Arquitectura para objetos: Densidad y compresión en la Biblioteca Nacional de Chile
Este artículo de Nicolás Santiago Diaz Bejarano fue publicado originalmente en el número 16° de revista rita con el título «Arquitectura para objetos. Hacia una arquitectura post humana: densidad y compresión en la Biblioteca Nacional de Chile». En el siguiente, se presenta una reflexión sobre la relación que existe entre un edificio cerrado en tensión -una biblioteca nacional-, y un componente abierto que lo define – sus almacenes.
“Las cosas ordinarias encierran los secretos más profundos” (Evans, 1978, p.56)
Según Robin Evans, nos dejamos llevar fácilmente por la idea de que un producto tan poco excepcional debe haber surgido directamente de las necesidades de la sociedad. Sin embargo, al llevar esta idea a la definición de la palabra ‘biblioteca’ se puede ver que no es tan fácil llegar a un consenso. En distintas épocas, el significado de este término ha girado en torno a la forma y a la función de almacenamiento de textos (Too, 2010, p.3). Por esta razón, la palabra ‘biblioteca’ puede referirse simultáneamente a un mueble, habitación, edificio o institución; se mueve entre todas esas acepciones.
En su origen etimológico, la palabra ‘biblioteca’, en griego bibliothēke, está compuesta por biblíon ‘libro’ y théke ‘armario, caja’ que hace referencia a la acción de almacenar. Este concepto también viene del latín librarium (en inglés library), el artefacto que permite el almacenamiento de libros. De lo anterior se puede concluir que en un principio la biblioteca no se piensa como edificio ni como espacio arquitectónico. De hecho, los arquetipos de bibliotecas eran de escala mueble-objeto (Petroski, 1999, Kindle p.2644-3021): capsae, armarium o arkon. Sus proporciones respondían al formato: rollos o manuscritos que se encontraban dentro de una colección privada propia de la nobleza o de una congregación religiosa. En este último caso, la biblioteca podía ubicarse en las naves del claustro o en las habitaciones de los preceptores, los guardianes de libros.
Con la llegada de la imprenta, se genera un cambio fundamental en la lógica de la biblioteca, ya que la producción de libros crece exponencialmente. Los cofres, armarios y studiolos quedan pequeños. El almacenamiento de libros exige ser un espacio habitable: una habitación. Inicialmente, se le concede ser parte de la sala de lectura, pero ni siquiera la biblioteca del arquitecto Boullée (1785) puede contener tantos libros. Por esta razón, el almacén (de libros) busca independizarse. Esto se logra gracias a la creación de las bibliotecas nacionales. Por primera vez se les concede un espacio propio dentro del proyecto de arquitectura, independiente de la sala de lectura.
Hoy en día, el almacén, ese espacio sosegado y mudo, cuya presencia se da por supuesta y determinada por la función que cumple se vuelve a hacer presente. Este fenómeno es definido como cajanegrización y hace referencia a que “las personas suelen olvidar el funcionamiento interno de las cosas y espacios a medida que se familiarizan con ellos y terminan por asimilarlos como de uso cotidiano” (Latour, 2001, p.362). Dado el contexto anterior, este artículo reflexiona en torno a la relación que existe entre un edificio cerrado en tensión —una biblioteca nacional—, y un componente abierto que lo define —sus almacenes—.
Además, se buscará entender el lugar de la arquitectura en este fenómeno. Para ello, se dejarán de lado las salas de lectura (el acceso a la información) y se analizarán los acuerdos detrás de las convenciones de los almacenes (donde se guarda la información) de la Biblioteca Nacional de Chile y sus referentes en Francia e Inglaterra. Esto permitirá identificar tres tipologías edilicias a través del estudio tipológico-evolutivo de los almacenes en las bibliotecas nacionales
Competencia por la biblioteca nacional, tipología de biblioteca-palacio
Si durante la Guerra Fría los estados compiten por llegar primero a la luna, durante el siglo XIX se compite por tener la biblioteca nacional más monumental (Graham, 1998, p.74). La competencia empieza enfrentando a Inglaterra y Francia: quien tuviera en un solo edificio todo el conocimiento del mundo sería el epicentro científico y cultural tanto de Europa como del mundo. Anthony Panizzi, director del British Museum (BM), durante la segunda mitad del siglo XIX emprende una campaña para destronar a la Bibliothèque Nationale de France (BNF). En 1848, la institución británica empieza a adquirir 30.000 volúmenes por año, mientras que su homóloga francesa alcanza los 12.000. Para 1889, el BM tiene cinco veces más libros y recibe tres veces más visitantes (Graham, 1998, p.74). Por primera vez en la historia, una biblioteca se enfrenta al reto de almacenar colecciones que superan el millón de ejemplares. Se estima que cada veinte años la cantidad de libros se duplica, llegando a dos millones de volúmenes almacenados en setenta kilómetros de estantería hacia 1900 (Griffiths, 2015, p.139).
