La maldición de la mansión Winchester
Es habitual que en las numerosas historias de fantasmas y aparecidos que circulan en todo el mundo, aparezcan grandes casas o mansiones que son el lugar donde suelen aparecer fantasmas o espectros en distintos momentos. Es el caso de una enorme y fastuosa mansión que fue construida a finales del siglo XIX por la viuda del creador de los tristemente afamados rifles Winchester, que son considerados indirectamente responsables de la matanza de miles de indios norteamericanos por las tropas colonizadoras. Una vidente le aseguró a la atormentada viuda que si edificaba sin cesar en la famosa casa, los espíritus jamás la podrían encontrar. Por eso mismo Sara, la atribulada mujer, decidió que la mansión no parara de crecer mientras ella viviera.
Cualquiera sabe o ha escuchado la palabra maldición o maldito, y el término se refiere a un estado en que la mala suerte se cierne sobre un lugar o una persona, atormentando y haciendo la vida imposible en ese sitio a quienes lo habitan. La mayoría de las veces estos hechos se dan en casas, castillos o mansiones, que resultan ser lugares malditos. Sin embargo, en otras ocasiones una persona puede llevar una maldición consigo misma. A partir de una gran tragedia o algo que le haya causado un inmenso dolor y sufrimiento, motivos más que suficientes como para dejar maldito un lugar. Este fue el caso de Sara Winchester, la viuda, aunque ella no tenía la culpa de nada, la maldición que pesaba sobre su familia por obra o creación de su marido, William Winchester, cayó sobre ella hasta los últimos días de su trágica existencia.
—¿Quién era?
—Se llamaba Sara Pardee (1839-1922) y vivía en Connecticut. Era una mujer de la alta sociedad, muy hermosa, lo cual la hacía muy pretendida por todos los hombres en su época. Quiso la suerte que fuera el prestigioso William, heredero de la fortuna de los Winchester, que se hicieron millonarios al crear los rifles a repetición automática, quien consiguiese su compromiso y posterior casamiento. Desde el comienzo, nunca tuvieron suerte en su vida en común. Los rumores decían que por culpa del legado de su marido, Sara se vio condenada a una existencia entre fantasmas y apariciones de aquellos que habían fallecido a causa de los rifles de la fábrica de su esposo. El caso es que, fantasía o realidad, la mala suerte persiguió a la familia Winchester, ensañándose con ellos y dejando a Sara en la más absoluta soledad. Prueba de ello es que la pareja perdió a su hija a los 15 días de haber nacido, víctima de una rara enfermedad. A partir de entonces, la cordura de Sara se rompió, empezó a desequilibrarse y sus ingresos al hospital fueron muy frecuentes.
Diez años después, a pesar de que el matrimonio sin hijos sintió el cimbronazo, la vida de los esposos pareció retornar lentamente a la normalidad. Sin embargo, el imperio Winchester perdería a la cabeza de la familia. William, heredero de toda la fortuna de su padre, contrajo tuberculosis, una enfermedad fatal en ese entonces y su muerte dejó a la resignada Sara sola en este mundo. Pero quedó con una gran fortuna que la dejó viviendo como una reina por el resto de su vida. Consumida por una creciente locura, Sara creía estar rodeada de fantasmas y se dejó engañar por los médiums y adivinos de esa época. Una de ellas le aconsejó a Sara que viajara muy lejos de donde vivía, a un lugar que le indicaría el espíritu de su difunto esposo. En el sitio indicado debía edificar una mansión donde se construyera y trabajara constantemente, noche y día, sin descanso. De esa forma los espíritus jamás podrían encontrarla en una casa tan grande y llena de ventas, de escaleras y puertas. Sara, seguramente algo desequilibrada pero segura de los pasos a seguir, en 1884 llegó hasta el Valle de Santa Clara en California, y el supuesto espíritu de su marido le anunció que allí debía edificar la mansión Winchester. Por eso mismo, durante los 38 años restantes de su vida, Sara nunca dejó de tener operarios que constantemente construían lo que fuere. Así la viuda buscó la manera de escapar de tan temible maldición.
La casa es una verdadera locura de escaleras, corredores, tres ascensores, un solo baño y aproximadamente 160 habitaciones distribuidas en 7 pisos. Hay puertas que se abren al vacío, habitaciones escondidas, otras construidas alrededor de cuartos ya existentes, escaleras circulares que no llevan a ninguna parte. Se llegaron a contar dos mil puertas en el interior de la siniestra mansión. Y es que la casa fue diseñada no solo para ella sino también para las almas que la acompañaron en su vida. Se dice que la viuda dormía en una habitación diferente cada noche, para así poder huir de los espíritus que no cesaban de buscarla, clamando venganza. A sus 83 años la pobre Sara murió dejando atrás una existencia desgraciada, huyendo de supuestos espíritus que la atormentaban por el solo hecho de haber sido la esposa de un tal Winchester, el creador de un arma letal.
Un verdadero laberinto
En la actualidad la mansión se mantiene erguida y puede ser visitada por todo aquel que se atreva a recorrer sus laberintos y habitaciones, a sabiendas de que una maldición habitaría en algunos de sus rincones, mientras que esas almas errantes que perseguían a la desdichada mujer, aún pueden transitar sus enmarañados pasillos, clamando venganza. Quizá no fue una maldición lo que atormentó a los Winchester, sino la culpa por haber creado un rifle que acabó con la vida de millones de inocentes en la conquista del Salvaje Oeste. Aunque eso jamás se podrá saber. Se comentó que William, poco antes de morir, fue maldecido por una bruja, quien, quien le dijo que todos los espíritus de las víctimas de los rifles lo atormentarían hasta el fin de sus días. Eso asustó a su esposa Sara, quien asesorada por médiums y espiritistas, no paró de construir la enorme mansión, para evitar que esos espíritus la invadieran.