Catalanes ilustres, ‘El Pescaílla’ y la rumba catalana
En la calle Fraternitat, en el barrio de Gràcia, una placa nos recuerda que ahí mismo, en el número 8, en 1925, nació Antonio González, «el Pescadilla», aunque bien podríamos decir «el Pescaílla», que es como le conocían casi todos los de su gremio y el público en general. En la placa se dice que fue (cito) «creador de la Rumba Catalana» (así, con mayúsculas). Todo el texto de la placa está entrecomillado, pero mal entrecomillado. La primera cuestión que nos planteamos es por qué el texto de la placa está entre comillas. La segunda, por qué han empleado las comillas inglesas (“…”) en vez de las latinas («…»), que son las que corresponderían para entrecomillarlo todo. «El Pescadilla» también aparece entrecomillado con las comillas inglesas, pero es lo correcto, porque es un entrecomillado dentro de un entrecomillado.
Fue un conocido quien me hizo ver el asunto de las comillas. Una de sus principales aficiones consiste en buscar errores en textos publicados y nos reímos un rato con su colección. Me hizo mucha gracia el reciente titular de un periódico que preguntaba «Qué hay que hacer si te encuentras a un jabalí en bicicleta». Pues no sabría decirles, porque yo a los jabalíes los he visto normalmente yendo a pie.
Siempre me he preguntado por qué en las placas oficiales (en este caso, una del Ayuntamiento de Barcelona) o en la propaganda institucional se cometen errores de puntuación y faltas de ortografía tanto en castellano como en catalán. Porque anda que no hay gente que se lo mira antes de autorizar su exhibición pública. En fin…
Pero hablábamos de Antonio González, «el Pescaílla», un catalán ilustre. Sí, han leído bien, un catalán ilustre. Aunque la rumba catalana fue hija de varios padres, el papel de Antonio González fue principal en su nacimiento. La cultura popular catalana tiene mucho que agradecer al «Pescaílla» que fuera en los tablaos flamencos de Barcelona donde, parece ser que de manera improvisada, naciera esta música tan simpática, que tanto nos ha alegrado la vida. De su vida íntima, hijos y matrimonios no nos corresponde hablar, no es asunto que nos concierna, pero de su aportación al bienestar de la comunidad sí que podemos hablar positivamente. Cuántos no hemos cantado o bailado una rumba, aunque sea en la fiesta de un bodorrio.
Hace unos días, Jordi Basté, en RAC1, entrevistó a un cantante de rap. Traduzco. «¿Te sientes catalán de segunda?», le preguntó el señor Basté. El entrevistado respondió: «Si no me dejan pertenecer a la cultura catalana, que es parte de mi identidad, me siento como que no soy de aquí». Imagino al «Pescaílla» respondiendo lo mismo, porque algunos no han cambiado nada desde que nació la rumba catalana. Puro clasismo y esencialismo. La pregunta ya viene cargada de prejuicios, por eso del «catalán de segunda». La respuesta denuncia una postura que viene de antiguo y es la predominante entre nuestros dirigentes autonómicos. Una mala postura, que conste, y un veneno mortífero para la principal riqueza de Barcelona y, por ende, de Cataluña, que son sus alrededores.
Porque, damas y caballeros, la cultura viva o es mestiza o se pudre y muere. Una vida cultural ‘comme il faut’, que dicen en francés, nace, crece, se desarrolla y da sus frutos en una sociedad abierta que acepta la alteridad y el pluralismo, que bebe de aquí y de allá, que experimenta. Muere, se pudre, cuando abandona el cosmopolitismo, se encierra sobre sí misma y rechaza la alteridad en la búsqueda de una esencia o espíritu imaginario, por lo general construido artificialmente.
No hablo de la industria cultural. Eso vendrá después, será una consecuencia. Si ustedes dispusieran de una gran fortuna y quisieran invertir sus dineros en una ciudad, deberían buscar aquella con la cultura más viva, porque será la más rica en capital humano y la más abierta a la novedad. La principal riqueza de Barcelona era ese ambiente propicio para las nuevas creaciones artísticas, cultas o populares, ese ambiente que permite que un «Pescaílla» y su cuadrilla inventen la rumba catalana, que estalle el ‘boom’ de la novela hispanoamericana en nuestras calles, que Picasso aprendiera a pintar como los mayores, que Mies van der Rohe levantara el Pabellón Barcelona, que Ferrater y Gil de Biedma fueran poetas… He dicho «era» y me pregunto si sigue siendo.
Pregúntense ustedes quién ha procurado más beneficios a la sociedad en general y a nuestra ciudad en particular, si el «Pescaílla» o, por ejemplo, todos los promotores y correveidiles del procesismo. Yo lo tengo muy claro, clarísimo, pero sería bueno que razonaran su respuesta y obraran en consecuencia, por ver si rescatamos a Barcelona de su agonía.