Solimán López convierte en arte NFT tu código genético

INTRONs se plantea como una colección autogenerada y extensa de NFTs. Realizada por Solimán López con el asesoramiento de Sierra Block Games, esta serie de 1500 piezas encarna, mediante formas y colores, 15 rasgos del genoma del titular en quien se inspira. Estas obras —que podrían funcionar como avatar en el nuevo universo virtual propuesto por Mark Zuckerberg— servirían, por ejemplo, para evitar que terceros puedan tokenizar nuestro ADN, protegiendo nuestra identidad. Aun así, resulta extraño pensar que nuestra representación en esa dimensión no exhiba nuestra apariencia física, sino que se trate de una figura aparentemente abstracta cuya morfología se explica mediante las peculiaridades de nuestro código genético.

Ante esto, el propio Solimán busca sobrepasar lo tangible, lo figurativo. Para él, las creaciones digitales “tocan todo aquello inalcanzable para el ser humano y eso nos posiciona en el mundo de las ideas, de los sentimientos, del espacio, etc.”. Además, cuestiona abiertamente que nuestra figuración en el Metaverso tenga que resumirse a referencias de nuestra corporeidad: “¿Vamos a cometer de nuevo el mismo error de personificarnos en lo intangible a través de la manida metáfora de lo físico?”. Es así como defiende que nos demos a conocer en ese entorno tal y como somos por dentro: con un código como el del ADN, imperecedero y en el que se encuentra nuestra propia esencia.

Solimán López plantea nuevas identidades en el entorno digital

Sin embargo, y a pesar de que esta propuesta es pionera en incluir nuestro ADN en el Metaverso, no es la primera ocasión en la que genética y arte se ven las caras. De hecho, el propio Solimán López ya había utilizado ambos conceptos en Ólea: un trabajo donde creó un aceite de oliva con el código de una criptomoneda sintetizado en su ADN. Otro ejemplo de artistas que han hecho indagaciones genéticas es la neoyorquina Heather Dewey-Hagborg, que obtiene ADN de desconocidos en la calle —mediante la recogida de pelos, chicles usados, colillas de cigarrillos— para extraer la información del material genético encontrado y elaborar posibles versiones de la cara de esa persona, convirtiéndola en inquietantes esculturas.

Según Heather, estas representaciones no responden a un retrato fiel, sino que poseen varias alteraciones a partir de la investigación obtenida. No obstante, cuando llevó a cabo el experimento con su propio material genético, aseguró asustarse de lo mucho que el resultado se parecía al suyo propio. Es por ello que muchos críticos tildaron sus creaciones de perturbadoras y la han relacionado con el biohacking, que es, en cierta medida, lo que López trata de impedir con INTRONs.

También el proyecto Genoma23 ha elaborado un algoritmo que desarrolla arte con el código genético del comprador, aunque ofrece opciones como obras colectivas o en memoria de seres queridos fallecidos usando su ADN. En este caso, el fin es más bien simbólico, mientras que la práctica de Solimán pretende realzar el carácter identitario en una época en la que los avatares, los selfies y, en general, las redes sociales, entorpecen y dificultan una visión realista y sin juicios de quienes somos.

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