Para Panizzi es fundamental la organización y el almacenamiento de la colección. De ahí que la forma de la biblioteca del British Museum sea pionera en la división de sala de lectura y almacén de libros. La biblioteca no separa almacenamiento y lectura completamente, los traslapa. La pieza de lectura está dentro de la pieza que almacena. El proyecto innova en cuanto a la organización vertical dentro del almacén. Las estanterías del BM son piezas independientes de gran altura que permiten reconfigurarse de acuerdo con la evolución del catálogo (2). No obstante, la ubicación de la sala de lectura (confinada dentro de los almacenes) hace que este último no se pueda expandir más. Por más compresión que se quisiera lograr, el almacén termina colapsando.
En el caso de la Bibliothèque Nationale de France (BNF), el proyecto es el reflejo de la discusión entre una red de bibliotecas nacionales y la concentración de toda la colección en una sola biblioteca (Roux, 1938, p.30). La renovación se centraría en mantenerse en el mismo lugar que, por agregación, se había ido expandiendo a construcciones aledañas para albergar el creciente catálogo. La BNF ocupaba una manzana compuesta de patios que yuxtaponían diversas construcciones, algunas en mejor estado que otras y, que según Belier, Bergdoll & Le Coeur se mostraban como un “triste espectáculo de un palacio en ruinas” (2012, p.136). Labrouste, el arquitecto a cargo de la obra, tuvo que construir un almacén con sistema de rápido funcionamiento vertical, teniendo como modelo a su competencia, el British Museum. La BNF buscaba que este edificio mostrara a Francia como una nación artística vigente, un modelo a seguir por otras naciones (Belier, Bergdoll & Le Coeur 2012, p.141). El arquitecto marca claramente la separación del almacén de libros y la sala de lectura a través de un intersticio: el espacio en forma de hemiciclo donde se solicitan los libros. Este gesto muestra el nacimiento de un nuevo tipo de biblioteca, una biblioteca nacional donde su almacén aparece como nuevo elemento del programa arquitectónico.
Teniendo como referentes a Inglaterra y Francia, Chile se incorpora a la creación de una biblioteca nacional medio siglo después. El país busca materializar este espacio en el marco de su centenario. Los chilenos quieren mostrarse al mundo como un pueblo culto y el edificio de la Biblioteca Nacional de Chile (BNC) empieza a discutirse (1913). Se cuenta con la ventaja de tener el aprendizaje de una primera generación de bibliotecas nacionales ya realizadas, por lo que se pueden estudiar las hazañas y los desaciertos. No obstante, a diferencia del caso francés o anglosajón, en la BNC está en juego la capacidad que pueda tener el proyecto arquitectónico para responder a las pretensiones urbanas de un nuevo Santiago, la capital chilena. El edificio tiene que crear efectos escénicos en la ciudad basados en el modelo de la Ópera de París (Torrent, 2014, p.46).
Los almacenes de la BNC se terminan en 1927, años después de la inauguración del edificio (1925) proyectado por Gabriel García Póstigo. A primera vista, se intuye la inspiración directa de la BNF: los almacenes asumen una planta libre y una disposición ortogonal de la estantería. Su altura piso-techo de 2.3 metros y 8 plantas de almacenes parecen ser un gran espacio flexible y funcional para albergar todo el patrimonio chileno. Sin embargo, el uso del concreto, descartando la estructura metálica, lo vuelve un espacio constreñido que no permite variabilidad y flexibilidad en el tiempo . De igual forma, los muros gruesos perimetrales ayudan a tener una climatización óptima del espacio, pero ello implica que cualquier modificación que se haga ponga en riesgo el sistema por completo. Los almacenes son tan rígidos que hacia 1970 se invaden los patios de luz con el fin de obtener más espacio de almacenamiento.
