Torres Blancas, el edificio brutalista emblema del cielo de Madrid
Con 81 metros de altura, la creación de Sáenz de Oiza es el árbol de hormigón más grande, fotografiado y querido de la capital española.
Hay una figura tosca, redondeada e imponente que rompe el skyline de la ciudad de Madrid. Un edificio cuya mera construcción supuso un reto y una ruptura con la arquitectura que se estilaba en la época, una oda al brutalismo y al organicismo, un árbol de hormigón de 23 plantas que fascina a los ojos de quienes se topan con su imponente presencia.
Torres Blancas es la obra cúlmen del arquitecto Francisco Javier Sáenz de Oiza, una torre de hormigón construida en 1969, de 81 metros de altura y que no pasa desapercibido por sus singulares formas cilíndricas que se repiten tanto por fuera, como por dentro del edificio.
La idea de crear Torres Blancas fue, ya en su origen, rompedora. El edificio buscaba ser un experimento impulsado por la constructora Huarte, dirigida por el vanguardista empresario Juan Huarte.
Pensada para ser una torre de viviendas de lujo en altura, rompió con las convenciones de la arquitectura residencial hasta entonces imperantes y se convirtió en uno de los mejores ejemplos de la tendencia brutalista y organicista, movimientos impulsados por grandes nombres como Le Corbusier y Frank Lloyd Wright.
Tremendamente influido por estos dos iconos de la arquitectura, el objetivo de Oiza era construir un edificio de viviendas que creciera orgánicamente, a semejanza de un árbol, en sentido vertical.
Para ello, creó un recorrido por todo el edificio que se expandía por escaleras, ascensores e instalaciones como los vasos leñosos de la planta, mientras que las terrazas curvas simbolizaban las hojas de las ramas.
Sus 23 plantas están divididas en viviendas y oficinas, además de dos en el sótano, una planta de acceso y una serpenteante piscina en la azotea. Las plantas 21 y 22 están dedicadas en exclusiva al mantenimiento de sus instalaciones generales.
Las obras del edificio comenzaron en 1961 y se alargaron ocho años. Un hito por el que Sáenz de Oiza fue galardonado con el premio de la Excelencia Europea en 1974.
Pero si algo llama la atención es su nombre, porque Torres Blancas es solo una torre y no precisamente de un color pulcro…
Para encontrar el origen de esta curiosidad hay que remontarse al propósito original, que no era otro que levantar dos torres de hormigón que, según los rumores, estarían revestidas de mármol blanco. Sin embargo, muchos apuntan a que el color “blanco” se incluyó en el nombre en honor a la “limpieza” con la que Le Corbusier proyectaba sus construcciones.
Torres Blancas es un diálogo entre arquitectura, jardín interior y paisaje. Una conversación circular que se traslada a las viviendas, cuyos muebles tuvieron que fabricarse bajo demanda, trabajo que el propio Huarte (quien vivía en el ático del edificio) encargó al estudio H. Muebles, con la ayuda del arquitecto Pedro Torrijos.
Nada en este edificio residencial parece de este planeta y, quizás, sus terrazas con forma de ovni podrían trasladarnos a ese lugar que el propio Sáenz de Oiza imaginó que sus Torres Blancas ponían en común al hombre con la naturaleza y desde donde soñaba con lograrlo. «Yo sería feliz si las hormigas llegasen hasta arriba», decía.