Arquitectura vivible y sostenible para compartir

Arquitectura vivible y sostenible para compartir


La arquitectura de triple balance diseña y promueve proyectos, procesos y herramientas para que las personas disfruten de una arquitectura y un urbanismo basado en una sostenibilidad ambiental, social y económica. La covivienda es un modelo pionero de vivienda colaborativa en el que, a través de espacios compartidos, se regenera el vínculo entre lo privado, lo público y lo común.

Pionera en arquitectura y construcción sostenible, sAtt ha sido certificada como empresa B Corp por su cumplimiento con los más altos estándares en térmi­nos de desempeño social y ambiental, transparencia y responsabilidad empresarial. Es la primera com­pañía del sector en alcanzar este reconocimiento en España, que a día de hoy reúne a cerca de 100 em­presas a la vanguardia de una forma distinta de entender la econo­mía.

Las B Corporations (o B Corps) lideran un movimiento global de personas que utilizan la fuerza de los negocios para generar impacto positivo. Esta comunidad creciente de empresas está reinventando el sentido del éxito empresarial y trabaja para construir una economía más inclusiva y sostenible para todas las personas y el planeta. sAtt Triple Balance ahora es parte de una comunidad de casi 4.000 or­ganizaciones a nivel mundial como Patagonia, Alpro, Triodos Bank, Ecoalf e Innocent.

La perspectiva de triple balance o triple beneficio

Iñaki Alonso Echeverría, CEO y fundador de sAtt, lleva 20 años trabajando desde una perspectiva de triple balance o triple beneficio, promoviendo el impacto social y ambiental positivo de la arquitec­tura y la construcción. sAtt ha intervenido en más de 400 proyectos principalmente en España, además de Alemania, Kenia, Nicaragua y Marruecos.

A través de distritonatural.es, promueve comunidades de co­vivienda ecológica y colaborativa. Son proyectos que además de buscar la sostenibilidad financiera tienen un impacto positivo en las personas y en el entorno. La covivienda ecológica apuesta por la creación de comunidades en las que las personas puedan tener una vida privada cuando lo deseen, pero, al mismo tiempo, dispon­gan de espacios de encuentro, cuidados y experiencias compartidas en el edificio y también en el barrio. Este modelo integra rigurosos criterios medioambientales que generan una acción colectiva de res­ponsabilidad ecológica, de ahorro económico y de transformación urbana hacia la sostenibilidad.

La arquitectura debe replantearse nuevas relaciones con el planeta, las personas y la economía. ¿Cuáles son las bases de la arquitectura triple balance y qué modelos desarrolla?

La arquitectura triple balance, pero también cualquier otro sector de actividad, como alimentación, textil, turismo, etc., lo que busca es construir una lógica de triple impacto generando impacto positivo en el sector social, en el medioambiente y en la economía. Desde el punto vista de la arquitectura, afrontamos proyectos que reduzcan su impacto en el medioambiente reduciendo las emisiones de CO2, reduciendo los residuos, reduciendo el consumo de agua, buscando una economía circular y evitando materiales que tengan toxicidad. Desde el punto de vista social, lo que buscamos es construir relaciones entre las personas en los espacios que diseñamos, esto es lo que se entiende como cohousing con coliving, coworking, es decir, cultura colaborativa aplicada a los espacios de trabajo y de vida.

Usted desarrolla las ideas de Félix Guattari basadas en la ecosofía. ¿De qué forma se relacionan la ecología mental, la neurociencia emocional y el espacio?

A través de la neuroarquitectura hemos aprendido que los espacios y las ciudades influyen en nuestro bienestar mental. En función de los diseños de edificios y de ciudades que realizamos podemos conseguir mayor confort, mejor calidad de vida y bienestar de las personas. Pero la dimensión de la ecología mental o subjetiva que menciona Félix Guattari en su libro Las tres ecologías está más relacionada con la capacidad mental de imaginar otro paradigma donde poder construir nuevos mundos. Me gusta hablar de ecología en la medida que la ecología es una ciencia, es parte de la biología, ciencia dedicada a estudiar las relaciones de los seres vivos con su entorno. Nosotros estudiamos esas relaciones a través de la arquitectura, nuestra tercera piel y la llevamos a la triple dimensión que menciona Guattari.

La teoría está muy bien, pero la escalabilidad de la covivienda parece compleja, tanto por las dificultades que entraña la tipología de una cooperativa, como por la dificultad de obtener el apoyo de la Administración para liberar suelo público e impulsar una fiscalidad verde. ¿Es viable a corto plazo?