Desde la inauguración del edificio de la BNC, la lectura empieza a tomar gradualmente importancia en el proletariado chileno. En la década de 1910, el aumento de público fue tal que la revista Sucesos publica un artículo sobre el lugar y señala lo siguiente: “un entrar y salir interminable de gente que va a la sección de lectura a domicilio en busca de novelas y libros serios” (Sucesos, 1918, p.32). La Biblioteca recibe 120.000 lectores anuales en esa época para 220.000 volúmenes. De hecho, esa cifra se mantiene en aumento constantemente. De ahí que la construcción de la segunda etapa de la BNC se convierta en el reflejo de la política cultural que se desarrolla en ese momento. El nuevo pabellón Moneda se construyó albergando un auditorio, una sala de referencia, oficinas y una nueva sala principal de lectura. Sin embargo, los almacenes fueron completamente ignorados.
A pesar de los esfuerzos para crear las mejores bibliotecas, ni Labrouste, ni Panizzi ni García Póstigo logran solucionar la titánica tarea de almacenarlo todo en un solo edificio: los tres edificios colapsan. La tipología que entiende el almacén como pieza abierta que se adapta y crece progresivamente se ha vuelto insostenible. La tarea no está resuelta todavía: la primera generación de bibliotecas nacionales ha fallado.
El colapso de la biblioteca palacio, tipología de biblioteca-depósito
En 1998, Francia e Inglaterra presentan al mundo su segunda generación de bibliotecas nacionales (Shenton, 2004, p.5) y empieza de nuevo la competencia. Ambos países ya habían desarrollado nuevos edificios, pero en 1925 el almacenamiento había colapsado. Por esta razón, surge la pregunta sobre cómo estas naciones resolvieron el tema del almacenamiento entre la primera y segunda construcción de sus bibliotecas nacionales.
Julien Cain, administrador general de la BNF, escribe el artículo Bibliotecarios y Arquitectos en la revista Architecture d’Aujourd’hui de mayo de 1938 (3). Ahí él explica lo reciente del problema del almacenaje si se compara con la historia de la humanidad. Bajo esta perspectiva, Cain invita a bibliotecarios y arquitectos a trabajar en conjunto. El administrador argumenta que, en un principio, las bibliotecas eran sinónimos de edificaciones con grandes galerías, espacios de nobles acabados y dignos de un palacio para libros (Cain, 1938, p.3). Sin embargo, esa concepción ya pertenece al pasado. El bibliotecario conoce, hoy en día, los problemas que se tienen que resolver. Una biblioteca nacional tiene que almacenar, conservar y preservar su colección (Sylvestre, 1987, p.2)
En 1934, la BNF abre los depósitos anexos de Versalles, una edificación pensada exclusivamente para el almacenamiento. Las veintisiete líneas de estanterías dobles por piso se orientan perpendicularmente a la entrada de luz, con el fin de protegerlos de una iluminación directa. Las circulaciones son de 0.9m en todos los sentidos y se procura aprovechar al máximo cada metro lineal de estantería. De igual forma, cada depósito logra un largo total de 20 km en estanterías (Cain, 1936, p.24). De hecho, la habitabilidad de estos edificios es pensada cada vez más hacia el libro y no hacia el ser humano. Todo el complejo de Versalles tiene una tímida sala de consulta en el primer piso para treinta personas contra los monumentales 100km de estantería.
Al retomar las reflexiones de Julien Cain, se puede deducir que en ese edificio el problema del almacenamiento se entiende y se piensa con una serie de reglas claras. La resolución del edificio es una ecuación lógica que busca, por un lado, el aprovechamiento máximo del espacio y, por otro, reducir al máximo los problemas ambientales como la luz. Cabe anotar que si para la época el funcionalismo de Le Corbusier abogaba por una máquina para habitar en términos de vivienda, este edificio era un claro ejemplo de ese pensamiento. Los depósitos anexos de Versalles son máquinas para almacenar. Simbólicamente el edificio no tiene ningún valor político-cultural o aspiración de grands-projets francés.
