El brasileño Arthur Casas nos da las claves de su arquitectura

El brasileño Arthur Casas nos da las claves de su arquitectura


El arquitecto Arthur Casas (São Paulo, 1961) es hijo de la domesticación de la modernidad que vivió su país, Brasil. Por eso sus edificios e interiores hacen convivir sobriedad y trabajo artesano. Y sus viviendas llevan la naturaleza al interior del espacio doméstico. Su trayectoria se remonta a 1983, cuando termina de estudiar en la Universidad de Mackenzie. Empezó haciendo interiores y no tardó en llegar a las viviendas de altos vuelos.

Aunque sus clientes son ricos, sus casas son contenidas, de una modernidad racionalista que trata la luz y la vegetación como sus bienes más preciados. Con edificios, tiendas, apartamentos y, sobre todo, viviendas, levantados en Tokio, Oporto, Tijuana, Río de Janeiro o São Paulo, Casas firmó en Milán el pabellón brasileño de la Expo 2015. La serenidad de sus viviendas contrasta con el cosmopolitismo de la librería Saravia de São Paulo y el vibrante diseño del restaurante de moda en Florida, el Koshushi Miami. Casas nos recibe por vía telemática para declarar su amor a Mies van der Rohe y celebrar la vigencia del centenario pabellón que el maestro alemán levantó junto a Lilly Reich en Barcelona.

 

 

Tiene el apellido perfecto para un arquitecto. ¿De dónde es su familia?

Mi abuelo paterno era español, de Galicia. Como sabe, Casas no es un apellido extraño allí, aunque en Brasil sí lo es.

Y le define. Su carrera se ha movido en torno a esta tipología. ¿Qué necesita una casa para ser extraordinaria?

La casa es el punto de partida en la carrera de todo arquitecto. La razón es sencilla: la escala y el programa nos son familiares. Solo por vivir, sabemos ya de casas. Cuando era niño pensaba todo el rato en mi casa ideal. Creo que todavía no la he encontrado. Y sigo pensando en ella. Eso sí, he hallado soluciones que mejoran las viviendas: la iluminación natural, la relación entre los espacios interiores y los exteriores; la vegetación debe entrar y la vida salir.

Alvaro Siza escribió que una casa no se termina nunca. ¿Está de acuerdo?

La vida es cambio. Y una casa viva no puede ser un lugar estático porque tiene que responder a los cambios de la vida.

¿Cuánto se puede cambiar una casa?

Las veces que sea necesario. Periódicamente los muebles, los tejidos y las obras de arte piden cambios. Llevo 30 años viviendo en mi casa. No necesito cambiar de dirección, pero sí me gusta renovar el lugar donde vivo.

¿En cuántas casas ha vivido?

En pocas. Pero tengo algunas que me proporcionan placeres distintos: la casa de São Paulo, el apartamento de Nueva York, la casa de la playa y una granja. Incluso incluiría en la lista mi estudio de arquitectura porque trabajando allí me siento en casa y es donde paso la mayor parte del tiempo. Todas tienen un elemento verde. Vivo rodeado de vegetación y en la naturaleza me siento bienvenido.

Tienen un estilo muy marcado, una modernidad revestida y salpicada de naturaleza. ¿Diseña igual para su uso personal que para sus clientes?

Parto de conocer las necesidades de la familia que me contrata, que no tienen por qué ser las mías. Por ejemplo, me suelen encargar casas muy grandes y yo no necesito tanto espacio.

Su trabajo es muy miesiano. ¿Por qué lo eligió como referencia?

Mies van der Rohe es una de mis principales referencias por su elegancia, sus líneas, la precisión de los detalles y la composición de los materiales. Con frecuencia, cuando diseño un proyecto, trato de imaginar qué harían Frank Lloyd Wright o Mies para diseñar la casa.

Mies cometió errores. Su casa Farnsworth es inhabitable.

¿Errores? No le conozco ninguno. Pero sí estuve en la Glass House de Philip Johnson y creo que esas casas deben convertirse en museos.

En las viviendas publicadas por Arquitectura y Diseño hemos visto que le interesan todas las escalas domésticas y todos los detalles.

Hace poco cumplí 60 años. Llevo 40 trabajando y todavía tengo la sensación de que me queda mucho por aprender. Tengo una relación crítica con mi trabajo, creo que siempre se puede aprender.

¿En qué ámbito? Su trabajo combina distribuciones muy cartesianas con una búsqueda de la sensualidad.

Todavía dibujo a mano, con un paralex. Las líneas cartesianas surgen de la propia naturaleza de esos instrumentos. Sin embargo, a veces trato de romper la rigidez de los cálculos con formas sin forma.

¿Cómo hace para conjugar términos casi opuestos?

Lo hago con una sucesión de curvas o con líneas interrumpidas. Lo que decide una u otra opción es la naturaleza del proyecto.

¿Qué referencias maneja para trabajar la sensualidad?

Soy muy observador y me fijo en los lugares. Pienso en sitios que ni siquiera conozco. Sin embargo, la manera de dibujar mi arquitectura viene de la escuela paulista que construyó en mi ciudad entre los años cincuenta y los setenta.

Su sensualidad parece más carioca que paulista.

El origen está en la modernidad paulista, pero, claro, con el tiempo uno contamina sus influencias y se hace más receptivo a lo que más admira en cada sitio. Es normal. La mezcla y la naturaleza son bienvenidas.

Tiene sede en São Paulo y oficinas en Nueva York. ¿Brasil exporta calidez al movimiento moderno?

Creo que en Brasil se hace hoy la mejor arquitectura doméstica del mundo. En parte porque nuestras ciudades son caóticas y uno busca el refugio: busca en la casa la serenidad y la armonía que no puede encontrar en la calle. También porque hoy los mejores arquitectos brasileños lo diseñan todo: el edificio y su interior, y eso no es habitual en muchos países. El resultado es una modernidad cómoda.

Con tanta luz y brisa en sus viviendas, ¿qué pasa con los mosquitos? ¿Cómo lidia con ellos?

Mis casas tienen ventilación cruzada y eso hace que los mosquitos no se queden estancados. Por si acaso, los dormitorios tienen mosquiteras en las ventanas practicables y vidrios fijos para no perder las vistas.

Mezcla artesanía con arte y con piezas industriales.

Valoro mucho la artesanía y la imperfección que muestra la mano del artesano. Encuentro placer en mezclar esa huella con la precisión de la industria. Personalmente, creo que la artesanía es más sofisticada que la industria.

¿Cómo elige las obras de arte que decoran sus viviendas? 

En general, no me corresponde a mí elegir. Es la manera que un cliente tiene de hacer suya la casa: llenándola con sus cosas. Con más o menos acierto, la decisión es siempre suya. Si algo que han puesto no nos gusta, cuando fotografiamos la casa lo apartamos.

¿Podría diseñar una casa con poco dinero?

Me encantaría hacerlo. Normalmente diseñamos para clientes ricos. Pero creo que podría transformar la vida de una familia con pocos recursos.



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