así fue como unos empresarios formaron una colección de museo

así fue como unos empresarios formaron una colección de museo


La Colección Arte Contemporáneo (CAC), una de las colecciones privadas más importantes de España y pionera en su modelo de mecenazgo, celebra sus 35 años de vida en el segundo piso del Museo Patio Herreriano de Valladolid.

Un origen. La forja de una colección recorre el latir de un momento histórico abrazado por el entusiasmo y la voluntad de preservar y difundir la historia del arte español del siglo XX. Una oportunidad única de descubrir lo que fuimos.

1987. Año del atentado de Hipercor y del boom inmobiliario. Últimos coletazos de la Movida. Se aprueba la Ley de la Propiedad Intelectual mientras en el panorama expositivo brillan grandes nombres como Cy Twombly o Le Corbusier. Rosina Gómez Baeza asume la dirección de ARCO con el claro objetivo de promover el coleccionismo. Florecen las ayudas institucionales y el mercado fluye.

Confeccionaron una “colección artesanal”, buscando piezas de difícil localización incluso fuera de España

Ese mismo año, y como un caso ejemplar adelantado a su época, el presidente de Unión Fenosa, Julián Trincado, reúne a 30 grandes empresas, como Bodegas Vega Sicilia o Zara, con el objetivo de crear unos fondos de arte español que contribuyeran a la conservación y divulgación del nuestro patrimonio artístico.

Cada empresa aportaría 8 millones de pesetas y las adquisiciones se agruparían en lotes de igual valor que se sortearían a final de año. Así la colección ha crecido hasta agrupar más de 1000 piezas y continúa en expansión abrazando los movimientos artísticos más representativos hasta hoy.

Una de las salas con el gran óleo vertical de Chema Cobo


Una de las salas con el gran óleo vertical de Chema Cobo

La Asociación Colección Arte Contemporáneo (ACAC) nace como una especie de fondo de inversión al servicio de un futuro museo Reina Sofía bajo el amparo de tres reconocidos expertos, Julián Gállego, Antonio Bonet Correa y Simón Marchán, quienes confeccionaron, según la calificó este último, una “colección artesanal”, buscando piezas de difícil localización en el mercado secundario e incluso fuera de España.

Pero las relaciones se torcieron en 1990. Comenzó entonces la búsqueda de destino definitivo para la CAC que finalmente recayó en el Museo Patio Herreriano de Valladolid cuyo nacimiento, hace ahora 20 años, fue pensado desde el principio para acoger estas piezas.

[Colecciones con fecha de caducidad]

En el año 2000 se firma una cesión en comodato, un convenio regulador, entre el ayuntamiento y la ACAC por la que cede asimismo el Legado Ángel Ferrant (Madrid,1890-1961), todo el archivo personal del artista que, por cierto, también se expone actualmente en el museo estableciendo un recorrido de continuidad respecto a las prácticas artísticas posteriores a la dictadura.

Un origen. La forja de una colección, la exposición conmemorativa del 35 aniversario de la colección recorre, a través de más de 50 obras de 30 artistas y a lo largo de cuatro salas, una nueva modernidad que bebe del entusiasmo de las vanguardias y el arte de los años 80 y 90.

La exposición reescribe con audacia y sensibilidad nuevos relatos para el arte español

Citando al crítico de arte Quico Rivas, quien definió las vinculaciones de la praxis pictórica con su tiempo histórico como una producción “entre la emoción y la regla”, así esta exposición bascula entre la abstracción y el minimalismo, la reivindicación de la escultura y el internacionalismo de las nuevas prácticas pictóricas, en una pausada cartografía de piezas icónicas que cuestionan los relatos tradicionales de la historia del arte, poniendo en valor, por ejemplo, el destacado papel de la escultura en esos años.

La eclosión de color de la llamada “figuración madrileña” con pintores que declinan la figuración desde surrealistas presupuestos pop, representan un anhelo colectivo de modernidad. Destaca la frescura de la desaparecida Patricia Gadea, quien conjugó el lenguaje del cómic con la representación castiza, o la de Luis Gordillo o Carlos Alcolea.

En el claustro del Patio Herreriano


En el claustro del Patio Herreriano

La sala contigua, más cálida, presidida por una escultura de Jorge Barbi, un alargadísimo utensilio que articula la gramática de los ocres de Manolo Quejido o la bella composición abstracta de José Guerrero de 1965 titulada Andalucía.

La sala 5, volcada en la escultura, responde a un exquisito montaje de piezas excelentes, como el Tránsito de Ángeles Marco, un negro pasadizo de caucho que dialoga con la famosa pieza de Eva Lootz Bucle abierto. Se complementa con los dibujos proteicos de Pepe Espaliú y con una bella escultura constructivista de hierro de Ángel Bados. La sintonía entre las piezas es perfecta.

Una de las salas del Patio Herreriano


Una de las salas del Patio Herreriano

La sala dedicada a la permeabilidad de nuestra pintura con respecto a los movimientos internacionales, la 8, destila un creciente interés por la transvanguardia y la escuela de los “Nuevos salvajes” alemanes, donde la pintura se llena de formas radicales, imaginación y libertad y cuenta el entusiasta relato pictórico de Menchu Lamas, Miquel Barceló o Martin Kippenberger, que dan muestra de la calidad y diversidad de la pintura de los años 80.

La centrada en el minimalismo –la que desprende también una mayor inclinación hacía la norma–, es introducida por Manuel Barbadillo y su vínculo al Centro de Cálculo de la Universidad Complutense de Madrid.

[Coleccionismo, ferias y mercado en la era digital]

Un origen no solo ilustra un zeitgeist generacional poniendo en valor nuestro patrimonio, sino que reescribe con audacia y sensibilidad nuevos relatos para el arte español.



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