Por su parte, Inglaterra construye un nuevo edificio llamado British Museum Newspaper Library ubicado en Colindale. Este edificio albergaría la colección de diarios y revistas más grande e importante del mundo que venía creciendo desde 1800. El edificio, completado en 1932, pertenece a la misma tipología de los depósitos de Versalles: edificio barra con iluminación bilateral. Aquí también se le da prioridad máxima al almacenamiento. Las circulaciones son de escasos 0.9 metros y solo hay una sala de consulta de hasta cincuenta personas. Es importante comentar que el edificio tiene ampliaciones de almacenamiento en 1941, 1951 y 1957. Con ello se logra suplir la demanda de almacenamiento.
Sin embargo, la necesidad de expansión por etapas, tanto en Colindale como en Versalles, estaría justificando las palabras del bibliotecólogo francés Eugène Morel en su texto Bibliothèques (1908):
Hay un enemigo, un gran enemigo de las bibliotecas, el más peligroso tras el archivero: es el arquitecto. Tenemos grandes artistas. Construyen para la eternidad. Pero una biblioteca no es una obra de arte, es un instrumento. No es un monumento conmemorativo, pero útil; es forzosamente, así debe ser, es necesario que sea provisional. Una biblioteca no es un palacio, es una máquina […] La construcción de bibliotecas ya no es una cuestión de arquitectura, sino de máquina. No es asunto de arquitecto, sino de ingeniero. (Gaetan, 2008, p.143)
En este contexto, los bibliotecólogos no paran de especular nuevas formas de almacenamiento. Fremont Rider en 1949 publica el libro Compact Book Storage. Él está de acuerdo con la idea de mayor compresión y densidad en los almacenes. Al dividir las plantas de almacenes de libros, se da cuenta de que el 65% del espacio se pierde en circulación (Rider, 1949, p.8). Gracias a este descubrimiento, se empieza a indagar, cuestionar y especular sobre la organización del libro-estantería. Rider propone la organización por tamaño en estantería y, en el caso de la colección muerta, en cajas organizadas por colores y tamaños.
Mientras tanto, en 1984, en Chile surge la crisis por el espacio dentro de la BNC. A escala de estantería, la organización de los libros dentro de los almacenes es el óptimo a la fecha. La colección se ordena por tamaño y orden de llegada, tal como lo planteaba Rider. No obstante, la ley del depósito legal4 empieza a mostrarse como un gran enemigo del buen almacenamiento de la colección. Si bien se optimiza el almacenamiento en estantería, la optimización del almacenamiento en términos de colección es poco eficiente. Los primeros almacenes satélites de la BNC ocupan bodegas de la actual biblioteca pública de Santiago de Chile. Esta última, al ser una biblioteca pública de consumo, no se piensa en torno al almacén. Las bodegas como espacio adquirido y no construido impiden que haya un plan óptimo de apropiación del espacio. La relación entre espacio y estantería en estos almacenamientos siempre está en disonancia: la estantería invade el espacio de circulación lo que impide el orden milimétrico de Versalles y Colindale.
Arquitectura para objetos, tipología de biblioteca-máquina
Aunque los almacenes de la BNC le lleven varias décadas de ventaja a Francia e Inglaterra pueden colapsar fácilmente. El hecho de que el almacenamiento no se contemple como elemento primordial en la dinámica de la biblioteca es un factor de riesgo. Después del colapso del primer almacén, los siguientes almacenes satélites de la BNC empiezan a ser espacios de experimentación. La BNC tiene un problema de almacenaje cada vez más agudo y esto la obliga a tomar medidas creativas. En este punto, vale la pena citar a Vitruvio, quien decía que “los descubrimientos más primitivos nacen de la misma necesidad”. (Vitruvio, 1993, p.238)
Para su segundo almacén satélite la BNC ocupa la antigua edificación que servía como biblioteca infantil en la calle San Isidro. No obstante, las habitaciones disponibles carecen de grandes luces para poner estantería y se vuelven una constricción que los obliga a innovar en la ocupación del espacio. Esto lleva a que la primera aproximación al acopio del material duplicado sea la generación de bloques de libros que se amarren con hilo, para apilarlos sin necesidad de estantería. Para ello, se deben agrupar los libros de tamaño similar y así se logra homogeneizarlos con la nueva forma en bloque. Con base en este ejercicio, el proceso se tecnifica: los libros se pasan del hilo a cajas genéricas que se van llenando y ocupan habitaciones completas dentro de la construcción. En los perímetros se instala una estantería que permite homogeneizar el polígono donde se adiciona caja por caja. En lugar de ir armando columnas, las cajas se organizan bajo una lógica de niveles. La habitación se va llenando de abajo hacia arriba con filas de cajas de libros que, desde el inicio, inhabilitan la circulación del hombre. Estos espacios, destinados a almacenar, no necesitan tener acceso humano ya que, el material duplicado solo adquiere valor cuando el original se malgasta. Con este ejemplo, se puede ver que, por primera vez, la relación circulación-almacenamiento 65 – 35% de Fremont Rider se está venciendo.
