Así son los edificios más emblemáticos de Castilla y León (I parte) — idealista/news

La comunidad de Castilla y León es otra de las grandes desconocidas en lo que a arquitectura contemporánea se refiere, sin embargo, sus pueblos y ciudades acogen diseños realmente sorprendentes, desde “cabañas del siglo XXI” hasta instalaciones que preservan restos arqueológicos y ayudan a su estudio y descubrimiento. Para poder alcanzar una selección de curiosos hitos de todas sus provincias, dividiremos en dos entregas el recorrido por esta comunidad autónoma.

Casa Garoza 10.1

Toda una rareza experimental, proyectada por el prestigioso arquitecto Juan Herreros, este prototipo industrializado, ajustado a los principios de sostenibilidad y a las necesidades contemporáneas, ha cosechado un sinfín de premios, entre ellos el Construmat a la Innovación Tecnológica en 2011 y el AR House Award 2012, además de ser Finalista de la Bienal Española de Arquitectura y Urbanismo y seleccionado para los Premios FAD y los Premios Mies Van der Rohe de Arquitectura Contemporánea Europea. A tenor de semejante palmarés, no es de extrañar que la bautizada como Casa Garoza 10.1, situada en Muñogalindo (Ávila), sea considerada en el panorama internacional como un referente de vivienda industrializada de carácter modular.

La casa está levantada en una finca privada de dos mil metros cuadrados en Muñogalindo, Ávila, en el marco natural de una dehesa. La elección no parece gratuita, dado que tiene a su lado la Fundación Ibarrola, descrita como “una expresión artística de Arte y Naturaleza, concebida y realizada por el pintor y escultor vasco Agustín Ibarrola Goicoechea, que transformó este territorio de rocas y encinas en un lugar mágico, lleno de arte y espiritualidad”.

Definida como “una cabaña del siglo XXI”, Casa Garoza fusiona arquitectura, arte y paisaje en una experiencia única, que aprovecha el hueco que dejan las rocas de este singular paisaje para erigirse como si de un observatorio del propio medio natural se tratara. Para construirla, Herreros apostó por el empleo de elementos industrializados, prefabricados y ligeros, con los que consideraba más factible y económico “diseñar un objeto-satélite, cuya función principal es aterrizar en el terreno lo más rápidamente posible, y marcharse igualmente en el momento más insospechado sin hacer el menor ruido”, según se describe en la propia memoria del proyecto.

De hecho, la casa se fabricó en un taller y se transportó en cinco camiones hasta el lugar elegido, instalándose en una sola jornada. Únicamente la última capa de la fachada y la cubierta se colocaron in situ, logrando integrarse en el paisaje sin dañar su entorno de grandes rocas graníticas.

En palabras del arquitecto: “Es el propio espectador el que define su relación con el entorno. La casa acoge al huésped, lo protege, pero brindándole el disfrute contemplativo. En Casa Garoza experimentaremos cómo es la vida en una cabaña de nuestro tiempo sensibilizándonos con el ecosistema, ahora más relevante que nunca. Confort y conciencia de sostenibilidad van de la mano en esta experiencia que nos invita a encontrar el equilibrio, ya que al estar en mitad de la nada los recursos son limitados, como el agua, que hay que traerla en cisterna, por lo que sugiere un consumo responsable”.

Escuela de Arte y Superior de Diseño de Burgos (EASDE)

Este proyecto también fue seleccionado, en 2013, para los Premios Mies Van der Rohe de Arquitectura Contemporánea Europea. Según sus responsables, debía tratarse de una “obra de carácter”, al ser el lugar destinado a formar a los nuevos artistas y diseñadores de Castilla y León, y de este modo fue concebido como un gran taller en el que el trabajo manual cobra vida.

El edificio, situado en el interior de una manzana de bloques de viviendas (C/ Sahagún, 2, Burgos), recoge la geometría del lugar. Se apuesta por buscar la mayor apertura visual para potenciar el proceso de aprendizaje y conocimiento, permitiendo al alumno conocer qué se está trabajando en cada taller.

El edificio se organiza en dos piezas superpuestas, la planta baja sigue la geometría de la citada parcela, mientras que el volumen superior adquiere su propio carácter a través del color azul y la geometría ortogonal, convirtiéndose en una pieza singular. El conjunto se dibuja sobre una trama modular, alternando espacios docentes y patios, articulados en un esquema de circulación en anillo que permite una óptima relación entre espacios.

Solo al entrar ya se percibe esa gran amplitud visual citada. El vestíbulo, por ejemplo, se duplica eventualmente con el salón de actos mediante una pared móvil, y una doble altura genera una relación fluida entre plantas. Para que los distintos talleres dejen ver la actividad que en ellos se realiza, se emplean mamparas acristaladas, de este modo, como ya hemos comentado, los alumnos pueden observar más allá de su especialidad y obtener una formación más completa. Incluso de cara a la calle, se ha dispuesto un espacio acristalado a modo de escaparate en el que el centro puede exponer el trabajo de los alumnos, compartir sus actividades con la ciudad.

