Las joyas arquitectónicas que siguen en pie y evocan el esplendor de la ciudad

29 de noviembre de 202203:00

Una caminata por la rambla es siempre un buen comienzo. Hacia ambos lados es posible divisar esas perlitas que hacen que entrar a Mar del Plata por la costanera sea una agradable bienvenida. Llevamos un listado que nos preparó el arquitecto Horacio Goyeneche para que nada se nos escape. En dirección a Playa Grande destaca el edificio racionalista Terraza Palace, con su forma de máquina de escribir y sus balcones de colores primarios, rojo, azul, amarillo; fue construido por el catalán Bonet i Castellana en 1960, con su forma aterrazada que buscaba proyectar la menor sombra posible sobre la playa.

Barrio Stella Maris adentro, sobre una lomada sobresale una curiosa construcción Tudor de casi 90 metros de alto. Es la torre Tanque, concebida para abastecer de agua a los vecinos; su mirador, al que se llega después de trepar 194 escalones, regala una de las vistas más espléndidas de ciudad.

Otro tesoro patrimonial, tal vez el más valioso, es la Casa sobre el Arroyo. Está en plena restauración y el proyecto es reabrirla en el corto plazo. Después de décadas de abandono y vandalismo, está muy cerca de recuperar algo de su brillo original.

“La ciudad tuvo muchas etapas, de balneario de élite a la Mar del Plata de la farándula. Pero le costó mucho aggiornarse al turismo cultural y dejar de depender sólo de la playa y de la temporada de verano”, dice Magalí Marozzo, al frente de los trabajos de restauración de la casa de hormigón inspirada en las ideas de Le Corbusier y construida por Amancio Williams para su padre, el músico Alberto Williams.

Magalí hoy es Directora de Obras y Planeamiento de General Pueyrredón; en su adolescencia representó durante tres años la ciudad: como Reina de los Pescadores y Reina del Mar. Ahí, dice, terminó de cristalizar su amor. “Mar del Plata tiene una riqueza increíble, es un lujo que tenemos, queremos desarrollar Mar del Plata tierra adentro”.

En cuanto al Parador Ariston, que supo tener una pista de acero inoxidable en la que había que bailar con los zapatos entalcados para no resbalar, es otra de las cuentas pendientes en lo que a la recuperación del patrimonio concierne. El destino de la obra con forma de trébol de cuatro hojas –aclamada en todo el mundo– y que lleva la firma del húngaro Marcel Breuer es, por el momento, más incierto. Tapiada y arrumbada, languidece en las afueras.

En el barrio Los Troncos, tres casonas ubicadas en manzanas contiguas concitan toda la atención. La que pertenecía a Adolfo Bioy Casares y Silvina Ocampo sólo se puede apreciar desde afuera: hoy es un colegio secundario. La famosa de Victoria Ocampo, construida a partir de un kit para armar de la firma inglesa Boulton & Paul que llegó por barco, ostenta pintura nueva (ese clásico amarillo patito), y la tercera –Villa Mitre– alberga el museo histórico de la ciudad, cuyo futuro de gran balneario nacional se selló en septiembre de 1886 con la llegada del primer tren desde Buenos Aires.

Antiguas sillas de mimbre, viejos protocolos y reglamentos de baño y farolas y copones de hierro forjado que adornaban la rambla francesa son algunos de los objetos que exhibe. Lo más impactante son los baños originales de Villa Mitre, casi gemelos, pero con azulejos en tonalidades distintas, uno rosado y el otro en verde agua.

La confitería del golf –donde lamentablemente no permiten sacar fotos– es un viaje en el tiempo con sus pisos y mobiliarios de madera robusta, sus chimeneas y escudos heráldicos. Desde los balcones se divisa el mar y parte del puerto, además de la cancha inaugurada por un grupo de ingleses el 25 de diciembre de 1899. En La Perla, el antiguo asilo de huérfanos Saturnino Unzué –hoy Espacio Unzué–, con sus interiores revestidos en mármol de Carrara, es otro paseo ineludible.