Sí, es viable y ya lo estamos desarrollando a través de distritonatural.es, pero obviamente sería mucho más fácil con apoyo de la administración y con modelos de fiscalidad que los favorezcan. Es un boom que ya es imparable. Pasó con los coworking hace ocho años, al principio nos parecía muy raro y acabó expandiéndose rápidamente. Ahora arranca el movimiento de los cohousing y de los coliving, cultura colaborativa aplicada a las formas de vivir. Actualmente hay más de 240 operadores del coliving en Europa y la explosión de cohousing por todo el territorio español en los últimos años es tremenda a pesar de las dificultades de financiación y de gestión que todavía tiene el modelo.

En su estudio se definen como soñadores, pero cualquier sueño debe superar la realidad existente. ¿Cómo impulsar un cambio de conciencia en una sociedad individualista en la que la soledad es una pandemia?

Para mí, la única manera de impulsar un cambio de conciencia es a través de experiencias reales. Los proyectos piloto, y las primeras experiencias que superan a la realidad son las que pueden hacer mover las conciencias. Entrepatios es el primer cohousing ecológico de Madrid. Construido en madera, es un edificio CO2 nulo, que produce más energía de la que consume. Es un edificio construido y, por lo tanto, es una realidad que lleva dos años en funcionamiento. En Barcelona está La Borda como proyecto pionero. Después de estos primeros proyectos están viniendo muchos otros con características similares. Se ha roto el miedo a construir con madera, entendemos que los edificios pueden ser productores de energía y se ha introducido la cultura colaborativa en las nuevas formas de vida. Por lo tanto, el cambio de conciencia se está produciendo.

La crisis energética ha evidenciado que la mayoría de los edificios actuales no están preparados para alcanzar la eficiencia energética y la sostenibilidad. ¿Cómo debe abordarse una transformación que conlleva cambios paradigmáticos hacia una cultura regenerativa?

Efectivamente, tenemos que rehabilitar más de 15 millones de viviendas que están obsoletas. Y esto representa una transformación tremenda. Tenemos que pasar de rehabilitar 30.000 viviendas al año a 300.000 viviendas al año, esta es la ruta nacional en función de las exigencias de Europa. Los precios de la energía debido a la guerra de Ucrania, pero sobre todo al agotamiento de recursos fósiles y el #peakoil, van a acelerar todo esto.

Hablamos de regenerar nuestra relación con la energía a través de un decrecimiento en el consumo energético significativo, pero también hablamos de regenerar la relaciones sociales para evitar fenómenos como la soledad no deseada. Es un cambio de paradigma total que se tiene que producir en todas las comunidades de vecinos. Tenemos que ser más resilientes para un contexto de cambio climático muy complejo. La previsión es que las olas de calor se multipliquen por dos o por tres y necesitamos ser mucho más eficientes en nuestros hogares y edificios.

¿A qué se refiere cuando afirma que lo que no se mide no se puede mejorar?

Necesitamos medir KW/h, kg CO2, contaminación del aire, partículas en suspensión, litros de agua, etc., para ser conscientes de nuestros consu­mos y luego poder reducirlos. Tan solo con habilitar un sistema de monitori­zación del consumo de agua donde veamos lo que estamos consumiendo cuando nos estamos duchando está comprobado que podemos reducir el consumo un 20%, simplemente con una acción de toma de conciencia. Si medimos los kilos de CO2 que nos cuesta construir un edificio, sabremos dónde están los impactos más relevantes para poder establecer estrategias de minimización.

“Los edificios del futuro construidos con materiales biogénicos los podemos considerar como sumideros de carbono, los construiremos de materiales renovables como la madera y estarán muy industrializados para que cuando se desmonten todos sus materiales puedan entrar en una economía circular”

Aborda la arquitectura desde la necesidad de medir, minimizar y com­pensar el impacto sobre el planeta. Para ello, creó el ecómetro. ¿En qué consiste esta aplicación?

El ecómetro nace como una iniciativa para medir y difundir la eco­logía en la arquitectura. Lo arrancamos una serie de técnicos de di­ferentes disciplinas en el año 2010 y, desde entonces, nos hemos dedicado a generar un debate sobre los impactos relacionados con la construcción, la salud humana y la salud del planeta. Hemos intro­ducido tecnología para desarrollar herramientas de medición como el análisis de ciclo de vida de los edi­ficios. Ahora, ecómetro se ha conver­tido en una consultora especializada en descarbonización de los edificios y en el desarrollo de todas las certi­ficaciones ambientales que hay aso­ciadas a un edificio.

Explica que la sostenibilidad debe ir de la mano de la salud y el bienestar. ¿Cómo debe visualizarse esta rela­ción en un edificio sostenible? ¿Cómo combatir el síndrome del edificio en­fermo?

