Corazón porteño: Recorrido de arquitectura, gastronomía, arte y miradores por el barrio de San Nicolás
Las avenidas Córdoba, Callao, Rivadavia y Eduardo Madero delimitan el barrio de San Nicolás, cargado de edificios patrimoniales, algunos de los cuales se remontan a los orígenes de Buenos Aires. Su nombre remite a la capilla fundada en 1733 en Carlos Pellegrini y Avenida Corrientes, que se movió al ampliarse la traza para dar lugar al Obelisco, y se trasladó a Avenida Santa Fe al 1300. Pero aquí siguen en pie iglesias como la Catedral Metropolitana y la Basílica de la Merced, reliquias patrimoniales como tantas entre sus calles.
Además de su rol protagónico en el aniversario del barrio y cada 25 de Mayo, la Catedral brilla los 17 de Agosto. Es que allí, envuelto en una larga bandera argentina e iluminado por la luz que cae desde la cúpula central, resta el mausoleo del General José de San Martín. Es de una cercanía tan conmovedora que anima a pasar a honrarlo si estamos en zona.
La primera versión de la Catedral Metropolitana fue construida en 1593, en adobe. Desde entonces, debió ser reconstruida y renovada en más de una oportunidad a causa de inundaciones, incendios y problemas estructurales, hasta que llegó su versión definitiva, una obra dirigida por el arquitecto italiano Antonio Masella, entre 1752 y 1852.
El edificio actual es la sexta construcción que se realizó en este lugar desde la segunda fundación de la ciudad de Buenos Aires, en 1580
La Galería Güemes (1915) es una de las construcciones más antiguas de la zona. Allí vivió Antoine de Saint-Exupéry mientras escribía Vuelo nocturno –novela que precedió a El Principito– y desde siempre aloja uno de los miradores que mejor abarcan el patrimonio edilicio de la ciudad. Recientemente se inauguró un bar en la terraza –Rooftop Florida 165– y todas las noches hay espectáculos de tango en los teatros del subsuelo.
“No va a morir nunca. No solo por su valor arquitectónico y sus impactantes cúpulas vidriadas, sino porque siempre circula gente por este pasaje”, afirma Leonardo Kappes, coordinador de las visitas al mirador. El edificio, de más de 100 metros de profundidad, conecta las calles Florida y San Martín, muy transitadas por oficinistas incluso en tiempos de trabajo remoto.
En esta obra del ítalo-argentino Francesco Gianotti (también autor de la confitería El Molino) pisan fuerte los rasgos modernistas del Art Nouveau: bronce y más bronce, líneas curvas, riqueza ornamental, aberturas de hierro, esculturas que aluden a imágenes de la naturaleza y otros tantos detalles más, que al día de hoy se siguen descubriendo. Florida 165. Visitas al mirador: lun. a vie., de 10 a 13 y de 14 a 16:40. Info: 11 4344 8000. Rooftop: todos los días, a partir de las 16. Reservas: 11 6177 7169.
La galería cuenta con dos teatros, que juntos conforman el Palacio del Tango: el Carlos Gardel (que solía ser una sala de té) y el Astor Piazzolla. Allí se mantiene viva la cultura del tango con espectáculos de música y baile que homenajean a sus más célebres cantantes y compositores. Cenas show: todos los días a partir de las 20, excepto Nochebuena.
«San Nicolás tiene más de 40 bienes de valor patrimonial declarados en el ámbito nacional, muy heterogéneos: desde edificios e iglesias del 1700, hasta el Brutalismo del Banco Hipotecario. Se puede recorrer toda la historia de la arquitectura en un solo barrio.»
Lic. Pablo Chiesa, asesor honorario de la Comisión Nacional de Monumentos, de Lugares y de Bienes Históricos
Clorindo Testa y el estudio SEPRA (Sánchez Elía, Peralta Ramos y Agostini) transgredieron los cánones de la tipología bancaria. En la fachada del ex Banco de Londres y América del Sur, desaparecen los pórticos tradicionales y las paredes macizas y ornamentadas para dar lugar a óculos de hormigón liso y grandes paños de vidrio. Este monumento del Brutalismo data de 1959 y cumplió con las exigencias del concurso: encontrar una expresión arquitectónica que no recurriera a imágenes del pasado ni a clichés del momento, que luego se pudieran tornar anticuados.
Si uno se para en la esquina de Mitre y Reconquista entiende, rápidamente, que además de arquitecto, Testa era artista plástico. No solo explora al máximo las posibilidades del hormigón, sino que exhibe una voluntad escultórica y un claro juego de texturas. El interior amerita un recorrido. ¡Atención! Suele incluirse en el itinerario del festival Open House. Reconquista 101.
