Cómo llegar desde Zaragoza al restaurante Les Grands Buffets de Narbona (Francia)

Cómo llegar desde Zaragoza al restaurante Les Grands Buffets de Narbona (Francia)


Entrar por la puerta de Les Grands Buffets de Narbona es hacerlo en uno de los mayores buffets del mundo, pero también y sobre todo en el secular e influyente universo de la cocina tradicional francesa más elevada y festiva, la que hunde sus raíces entre los siglos XVI y XIX y creció y se extendió internacionalmente gracias a otra invención francesa: la restauración.

Esta propuesta gastronómica abierta hace casi 30 años bascula entre lo inabarcable y lo selecto: ofrece al comensal platos variadísimos para comer sin límite. Y, sin embargo, esta experiencia poco tiene que ver con la más habitual al entroncar con el concepto original del buffet. Comer a discreción era el más alto protocolo que se concebía en palacios y mansiones franceses. Emularlo es posible a solo cuatro horas de Zaragoza, las que tarda en llegar a esa coqueta ciudad de Occitania el AVE diario que, en cooperación con la SNCF, sale de la estación de Delicias a las 14.50.

La estación de los quesos.
La estación de los quesos.
BELIKLEIN

No se puede empezar a hablar de Les Grands Buffets sin obviar su carácter superlativo. El negocio se precia, por ejemplo, de dos récords Guinness. Uno por exponer el tenedor más grande del mundo. El otro es por ofrecer el mayor surtido conocido de quesos: 111 referencias, como mínimo. En el imponente e interminable mostrador, si a uno le gusta el queso se sentirá como Charlie cuando le toca el tíquet dorado para ir a la fábrica de chocolate de Willy Wonka.

Las cifras marean: por Les Grands Buffets pasan 363.000 comensales al año, 67.000 de ellos españoles, que son atendidos por 195 empleados. Se sirven 147.000 botellas de vino, 50 toneladas de ostras y 80 tipos de postres. Otro dato: la lista de espera es de 3 meses, por lo que no extrañará que, con capacidad para 600 comensales, también sea el restaurante que más factura de Francia

El entorno para esta pantagruélica propuesta -en la que se puede comer sin límite de cantidad ni de tiempo, puesto que  no hay turnos de mesas– no le va a la zaga. La decoración y la iluminación conforman un halo de fantasía que más recuerda a un plató de televisión que a un restaurante. Así lo vio por ejemplo en ‘Masterchef’, que rodó en Les Gands Buffets un capítulo.

Entre ‘La bella y la bestia’ y ‘Ratatouille’

El restaurante es un espectacular bodegón formado por cascadas de bogavantes, bandejas repujadas de ostras y fuentes de chocolate. Es una mezcla entre ‘La bella y la bestia’ y ‘Ratatouille’ patrocinada por Escoffier y Paul Bocusse. En esta atmósfera se deja sentir la personalidad del fundador de esta locura culinaria, Louis Privat, un amante de la gastronomía francesa y del arte cuya colección trufa los variados salones del local, en una suerte de laberinto lisérgico y la vez fascinante. Se puede comer en el Salón Doré (de estilo versallesco y decorado con 18.000 láminas de oro), en una carpa imitación de las que montaban los reyes en el campo de batalla, en una zona que recuerda a una típica ‘brasserie’ o detenerse en una de las últimas incorporaciones, el Palais des Glaces, un paraíso rococó de los helados.

Puro horror vacui, en cada rincón hay flores naturales, vitrinas con platería antigua, lámparas de araña, telones y borlas, robustas mesas de madera y mármol, esculturas… De un salón parece que se acaba de ir Luis XIV y de otro, Hercules Poîrot. A un paso de lo ‘Kitsch’, el envoltorio tiene sin embargo bastante sentido a la hora de subrayar el papel de Les Grands Buffets como un monumento a la ‘cuisine’ francesa más clásica, de la que el restaurante es además guardián de su quintaesencia.

El preciado pato a la sangre se presenta al cliente con pompa y circunstancia.
El preciado pato a la sangre se presenta al cliente con pompa y circunstancia.
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Es el caso de uno de sus más curiosos y exquisitos platos: el canard au sang (pato a la sangre). La receta es parte del patrimonio gastronómico galo y como tal está protegida. Es decir, para cocinarla y servirla en un restaurante hace falta una certificación oficial y ceñirse a un proceso concreto. En Les Grands Buffets, el ritual se explica por unos altavoces mientras en la estación exclusivamente dedicada a él una empleada irrumpe marcialmente una espada llameante donde está pinchado un pato que, entre fanfarrias, es depositado en la tabla donde será trinchado. Cerca, en la ‘Rotisserie’ hay más preparaciones ancestrales, como la Liebre Royale, que incluye una lámina de oro en su interior.

La estación de los quesos.
La estación de los postres.
BELIKLEIN

La variedad es ingente. Hay un espectacular mostrador consagrado íntegramente a los productos del mar, con dos espectaculares estaciones: la de los bogavantes, casi escultural, y la de las ostras, traídas del cercano lago de Thau y expuestas en un espectacular recipiente plateado. El foie gras y los patés tienen otro gran espacio reservado, junto a guisos como el civet de jabalí, la ‘blanquette’ de ternera a la antigua, las ‘coquilles’ de Saint Jacques…

Este menú casi infinito se corona con más de 80 referencias de postres, igualmente devotos de la tradición gala. Solo la variedad de tartas es para volverse loco: no faltan la Saint Honoré o la Tatin. Hay lugar para los macarons. Y para tartaletas de limón, copas Ligeois, ‘pêches’ Melba, peras Belle Hèlene o la crêpe Suzette. Por supuesto, flambeada frente al cliente, ‘comme il faut’.

Precios

El precio para tamaño banquete es de 52.90 euros por personas. Los niños entre 6 y 10 años pagan 26.90. La bebida va aparte. En este sentido, hay una también una muy amplia selección de vinos, que se sirven por botella y por copa a precio de distribuidor, lo cual lo rebaja sustancialmente. Existe la posibilidad de comprar las botellas y si se hace en  una cantidad mayor de seis, la que se ha consumido en la comida sale gratis.



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