Casa Bloc, un proyecto de país
En las últimas décadas del siglo XIX y primeras del XX Cataluña se hallaba inmersa en una profunda transformación industrial. Este cambio de sistema productivo revolucionó el modelo económico, contribuyó al desarrollo del territorio y condicionó la evolución del tejido social. En este contexto, Barcelona se expandía para alojar a la numerosa población que alimentaba su creciente red fabril.
A lo largo de este intenso periodo, pero especialmente durante los años de la Segunda República con el presidente Francesc Macià al frente del Gobierno de la Generalitat, el debate sobre la necesidad de mejorar las precarias condiciones de vida de la clase obrera, acorde al ideario de su “modelo de país”, adquirió gran protagonismo entre las autoridades competentes. No solo se trataba de ver qué tipo de estado querían. Su propósito era mucho más ambicioso. Necesitaban repensar el modelo educativo, sanitario y social, pero también adecuar los espacios donde debía desarrollarse ese cambio. El camino hacia la modernidad pasaba necesariamente por una transformación global de la sociedad.
Fachada de la Casa Bloc de Sant Andreu / YOLANDA CARDO – CG
Filosofía racionalista para una vida mejor
En lo concerniente a las viviendas obreras, urgía resolver los problemas de insalubridad, habitabilidad y comunicación, características inherentes a las casas y barriadas ya existentes. Esta catarsis necesaria se materializó en Barcelona, impulsada por la Generalitat, en la icónica Casa Bloc del barrio de Sant Andreu, obra de los arquitectos del GATCPAC (Grupo de Arquitectos y Técnicos Catalanes para el Progreso de la Arquitectura Contemporánea) Josep Torres Clavé, Josep Lluís Sert y Joan Baptista Subirana.
Decía Le Corbusier que “la casa es una máquina para vivir”. Ellos dieron un paso más allá. “El proyecto del GATCPAC no era solo que la gente pudiese vivir sino que viviese bien”, explica a Crónica Global Rossend Casanova, comisario de la Vivienda 1/11 de la Casa Bloc y curador de la Colección de Diseño de Producto del Museu del Disseny de Barcelona. Esto significaba “buena ventilación, buena relación con los vecinos, espacio para encontrarse…”. El proyecto era tan completo e innovador que contaba con dos piscinas, una para adultos y una para niños, además de espacios comunitarios como por ejemplo una biblioteca pública, guardería, almacenes, tiendas, un café y una cooperativa de consumo.
Lavabo y cocina de la vivienda diseñada por los arquitectos del GATCPAC Cortesía del Museu del Disseny de Barcelona
Un mobiliario a medida
Así pues, el 12 de marzo de 1933 el presidente Macià acompañado del alcalde de Barcelona, Jaume Aiguader, colocó la primera piedra de este bloque de edificios de carácter social. Levantado sobre unos terrenos del paseo Torres i Bages, el conjunto residencial se construyó en forma de S y constaba de cinco bloques en altura, asentados sobre una estructura de columnas, entrelazados por galerías. La planta en S permitió colocar dos amplias plazas en los sectores internos de la parcela donde se ubicarían los espacios comunes a pie de calle. Los 207 dúplex de dos, tres y cuatro, habitaciones se distribuían a lo largo de las galerías y contaban con el equipamiento necesario para garantizar una óptima habitabilidad. La distribución interior de las viviendas era sencilla y funcional, carente de elementos innecesarios y de artificios, acorde a la filosofía racionalista. En la planta inferior se situaron el comedor, la terraza, la cocina, el lavabo y la llamada zona húmeda con el fregadero y la ducha, mientras que en la superior, a la que se accede por una escalera semicircular, se sitúan las habitaciones. Pese a las dimensiones, la sensación de amplitud es una constante en toda la casa. “Sert defendía mucho las visuales. Un espacio puede ser pequeño pero si se construye de tal forma que la persona tenga amplitud, la persona vivirá mejor”.
Sert, Subirana y Torres no solo se ocuparon de los aspectos constructivos del edificio, también diseñaron los muebles para las casas, “Mobiliario Standard tipos GATEPAC”, lo llamaban. Lamentablemente, y aunque la idea era entregar los dúplex amueblados, “no consiguieron desarrollar los proyectos y los dibujos, que aún se conservan en el Colegio de Arquitectos, son muy esbozados. No dan las medidas, no dan los materiales exactos, no dan los colores, las proporciones, los cerramientos, oberturas…”, apunta Casanova.
Dormitorio principal en la planta superior / YOLANDA CARDO – CG
De vivienda social a residencia militar
El estallido de la Guerra Civil en 1936 provocó primero la ralentización de los trabajos y finalmente, cuando estaba a punto de terminarse, su paralización. Las viviendas nunca fueron entregadas a los obreros y el edificio quedó abandonado. Tras finalizar el conflicto, la Diputación de Barcelona acabó las obras y los pisos fueron destinados a militares que ejecutaron todo tipo de reformas para adecuarlos a sus gustos. Los colores alegres de las fachadas, azulados y anaranjados, fueron sustituidos por tonos más castrenses y los interiores gravemente modificados.
La Casa Bloc sufrió durante muchas décadas vandalismo y numerosas intervenciones que fueron borrando las señas de identidad de los arquitectos del GATCPAC. El complejo se catalogó como Bien de Interés Cultural en 1992 y en el 2000 volvió a manos de la Generalitat de Cataluña. Actualmente los pisos forman parte del programa de atención a personas en riesgo de exclusión del consistorio de la capital catalana. Excepto la Vivienda 1/11 transformada en casa-museo.
Vista aérea de la Casa Bloc en la portada de la revista ‘A.C.’ Cortesía del Museu del Disseny de Barcelona
El proyecto museístico de la Vivienda 1/11
Años de exhaustiva investigación y recuperación de elementos y seis meses de obra hicieron falta para culminar el proyecto museológico de la Casa Bloc en el que han trabajado conjuntamente el Incasòl, el ICUB y el Museu del Disseny de Barcelona. Ahora, tras la compleja rehabilitación, la Vivienda 1/11 luce su estado original tal y como quedó en 1939. Un proceso en el que se han eliminado elementos añadidos para sustituirlos por los originales. Algunos han sido recuperados de otras viviendas del bloque como por ejemplo piezas de carpintería, los herrajes o el plato de ducha con patas que era la única que quedaba.
En el caso de mobiliario se optó por colocar muebles que se ajustaban a la filosofía de los arquitectos. Así, por ejemplo, la mesa del comedor es un diseño de Marcel Breuer (discípulo de la Bauhaus); las sillas son un funcional modelo de Gebrüder Thonet mientras que el aparador y los armarios de madera se han fabricado acorde los planos originales y respetando los procedimientos y sistemas productivos de la época. Un arduo trabajo de restauración patrimonial, pero también de recuperación de memoria histórica gracias al cual podemos disfrutar de esta extraordinaria joya del racionalismo catalán.
Silla Thonet e imagen detallada de la mirilla y el interruptor / YOLANDA CARDO – CG