zapatillas. Si queremos, podemos añadirle nosotros un tentempié para desayunar o ver la puesta de sol, ya que hay barcos sauna desde las 7.30 de la mañana hasta la tarde. No se requiere ninguna titulación para ponerse al mando y el lago es tan tranquilo que la aventura en esta embarcación con estufa de leña puede llamarse perfectamente balneario privado.
En otras regiones de Suiza, como Lucerna, hay góndolas sauna y en la bahía de Spiez góndolas en las que se sirve incluso fondue. Sin embargo, lo mejor de la experiencia del barco sauna de Zurich es que permite conocer de primera mano una de las ciudades más interesantes de la República Helvética, que nos brinda lujo, naturaleza e historia a la vez, y todo ello a menos de una hora en coche de los Alpes.
Metrópolis cosmopolita
Hace años que Zurich, centro económico y educativo de Suiza, se cuenta entre las ciudades con mayor calidad de vida del mundo. Son muchos los que se atreven a definir a la ciudad favorita de James Joyce, quien cuenta con una escultura de cabezas pensantes en el punto en que el río Limmat se bifurca en dos brazos, como una urbe boutique. Pero lo hacen con toda la razón: en ella confluyen un centro de gran valor histórico, especialmente por las tradiciones gremiales que todavía persisten, junto a su diseño y oferta de vanguardia. Es por ello que son más de 130 las nacionalidades que conviven en esta ciudad de 400.000 habitantes, hoy en día atraídos precisamente por multinacionales como Google y Disney Research, que tienen aquí una gran sede.
Pero incluso contando con una de las mejores universidades de ciencias del mundo, con ilustres alumnos y profesores ganadores de premios Nobel como Albert Einstein, Alfred Werner, Paul Carrer, Walter Rufolf Hess o Rolf. M. Zinkernagel, Zurich tiene un destacado panorama artístico desde hace más de un siglo. Buena muestra de ello es su facultad de Arte y su increíble museo de arte moderno, la Kunst Haus. ¿Alguien pensaba que lo mejor de Monet estaba en el MoMa de Nueva York o en L’Orangerie de París? ¿Qué otra entidad podría competir en número de obras de un veinteañero Picasso con el Hermitage de San Petersburgo?
El arte ha sido siempre una impronta en Zurich. En esta ciudad nació en 1916 el dadaísmo
La Kunst Haus de Zurich, obra del arquitecto británico David Chipperfield, alberga una colección de arte de grandísima envergadura, con un fondo de 4.000 pinturas y esculturas desde el siglo XIII hasta nuestros días. Otro espacio arquitectónico y de diseño imprescindible es el pabellón Le Corbusier, muy cerca del lago y del jardín chino. Una obra maestra que alberga también mobiliario creado por este increíble arquitecto y sus coetáneos.
El arte ha sido siempre una impronta en Zurich. Fue precisamente en esta ciudad donde en 1916 nació el dadaísmo. En una taberna que hoy por las noches es un bar de lo más concurrido, en la que se celebran a menudo exposiciones y eventos, hace poco más de 100 años pintores, músicos y autores pusieron en tela de juicio al arte de por sí, lo que se convirtió en una revolución del arte internacional. Los aficionados al estilo dada pueden acudir asimismo al hotel Limmatblick, en el que todas las habitaciones han sido amuebladas de forma individual al estilo dadaísta.
Exquisito casco antiguo
Zurich conserva a la perfección su casco antiguo, mayoritariamente peatonal y con calles de adoquines. Aquí encontramos la catedral, con sus dos torres gemelas y su torre del reloj, y la iglesia de la abadía de Fraumüster, con su gran campanario de color verde pastel que, gracias a su altura, es visible desde lejos. Esta iglesia también es conocida por sus vitrales de colores con representaciones bíblicas creadas por el artista Marc Chagall.