La renuncia del acceso humano en bibliotecas nacionales es una sintomatología contemporánea. Por ejemplo, Francia, para su segundo edificio de biblioteca nacional, basa su almacenamiento en este paradigma. El almacén toma cada vez más forma de objeto técnico. El proyecto de Dominique Perrault, arquitecto de esta construcción, propone cuatro torres almacén de 86 metros de altura. Cada una de ellas se ubica en una arista de la plataforma en donde se cuenta con un espacio de consulta. Si con la biblioteca de Labrouste se inicia el cisma de sala de lectura y almacén a escala de edificio, la biblioteca de Perrault deja claro que el cisma cambia a escala de bloque. Las torres son unidades independientes al acceso humano; funcionan con máquinas con puntos de recepción de material en su base.
En cambio, en Inglaterra el edificio de Colindale cierra en 2013 para dejarle la inacabable tarea de recibir 1934 periódicos por semana a un nuevo edificio ubicado en Boston Spa (Stephens, 2014, p.207) Este proyecto, gracias a los nuevos avances tecnológicos, puede hacer realidad la visión de Eugène Morel de una biblioteca donde el libro esté en el corazón del proyecto arquitectónico y no en los humanos. En este caso, el almacén ya no sigue una lógica donde predomina la circulación-estantería. La renuncia a la estantería marca un precedente al romper con esta tradición de estantería-libro que tiene alrededor de 500 años.
El edificio en Boston Spa consta de dos bloques, uno para periódicos y otro para humanos. El bloque de periódicos es una gran caja negra sellada que no permite la habitabilidad del ser humano. Dentro de las características de este bloque están un nivel bajo de oxígeno (reducción de incendios) y niveles de humedad y temperatura por debajo del umbral de confort humano. La luz no es un problema ya que el bloque no tiene ventanas. El edificio se compone de dos racks de hasta veinte metros de altura donde una máquina soluciona el acceso al material. La máquina se comunica a través de estaciones de recepción siendo este el único punto donde el habitar humano y el habitar del libro alcanzan a converger. El material se ordena en forma de bloques que empiezan a invadir los racks, al estilo de una grilla tridimensional. De esa misma forma se agrupa en la BNC, donde se realizó empíricamente su segundo almacenamiento satélite.
Una institución post-humana
A medida que la historia de la humanidad ha avanzado, la biblioteca ha crecido en tamaño y ha ampliado su abanico de significantes. Bajo esta mirada, la lógica estantería-libro dentro una biblioteca ha sido el objeto técnico (o medio) que ha permitido durante casi cinco siglos solucionar el problema del almacenamiento de las colecciones. Por su parte, las bibliotecas salones empiezan con su sistema de estantería adosada al muro, multiplicándose hasta llegar a las recién descubiertas bibliotecas depósito de Versalles y Colindale.
Los casos de Chile, Francia e Inglaterra muestran que el objeto técnico dentro de la lógica de un almacén de biblioteca nacional colapsa. Por ejemplo, en Chile, se llenan habitaciones completas con cajas de libros y, en el caso de Inglaterra, se crean grillas habitadas por bloques de libros. Al final ambas operaciones renuncian a la estantería. Es importante reconocer que Chile, Francia e Inglaterra repiensan el espacio de almacenamiento como áreas que carecen de hábitat humano. La arquitectura industrial, al igual que las ambiciones de los almacenes de una biblioteca nacional, no se encuentran en el hábitat humano. Ambas se orientan a resolver los procesos que requieren los objetos: en este caso en particular, la conservación y la preservación de los libros.
