Una casa en Navacerrada desde la que viajar a los maravillosos setenta sin máquina del tiempo

Una casa en Navacerrada desde la que viajar a los maravillosos setenta sin máquina del tiempo


Quizá nadie había visto antes su potencial, otros sencillamente pasaron de largo sin saber que aquella construcción podía convertirse en un objeto de deseo. Antes de que llegara 2020, no eran muchos los que precisamente apostaban por vivir fuera de las grandes urbes. Pero Ana Sánchez, fundadora de El Deli Estudio (dedicado al interiorismo y a la venta de menaje y piezas vintage exclusivas para el hogar) lo tuvo claro, para ella no fue necesario que la pandemia le abriera los ojos: decidió dejar su piso de Callao (en Madrid), en el que llevaba 14 años, para mudarse a una casa en Navacerrada, municipio que pronto vería su población duplicarse. 

Los anteriores dueños habían construido la casa con sus propias manos y durante más de 40 años la habían empleado como segunda vivienda. Yendo y viniendo, la actualización del hogar no había sido prioridad y acabó por quedarse estancado en la maravillosa década de los setenta. Lejos de ser la casa de campo que Annie Hall habría utilizado para huir de la bulliciosa ciudad, Sánchez se encontró con un sinfín de tabiques, baldosas de tonalidades oscuras, poca luz, ladrillo naranja y carpintería color topo. “La casa estaba lista para entrar a vivir” nos cuenta la actual dueña, “estaba bien y lo básico existía, pero nosotros queríamos hacerla más contemporánea”. Y así comenzó el proyecto.

Estudio en madera de abedul con lámina Vintage de The Doors de 1966  y original de Vasarely de 1975.

Mercedes Perez

Un giro te tuerca

Dividida en tres plantas, la obra reconvirtió la vivienda en un espacio amplio y luminoso que evoca lo mejor de la década y que es una carta de amor a la madera de la zona. “Me encanta la fuerza del material. Es muy cálida y tiene la capacidad de convertir cualquier espacio en acogedor”.  La interiorista se ha inspirado en el terreno de su pequeño municipio y ha conjugado en todo el proyecto los diferentes tipos de madera autóctona, trasladando la naturaleza del exterior al interior de la casa y distinguiendo los acabados entre estancias sin perder la coherencia del espacio. 

Mueble vintage y lámina de Keith Haring.

Mercedes Perez

 En la pared, obras de la artista sudafricana Katrin Coetzer y lámina “Ay” de Marta Botas. 

Mercedes Perez

Ya lo dijo Pablo Picasso: “Si llegan las musas, que te pillen trabajando”. Y es que la planta baja de esta casa además de un garaje, alberga un despacho. Recubierto de madera clara de abedul, se convierte en un refugio dedicado a la literatura y la música.  Discos de los Beatles, láminas de Jim Morrison o los Beach Boys, un espacio de pura inspiración que bien podría recordar a la estética de los Eames. En el piso de arriba reina el dormitorio infantil, con una amplia zona de juegos, suelo de parquet de damas y un baño completo que sigue la estética del resto de la casa y combina el blanco y el naranja.



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