Al igual que la Catedral Metropolitana, la Basílica de Nuestra Señora de la Merced y el Convento San Ramón Nonato se remontan a los orígenes de la ciudad. Fueron, durante muchos años, construcciones precarias, pero hacia fines del siglo XVIII el patio del convento ya existía como tal, y las cúpulas y columnas de la iglesia ostentaban los detalles en bronce y los óleos coloridos que todavía la caracterizan.
El pulmón de manzana, alguna vez jardín de los frailes mercedarios, es el recreo verde elegido por muchos oficinistas y políticos que trabajan en la zona y que cada mediodía copan las mesas de los restaurantes El Patio y El Convento –dos propuestas de menor y mayor sofisticación, respectivamente–, gestionados por la misma familia desde hace 25 años.
Los emprendedores gastronómicos no son los únicos con larga trayectoria dentro del claustro: también hay dos anticuarios, una biblioteca, un local de cámaras y accesorios fotográficos y montó su estudio la diseñadora de moda Andrea Urquizu. Reconquista 269. Restaurantes: lun. a vie., de 12 a 15.30. Anticuario “Milagro”: lun. a vie., de 11 a 16.
Allá por los años 70, el reconocido ensayista y promotor cultural Jorge Glusberg –que también fue director del Museo Nacional de Bellas Artes– decidía reunir en la calle Viamonte a un colectivo de artistas de vanguardia para fundar el Centro de Arte y Comunicación (CAyC), una organización basada en el arte conceptual que se enfocó en experimentar la conjunción del diseño, la arquitectura y la tecnología.
Desde entonces, y hasta mediados de los 90, Glusberg, Jorge González Mir, Clorindo Testa, Juan Carlos Romero y Víctor Grippo, entre otros, fueron responsables de promover el arte local y latinoamericano en la esfera internacional. Hoy, ese espíritu resurge en el mismo edificio –refaccionado por el estudio Esteban Tannenbaum–, en el cual, desde 2019, se exhiben trabajos de artistas de la región. Viamonte 452. De lun. a vie., de 13 a 17. www.waldengallery.com info@waldengallery.com
Hasta el 19 de agosto, estará activa la exhibición “Claroscuro latinoamericano” de la argentina Claudia del Río, en la cual, principalmente a través del collage, la artista reflexiona acerca del mundo económico, político, publicitario e interpersonal
Majestuosa. Así mandó a construir la argentina María Lidia Lloveras, princesa de Faucigny-Lucinge, esta pieza de la historia porteña. El diseño de 1929 se mantiene casi intacto, principalmente su tan característica fachada, en la que se conserva el estilo neoplateresco (una suerte de barroco gestado en España) con sus molduras torneadas, los labrados, las columnas ornamentales y los soldados esculpidos que escoltan la puerta de entrada.
“El frente estaba tan bien conservado que solo hubo que limpiarlo”, asegura Martín Ocampo, director de obras para NH Sudamérica. La cadena hotelera gestiona el Jousten desde el 2000, y aprovechó la pandemia para intervenir los ambientes e inyectarles “una dosis de modernismo joven que conviva con la arquitectura de la Belle Époque”.
El edificio original fue inaugurado a fines de los años ‘20 por el entonces presidente de la Nación Marcelo Torcuato de Alvear
Cambió mobiliario, alfombras y materiales, bajo una propuesta del estudio de interiorismo TBC, con sede en Madrid. Los ventanales de la planta baja se despejaron, y ahora invitan a los transeúntes a disfrutar del bar y escapar del ruido del centro porteño. Av. Corrientes 280. nhcollectionjousten@nh-hotels.com
El edificio Comega –de los primeros rascacielos modernos de Buenos Aires– tiene casi 90 años, pero solo desde 2019 le saca máximo provecho a su altura.
“Cuando llegamos, en la terraza no había más que los equipos de aire acondicionado; ni siquiera accedía la gente que trabajaba en el edificio. Hicimos una obra muy grande para ponerla en valor y que nuestros clientes pudieran disfrutar de una de las vistas más imponentes de la ciudad”, nos cuenta Andrés Rolando, uno de los dueños de Trade Sky Bar, el rooftop que deja a todos boquiabiertos con su panorámica de 360 grados, desde donde se aprecian con claridad el Obelisco, Puerto Madero y el Río de la Plata.