En cuanto al pensamiento fordista, las fábricas, los silos y las naves industriales tienen como objetivo la producción de objetos técnicos, por lo que la arquitectura no responde a la escala humana sino a requerimientos propios del bien en producción. El humano deja de estar en el centro del proyecto de arquitectura; él se piensa como un actor más que permite la producción del bien. Por esta razón, desde 1908 Eugène Morel entendió que la biblioteca nacional era una arquitectura de cosas: una máquina para almacenar la memoria. De hecho, Alain Resnais le mostró al mundo en su película Toute la mémoire du monde la tecnificación del libro a través de una máquina. Ahí se representa a la Biblioteca Nacional de Francia a través del recorrido del libro (1956).
Por su parte, el concepto de biblioteca nacional tiene como único rol conservar y preservar el patrimonio bibliográfico de una nación. Su nacimiento puso a competir a todos los países por tener los edificios más monumentales y, sin embargo, la tarea de almacenarlo todo en un solo edificio resulta imposible. Cada intento de solucionar la tarea es un nuevo aprendizaje: de biblioteca-palacio a biblioteca-depósito a biblioteca-máquina. Estas tipologías son el reflejo del estado del arte de las técnicas de conservación y preservación del material. Con cada intento, la tipología edilicia ideal busca eliminar al ser humano, volverse una arquitectura propia de objetos, pero el arquitecto del ser humano resiste.
La imposibilidad del arquitecto de pensar la arquitectura sin el hombre es lo que más le ha pesado a lo que se creía que era una tipología edilicia tradicional. El almacén comanda la biblioteca nacional del siglo XXI; un bloque no habitable cuyo rol al fin puede concentrarse en la tarea asignada: conservar y preservar el material bibliográfico de una nación. Una constante batalla entre densidad y compresión que los hombres no pudieron resolver y que ahora está en manos de algoritmos, inteligencia artificial y mecanización. Una construcción que se suma a la familia de granjas, invernaderos, farmacias, puertos, centros de distribución automatizados y data centers. Una serie de edificaciones post humanas que nos invitan a cuestionarnos la posición de la arquitectura y el rol del arquitecto en un contexto post antropocénico.
Diaz Bejarano Nicolás Santiago es Arquitecto, Universidad de los Andes (Colombia), 2013. Magister en Arquitectura Pontificia Universidad Católica de Chile, 2018. Se ha desempeñado como arquitecto en Colombia y Chile. Su interés se centra en los temas relacionados con la logística e instituciones post-humanas dentro de la Arquitectura.
Notas
- La British Library nace como institución en Sin embargo, la biblioteca de British Museum es considerada la biblioteca nacional de la nación anglosajona hasta esta fecha.
- Durante su periodo como director también se crea el Catálogo de Libros Impresos, una polémica publicación que reorganiza la colección bajo 91 parámetros que exalta los contenidos de los libros rompiendo con el orden alfabético (de autor) que antes se usó. Panizzi cree que el orden de la colección y el espacio son fundamentales para inspirar al De esta manera, tanto el visitante letrado como el humilde pueden entender qué libros son de gran importancia. Ellos estarían confinados en una habitación central que más allá de la idea de control busca rodearlos por un fragmento de la colección que se altera a medida que nuevos libros vayan llegando a cambiar el catálogo abierto gracias a los 91 parámetros.
- El mismo volumen de Architecture d’Aujourd’hui de 1938 realiza una taxonomía de bibliotecas: los programas de Bibliotecas Modernas por Henri Lemaitre. Esta necesidad de empezar a entender, separar y agrupar tipos de bibliotecas por funciones da cuenta de una serie de reglas lógicas que el bibliotecario conoce y que el arquitecto debería entender para
- La ley del depósito legal en Chile obliga a toda publicación hecha en territorio nacional a enviar cuatro copias a la Biblioteca Nacional de Chile.
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