así es su obra en la ciudad
Un arquiueden decir que no hayan pasado, al menos una vez en la vida, por el edificio que el arquitecto japonés dejó a la ciudad en 1992.
Si un arquitecto pervive en su obra, Isozaki, fallecido ayer a los 91 años en Japón, puede estar seguro de que, de alguna manera, sobrevive en la huella profunda que su legado ha dejado en la Ciudad Condal.
Pero el Palau Sant Jordi no es el único edificio que el Isozaki construyó en Catalunya, y ahora, para rendir homenaje al arquitecto, te mostramos todas las obras que dejó cerca nuestro, y construyendo un pequeño recorrido por el legado de quien fue Premio Pritzker en 2019
Palau Sant Jordi, la joya de los Juegos Olímpicos del 92
Su edificio más obvio es también el más icónico, y, sin duda, uno de los más importantes del evento más relevante de la historia reciente de la ciudad, los Juegos Olímpicos del 92. El Palau es una muestra de uno de sus rasgos característicos, la adaptación al entorno.
Construido sobre la montaña de Montjuic para acoger parte de las actividades deportivas a cubierto de los juegos, la cubierta redondeada y de formas orgánicas (otro de sus rasgos) del Palau se adaptan con harmonía al entorno semi-natural en el que se encuentra el edificio.
Considerado un ejemplo de reaprovechamiento de instalaciones olímpicas, el Palau Sant Jordi sigue siendo el principal espacio de eventos de la ciudad.
Acceso y escultura de entrada al CaixaForum, la arquitectura discreta
A pocos metros del Palau Sant Jordi se encuentra otra gran obra del arquitecto. Si el Palau es el ejemplo de la grandilocuencia y del impacto que una obra puede tener en el medio, el acceso al CaixaForum es lo contrario, y nos demuestra como una obra arquitectónica puede fusionarse con el entorno y ser casi indistinguible del mismo.
Isozaki diseñó el espacio de entrada al CaixaForum de Barcelona, el lugar donde la ciudad se fusiona con la antigua fábrica modernista Puig i Cadafalch. El espacio es precioso, un lugar de tránsito en mármol blanco, el Patio Inglés, inspirado en el Pabellón Mies Vander Rohe que se encuentra justo enfrente. Luminoso y amplio, el patio salva un desnivel importante conjugando armónicamente el espacio exterior con el patrimonio industrial que supone el edificio.
Arriba, en un guiño al metal del modernismo industrial, dos árboles de acero y cristal reciben al visitante como si fueran un edificio fabril deconstruido, dando riqueza y contraste a las líneas rectas y sobrias de todo el resto del espacio.
Poliesportiu Palauet, una joya escondida en Palafolls
La última obra de Isozaki también es un palacio de deportes. Pero si las dos primeras obras de muestran imponentes en una capital como Barcelona, la tercera se esconde en un pequeño pueblo del Maresme, Palafolls. Ahí está el Palauet, un espacio inaugurado en 1996 (cuatro años después del Palau Sant Jordi), bautizado así por su semejanza con el recinto de Barcelona.
Con capacidad para 300 personas, la obra es un lugar atípico en el Maresme, con su cubierta de formas redondeadas, que cubre la mitad del recinto, dejando la otra mitad al descubierto. Como anécdota queda que, al parecer, el alcalde de Palafolls convenció a Isozaki de que participara en el proyecto presentándole al artista Antoni Tàpies ya que, originalmente, este iba a donar una obra suya al recinto.
Y aunque esta iniciativa no prosperó, el edificio sí se construyó, dejando en la pequeña Palafolls (9.000 habitantes aproximadamente), la obra de uno de los arquitectos más importantes del mundo.