«Dios está en los detalles… y es una mujer negra» por Oscar Guayabero

«Dios está en los detalles… y es una mujer negra» por Oscar Guayabero


Joséphine Baker, la cantante y bailarina de cabaret más emblemática del París de los años veinte, influyó en muchos de los artistas y arquitectos del movimiento moderno.

Joséphine Baker y Le Corbusier en 1929

La famosa frase del escritor francés Gustave Flaubert «Dios está en los detalles» inmortalizada por Mies van der Rohe (una máquina de remachar fases lapidarias) se ha interpretado como que el cuidado en los acabados y la escala humana es lo que da validez o no a la arquitectura.

También se puede interpretar de muchas otras formas y sobre otros aspectos. Por ejemplo, a menudo, en la historia, los detalles son los que dan sentido, o al menos, dan pistas de cómo interpretarla. Son esos detalles, que algunos considerarían menores, los que suelen atraparme y a los que dedico parte de mi tiempo de investigador amateur.

«A menudo, en la historia, los detalles son los que dan sentido, o al menos, dan pistas de cómo interpretarla.»

joséphine baker

Uno de esos detalles, es el efecto que dentro del incipiente movimiento moderno causó Joséphine Baker, la cantante y bailarina de cabaret más emblemática del París de la década de 1920.

Baker, nacida en EE.UU., creció en el periodo de las peores revueltas racistas vividas en Saint Louis. Su padre, que tocaba el tambor en bares honky-tonk abandonó a la familia, y su madre, que era mitad negra y mitad apalache, trabajó como lavandera para poder mantener a sus hijos.

La pequeña Joséphine empezó a trabajar a los 8 años y sufrió maltrato. Con 14 años ya se había casado y separado dos veces, y fue su segundo marido de quien obtuvo el apellido Baker.

En 1922 se unió a una compañía de baile; un año más tarde ya estaba en el coro de la primera obra de color que se representó en Broadway, Shuffle Along. Posteriormente trabajó en el mítico Cotton Club.

En 1925 viaja a París y allí encuentra su lugar, en un periodo de entreguerras donde París fue la capital del arte y la moda y donde se respiraban aires de libertad muy distintos a los de su país natal, Baker se convierte en la estrella del Folies Bergère, protagonizó algunas películas y acabó tomando la nacionalidad francesa.

Pero además la actriz tuvo un papel importante como activista por los derechos civiles enfrentándose a las políticas segregacionistas de la época. La artista insistía en que sus espectáculos fueran abiertos a todo el público y durante sus varias giras por EE.UU. rechazó actuar en lugares que no permitían el ingreso del público negro.

Además durante la segunda guerra mundial, trabajó para la resistencia y usando sus contactos e invitaciones a fiestas en embajadas, obtuvo información sobre los movimientos de las tropas enemigas que logró transmitir primero a las autoridades francesas y —tras la caída de Francia en manos nazis— a la Resistencia, utilizando tinta invisible en sus partituras. Por sus contribuciones, fue condecorada por Charles de Gaulle con la Legión de Honor y la Medalla de la Resistencia.

Adopto un montón de niños al estilo de Angelina Jolie y acabó arruinada y viviendo en Mónaco, con la ayuda de Grace Kelly con la que parece que tenía una gran amistad.

Esa es la historia, pero vamos a los detalles. Baker debuta en París con tan solo 19 años. Su número principal “La danza salvaje” la interpretaba sólo vestida con un collar de perlas y una falda hecha de bananas incrustadas con piedras brillantes, en ocasiones se ponía un sostén mínimo.

adolf loos

En su número explotaba la sexualidad de un baile que evocaba, a los europeos de la época, un supuesto ritual erótico de una África aún muy desconocida. Algo tribal y primitivo que bien podría parecerse a aquello al que se refería Adolf Loos en su Ornamento y Delito: «El ornamento al servicio de la mujer perdurará eternamente, cuyo ornamento responde, en el fondo, al del primitivo salvaje, teniendo un significado erótico».

«El ornamento al servicio de la mujer perdurará eternamente».

Adolf Loos

Según Juanjo Lahuerta el texto de Loos «tiene menos que ver con la decoración de los edificios que con los tatuajes, el abalorio y las plumas de los “primitivos” y los degenerados: mujeres, papús, artistas y criminales». 

Pues curiosamente, Adolf Loos quedó fascinado ante un espectáculo que recogía esa degeneración que aparentemente rechazaba. Tanto es así que después de ver a la Baker bailar y coincidir en una fiesta, empieza por su cuenta y riesgo a diseñarle una casa.

Un lugar pensado para dar rienda suelta a las fantasías eróticas del arquitecto con una piscina cuyo fondo se veía desde el salón donde la bailarina pudiera nadar desnuda para deleite de su invitado, es de suponer que el propio Loos.

Curiosamente, el arquitecto vienés definía la ventana como «un elemento que sirve para dejar entrar la luz, nunca la mirada» y en cambio en su proyecto para Baker genera un dispositivo en el centro de la casa para el puro voyeurismo.

le corbusier

Y si hablamos de voyeurs en la arquitectura Le Corbusier no podía faltar. Sabido es que en su casa situaba el bidet fuera del baño y dentro de la habitación para poder contemplar a su esposa mientras lo usaba, para zozobra de esta que lo escondían con un cubo de madera cuando venían las visitas.

Resultó que Le Corbusier coincició con Joséphine Baker en un viaje volviendo de Sudamérica y hay algunas fotografías que dan fe de ese encuentro. En una de ellas parecen celebrar una fiesta de disfraces donde Le Corbusier no se sabe exactamente de qué va disfrazado y Baker iba de muñeca China.

Le Corbusier y Joséphine Baker

En todo caso el arquitecto ya conocía el espectáculo del Cabaret Noir del que dijo: «Estos espectáculos son una mezcla de elementos de rascacielos y jungla… ultramodernos y ultraprimitivos».

No hay constancia de que la cosa pasara a mayores, a pesar de que Le Corbusier hizo barios bocetos de la bailarina, algunos directamente eróticos. A veces, se le atribuye una pequeña escultura de alambre que en realidad es obra de Calder, otro artista que quedó hechizado por Baker.

paul e. colin

A pesar de estos escarceos con arquitectos del movimiento moderno, fue Paul E. Colin, un grafista Art Decó quien sí tuvo una relación sentimental y profesional real y seria con la artista.

Colin conoció a Baker al inicio de su estancia en París y realizó para ella algunos de los carteles y dibujos más bellos que se hicieron de ella. Ambos compartían la pasión por el cabaret, el jazz y la diversión pero también el compromiso político.

Tanto Josephine Baker como Paul Colin recibieron la Croix de Guerre por su valentía durante la guerra. Joséphine Baker fue la encargada de abrir el discurso de Martin Luther King en Washington tras la marcha de 1963 y Paul Colin dedicó muchos de sus carteles a los valores pacifistas y antifascistas. Su amistad perduró a lo largo del tiempo, a pesar de los diversos matrimonios y la bisexualidad de la «Venus de ébano», como se la llamó.

En todo caso, me gusta pensar que la flexibilidad y la joie de vivre del cartelista francés, consiguió lo que no consiguieron los serios y dogmáticos arquitectos modernos, traspasar el mito erótico de Baker y establecer una relación afectiva más allá de los tópicos.

Si Dios está en los detalles, estos son los que importan y el detalle principal es, en este caso, que Dios fue, al menos durante unos años en París, una mujer negra.



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