Como en el taller de un artista, se advierte una atmósfera especial en esta construcción. Todo el edificio está impregnado del carácter propio de los espacios de creación. Los responsables del proyecto aseguraban que la Escuela será lo que su “comunidad” de usuarios quiera que sea: “es un papel en blanco, abierto a la creatividad de los alumnos y profesores”.

Museo de Arte Contemporáneo de Castilla y León

El MUSAC (Museo de Arte Contemporáneo de Castilla y León) ocupa un solar del centro de León, no muy lejos de la plaza de San Marcos y de su emblemática catedral (Av. de los Reyes Leoneses, 24, León). El edificio fue diseñado por los arquitectos españoles Emilio Tuñón y Luis Moreno Mansilla, ganadores del Premio de Arquitectura Española en 2003 y del Mies Van der Rohe en 2007, y está considerado uno de los proyectos arquitectónicos españoles contemporáneos con más reconocimiento internacional.

Esta sede artística se proyectó como una gran superficie para la cultura, “un sistema expresivo a base de espacios continuos diversificados que trata de enfatizar el interés que comparten el arte y la arquitectura por la expresión contemporánea”, en palabras de sus creadores. En su extensión, como un edificio de una sola planta construido con muros de hormigón blanco y grandes vidrios de colores al exterior, el museo busca ser “un espacio donde el arte se sienta cómodo y ayude a borrar las fronteras entre lo privado y lo público, entre el ocio y el trabajo y, en definitiva, entre el arte y la vida”.

Una de las peculiaridades más destacadas de este diseño es la compleja geometría de la planta, heredada de la de ciertos pavimentos de origen romano que, mediante dos polígonos (cuadrado y rombo) permiten desplegar una superficie continua, regular o irregular, sobre un plano. De este modo, el movimiento que caracteriza el plano del edificio contrasta con la sutileza de su fachada, compuesta por más de 3.351 vidrios (de ellos, 2.719 translúcidos), sustentados por quinientas vigas prefabricadas de hormigón.

Por otro lado, el MUSAC se relaciona con la vida pública de la ciudad al generar una amplia plaza pública de 1.500 metros cuadrados que adquiere una forma cóncava para acoger actividades y encuentros.

Es muy curioso observar el mosaico de cristales de 37 colores que recibe al visitante en la fachada principal, que recrea la vidriera El Halconero, de la Catedral de León, y que se obtuvo a partir de la digitalización de dicha imagen. Al escoger esta vidriera, una de las más antiguas de la catedral (siglo XIII), el museo evoca el patrimonio de la ciudad de León al tiempo que reivindica su carácter de catedral contemporánea.

Villa Romana de la Olmeda

En el verano de 1968, en el transcurso de unas de unas labores agrícolas en el pago conocido con el nombre de La Olmeda, los dueños de la finca se toparon con restos de una vieja pared que dieron pie a una investigación. De ella surgió el hallazgo de uno de los yacimientos arqueológicos más importantes del mundo romano hispánico, una espléndida villa rural con aires palaciegos cuyo momento de esplendor puede volver a vivirse y estudiarse 1.600 años después de su construcción. Se encuentra en Pedrosa de la Vega (Palencia).

Tras la declaración del conjunto como Bien de Interés Cultural en 1996, se planteó construir unas instalaciones que no solo protegiesen de manera apropiada la excavación, sino que además permitieran desarrollar un programa de apoyo para visitantes y arqueólogos. Nació así, en 2009, el actual recinto arqueológico, planteado en cuatro naves que envuelven la villa. La estructura, organizada por células y con la cubierta en cuatro bóvedas como protagonista, se apoya sobre pilares metálicos que sortean los restos arqueológicos. Los arquitectos han sido Ángela García de Paredes e Ignacio Pedrosa.

El interior se plantea como un gran recinto continuo, dentro del cual se integran, sin romper esta continuidad, los distintos elementos que constituyen el conjunto como piezas autónomas bajo la cubierta única. Este sistema permite construir un recinto tan grande o tan pequeño como se desee, así como cualquier ampliación que pueda necesitarse en el futuro.

El recorrido interior rodea el patio de la villa romana en una cota sobre elevada respecto a los mosaicos, conduciendo al visitante hacia las termas. También da paso a las piezas que componen el programa funcional del espacio museístico. Por su parte, las distintas salas se delimitan con tejidos metálicos suspendidos, favoreciendo la contemplación de los mosaicos iluminados en ámbitos diferenciados y recuperando espacialmente las estancias originales. Se quiere así presentar al visitante un organismo complejo, evitando dominar de un solo golpe de vista toda la excavación.

En cuanto al marco natural en el que se integra, se trata de un paisaje horizontal de choperas, lo que supone la inserción de un gran volumen en un lugar no construido, convirtiendo el lugar arqueológico en un elemento más del propio paisaje.