La Bahnhofstrasse cuenta con grandes almacenes, boutiques y, evidentemente, joyerías donde se vende el séptimo arte en relojería, mientras que calles como Rennweg y Agustinergasse son mucho más pintorescas y albergan galerías de arte y tiendas de delicatessen suizo. Sí, Zurich nos tienta con su maravilloso museo interactivo del chocolate de la fábrica Lindt, pero nos permite también conocer a pequeños productores de chocolate pioneros en la economía circular. Es el caso de Laflor, que transporta en barco de vela el mejor chocolate de América Latina hasta Zurich para contribuir a la lucha contra el cambio climático.
En el Odeon, uno de los espacios emblema de la ciudad, almorzaban Lenin y Joyce durante sus tiempos en la ciudad
Otros chocolates que merecen nuestra atención para entender la envergadura de la historia de amor entre Suiza y el chocolate es Taucherli, del productor Kay Keusen, también abogando por una mayor sostenibilidad en la producción de esta delicia. Todos ellos se venden en la tienda de productos autóctonos y slow Berg und Tal, en Niederdorfstrasse 3, donde también pueden adquirirse delicias como los chips de fondue, ideales para un tentempié si queremos admirar la ciudad desde lo alto, en concreto desde Üetliberg, un cerro ubicado en el límite de la urbe, que se eleva a unos 870 metros sobre el nivel del mar. Desde allí se obtiene una panorámica de Zurich, incluyendo su lago y el valle de Limmat. Aunque puede subirse en tren o en bici, es sumamente apetecible hacerlo a pie, descubriendo caminos en tonos otoñales que casi obligan a hacer fotos a cada paso.
Si, por el contrario, optamos por quedarnos en el centro, o si tras esta pequeña excursión se nos antoja un buen brunch o menú de mediodía, el Odeon es uno de los espacios emblema de la ciudad. Existe desde 1914 y en él almorzaban Lenin y Joyce durante sus tiempos en la ciudad suiza. Un lugar perfecto también para degustar vinos de la región, los conocidos Räuschling.
Otra opción, más glamurosa, es el coqueto Café Conditorei 1842, en la Napfgasse número 4, con exquisitos sándwiches, ensaladas y dulces que nada tienen que envidiar a las famosas confiterías parisinas o vienesas. Además, sirven el mejor chocolate caliente de la ciudad. Y es que los zuriqueses no solo comen muesli, queso y las “Züri Gschnätzlets”, tiras de cordero. Les encanta la buena mesa y las tendencias se imponen rápidamente. Es por ello que en septiembre tienen un festival gastronómico al nivel de otros mundialmente famosos, como Pitti Taste en Florencia.
Y si bien apetece disfrutar de una fondue en toda regla en Swiss Chuchi, en la ciudad vieja, son muchos los restaurantes que ofrecen platos para los más gourmands y amantes de la fusión. Es el caso del restaurante AlpenRose, con exquisitos platos de carne y los famosos noodles de huevo Spätzli, y del restaurante a orillas del lago Fischerstube Zürihorn, en el que sirven pescado fresco y maravillas veganas, como el salmón hecho con zanahoria. Sí, Zurich es capital sostenible y verde desde hace décadas. De hecho, cuenta con el restaurante vegetariano más antiguo de Europa, el Hiltl, abierto en 1989 y hoy objeto de culto.
Estancias de lujo
Para estancias de lujo, podemos optar por alojarnos en el histórico hotel 5 estrellas Baur au Lac, que aún goza de la reputación de ser uno de los mejores hoteles del mundo, con suites increíblemente elegantes con vistas al lago y a los Alpes. Este establecimiento cuenta también con dos reputados restaurantes abiertos a todo público, uno de los cuales, el Pavillon, fue premiado con una estrella Michelin.
El Park Hyatt Zurich, de cinco estrellas y con una decoración vanguardista entre excelentes obras de arte, ofrece otro templo del buen comer, el restaurante Parkhuus, donde puede verse a los chefs en acción gracias a sus tres paredes de cristal. Su bodega es de dos plantas e incluye más de 3.000 referencias.
Si preferimos estar en pleno centro de la ciudad y en un precioso 4 estrellas ubicado en un edificio histórico, el hotel Marktgasse es una excelente opción, con un restaurante también muy querido, incluso por el mismo Roger Federer, el mejor embajador de toda Suiza.