«Nos tuvimos que subir a los hombros de una herencia enorme: los años 30 y el auge del Art Déco. Tomamos aquella elegancia y el aura Gatsby para crear una experiencia de lujo»
Andrés Rolando, cofundador de Trade Sky Bar
Se puede ir tanto a comer como a tomar algo. ¿El plato más pedido? Risotto con langostinos y puré de limón. ¿El trago? “Exchange”: una mezcla de vodka, maracuyá, cordial de pomelo y yogur natural. Av. Corrientes 222. Lun. a dom., desde las 18. www.tradeskybar.com @trade.skybar
La Giralda existe desde 1930. Empezó como lechería, siguió como bar, y se consolidó como un ícono más en la avenida de los teatros y las pizzerías, elegido por políticos y artistas como Perón, Alfonsín y Borges. Por su historia y su valor edilicio, integra la lista de los 92 bares notables que selecciona el Gobierno de la Ciudad.
En 2018 se había anunciado su cierre definitivo, pero el cambio de dueños y una enorme reforma permitieron que resurgiera, como el ave fénix, para volver a abrir sus puertas el año pasado. El objetivo fue recuperar la impronta del siglo XX: se restauraron las sillas Thonet originales y los herrajes de bronce, se reconstruyeron las mesas de mármol, los vidrios al ácido y las boiseries.
El bar está listo para volver a los años de gloria, con una particular novedad: ahora también ofrece servicio de restaurante. “Pero, no importa cuán tarde sea, desarmamos la mesa de la cena para aquellos que llegan antojados de churros”, advierten, en alusión a un clásico del lugar: churros rellenos de dulce de leche o crema pastelera, acompañados por una taza de chocolate caliente. Av. Corrientes 1453. Dom. a jue., de 7 a 01; vie. y sáb., las 24 horas. @lagiralda1453
El Teatro Colón, el Centro Cultural Kirchner (ex Palacio de Correos y Telecomunicaciones) y el Teatro San Martín están en este barrio delimitado por las avenidas Córdoba, Callao, Rivadavia y Eduardo Madero. Ninguno de ellos tiene nada que envidiarles a los mejores centros culturales del mundo: ni por la acústica, ni por sus escenarios, ni por la calidad edilicia. Cada uno, con su sello, refleja una época particular de la música, la danza, el teatro y, también, de la arquitectura.
El Colón es el más viejo, de 1908. Le sigue el CCK, que se reinauguró en 2015 incorporando las más altas tecnologías, pero que se había construido en 1928 para oficiar de sede del Correo Central.
El San Martín llegó más tarde, en los años 60, y su estilo modernista lo refleja. Su fachada e interiores son mucho más austeros y despojados que los de sus pares; la transparencia del frente vidriado incorpora la calle al hall principal, a diferencia del secretismo que emanan los dos edificios monumentales de principios del siglo XX, y en los pasillos siguen plantadas las sillas Barcelona, símbolos del racionalismo que Mario Roberto Álvarez incorporó mirando al arquitecto germano-estadounidense Mies Van der Rohe.
Con sus instalaciones de primera línea, el Centro Cultural Kirchner tiene una impronta casi futurista. El Auditorio Nacional, la sala sinfónica, cuenta con un escenario de 250 metros cuadrados y capacidad para 1750 espectadores. En otro de los espacios, la Sala Argentina –reconocida por su impecable acústica– entran 530 personas más. Visitas guiadas regulares: teatrocolon.org.ar; cck.gob.ar; complejoteatral.gob.ar
Dato curioso: las tres construcciones, juntas, suman alrededor de 140.000m2
Simetría, elegancia y solidez. Los ocho edificios erguidos a lado y lado del Pasaje Dr. Rodolfo Rivarola (comprendido entre las calles Juan Domingo Perón y Bartolomé Mitre) conservan intacto su encanto francés. Fueron construidos a fines de la década de 1920 en base a un proyecto de la firma argentina Petersen, Thiele y Cruz, encomendado por una compañía de seguros. Así nació la única calle en espejo de la ciudad de Buenos Aires.
El paso es angosto y tranquilo, incluso durante los días de semana. Invita a detenerse y mirar hacia arriba para descubrir no solo la seguidilla de balcones con balaústres y barandas de hierro, así como los remates de mansardas oscuras, sino las cuatro cúpulas con mirador que coronan cada esquina del pasaje: un aire parisino en pleno Centro.
A la vuelta, sobre Perón, otra joya patrimonial digna de ser vista: la asociación italiana Unione e Benevolenza, sede de la entidad de ayuda a inmigrantes italianos más antigua de América y, hasta principios de los 2000, también anfitriona de muchos bailes de la noche porteña.