Nos hemos encontrado con edificios muy eficientes energéticamente, pero que luego tienen problemas de salud como, por ejemplo, temas de contaminación electromagnética o muy mala calidad del aire. Siempre hablamos de la sostenibilidad desde el punto de vista del kilovatio hora, pero también tenemos que hablar de los formaldehídos, del gas radón, de la toxicidad, los quí­micos o los compuestos orgánicos volátiles. Hemos creado 100.000 sustancias químicas nuevas que conviven con nosotros desde la re­volución industrial, y algunas son muy tóxicas y las hemos ido reti­rando poco a poco del mercado. Hablar de salud en los edificios es hablar de buena iluminación, de buena calidad del aire evitando la contaminación, de psicología ambiental o de biofilia.

Hemos construido ciudades de hormigón y asfalto, lo que provoca una gran acumulación de calor. ¿Cómo sobrevivir en las islas de calor urba­nas?

Nuestras ciudades se han convertido en grandes acumuladores de calor en verano y cada vez se refrescan menos por las noches. Por lo tanto, tampoco podemos refrescar los edificios. Necesitamos renaturalizar las ciudades, colocar otro tipo de pavimentos menos ab­sorbentes y, sobre todo, colocar sombras que eviten que el calor o el sol lleguen los pavimentos. No es fácil deshacer todo lo que hemos hecho mal, pero sí que es sencillo hacer bien las cosas que estamos pensando ahora.

¿De qué forma la integración vegetal en los edificios cambia la percep­ción sensorial en las ciudades?

Este aspecto lo estudia mucho el neurourbanismo. Hay estudios que analizan el comportamiento de tu cerebro, el nivel de estrés en fun­ción del recorrido que hagas por una ciudad, el nivel de tráfico o el nivel de vegetación con el que te cruzas. Está demostrado que reco­rridos con menos tráfico, más amables, más tranquilos y con más vegetación nos producen un bienestar mucho mayor.

El cambio climático ha superado ya el concepto de mitigar los efectos para centrarse en la idea de adaptación al medio. ¿Cómo afecta a los edificios y su capacidad de resiliencia?

Los edificios que se construyen ahora se tienen que diseñar con el escenario de las posibles temperaturas que vamos a tener en las próximas décadas. Ya no vale calcular un edificio con el histórico de temperaturas. Los edificios tienen que ser resilientes a un contexto de temperaturas extremas. Para nosotros, es esencial trabajar con sistemas de certificación como Passivhaus, donde diseñamos para que se produzcan las mínimas pérdidas energéticas a través de es­trategias de aislamiento y de estanqueidad.

El diseño pasivo pretende acondicionar edificios mediante procedi­mientos naturales. No obstante, usted defiende la ventilación mecánica frente a la denominada ventilación cruzada. ¿Por qué?

Este es un gran tema que genera mucha controversia. La ventilación cruzada no nos funciona en un contexto de olas de calor. La tempe­ratura no baja por la noche por las olas de calor y se acentúa el efecto de isla de calor. Por lo tanto, no podemos refrigerar simplemente con ventilación cruzada. Además, cuando abrimos las ventanas para ge­nerar ventilación cruzada nos entra toda la contaminación de la ciu­dad y todo el ruido de la ciudad. En consecuencia, somos partidarios de estrategias de ventilación mecánica que nos permiten mayor con­trol energético, limpiar el aire contaminado y evitar que entre el ruido, consiguiendo niveles de confort mucho más altos. Esto contradice los manuales básicos de la bioclimática tradicional, pero, en las ciudades, los contextos actuales han cambiado y tenemos que diseñar los edifi­cios frente a situaciones complejas e impactos diferentes.

¿Los edificios ecológicos son más baratos y rentables?

Sí, siempre y cuando cambiemos nuestra mirada de la economía, pasando de una economía de inversión a una economía de largo pla­zo, una economía de todo el ciclo de vida del edificio. Si unimos la inversión más el mantenimiento del edificio durante 30 años (ciclo de vida hipotecario) o 50 años (ciclo de vida normativo), las cuentas no salen: las amortizaciones las estamos teniendo entre cinco y 10 años y, por lo tanto, siempre es más favorable hacer un edificio muy eficiente energéticamente. Pero hay otros aspectos que no se pue­den cuantificar económicamente de una manera tan fácil, como la calidad del aire y los aspectos relacionados con la salud. Un total de nueve millones de personas fallecen al año de muerte prematura por estas causas, más que por la COVID.

¿Nos dirigimos a un futuro con edificios capturadores de carbono, como árboles, en los que los residuos pasen a ser materias primas para otro ciclo de producción?

Los edificios del futuro construidos con materiales biogénicos los po­demos considerar como sumideros de carbono. Los construiremos de materiales renovables como la madera y estarán muy industria­lizados para que cuando se desmonten todos sus materiales puedan entrar en una economía circular. Estamos pasando de la máquina de habitar que decía Le Corbusier a entender los edificios como orga­nismos de vida.

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