El hombre invisible que ‘amuebló’ la ciudad utópica de Le Corbusier | ICON Design
En 1951, Le Corbusier tramó en su mente la ciudad de Chandigarh, al norte de la India, como si de un cuerpo humano se tratase. El único gran proyecto urbano que el arquitecto franco–suizo pudo por fin ejecutar, debería funcionar con la exactitud de un corazón a pleno rendimiento. Las zonas verdes y parques insuflarían aire limpio en la ciudad a modo de pulmones, mientras que un meticuloso circuito de avenidas garantizaría la circulación fluida como el paso ininterrumpido de la sangre por nuestras arterias.
Cada pieza de este eficaz rompecabezas se conectaría entre sí a través de una cuadrícula ortogonal de sectores autosuficientes, y en el que el Capitol Complex, sería la cabeza que pusiera orden. Compuesto por tres monumentales muestras de brutalismo –el Tribunal Supremo, la Secretaría y la Asamblea Legislativa– este Complejo del Capitolio consumó los deseos de Jawaharlal Nehru, primer ministro de la Unión India, de construir una ciudad que ejemplificara el espíritu moderno de la nueva nación.
A la hora de asumir la batuta del trazado arquitectónico en los edificios gubernamentales, Le Corbusier puso una condición: no tener que trasladarse hasta la futura ciudad durante el proyecto. Ese papel lo desempeñaría su primo Pierre Jeanneret, encargado de ejecutar y coordinar el trabajo en Chandigarh con el estudio de París, labor que ejerció hasta el final de sus días.
Tener como pariente cercano al gran genio del racionalismo, no fue tarea fácil. Muchas veces relegado a la sombra de su primo, Pierre Jeanneret (Ginebra, 1896) se mantuvo siempre fielmente como la mano derecha de Le Corbusier. Tal era su conexión, que en numerosas ocasiones, Jeanneret dibujaba los primeros croquis de sus plantas abiertas, que más tarde serían retocadas –y afinadas– en compañía de Le Corbusier.
Diplomado en la Escuela de Bellas Artes de Ginebra, entre 1921 y 1922 trabajó junto a los hermanos y arquitectos Auguste y Gustave Perret en París, antes de incorporarse al estudio de Charles-Édouard Jeanneret-Gris, ya conocido con el seudónimo de Le Corbusier. Fruto de esta primera etapa, fue la publicación del célebre manifiesto los Cinco Puntos hacia una Nueva Arquitectura (1926) en el ambos creadores asentaban los elementos clave de la estética moderna en un edificio: la planta libre, la terraza-jardín, los pilotis, la ventana longitudinal y la fachada libre. Jeanneret no solo supo estimular la imaginación de su primo, sino también moderarla con sus dosis de realismo, asumiendo el control de los aspectos más técnicos y la continuidad del estudio.
Un año más tarde, se incorporaría al famoso estudio del número 35 de Sèvres la diseñadora Charlotte Perriand, el tercer miembro del triángulo creativo más fructífero del siglo XX en materia de mobiliario. Tras un primer encuentro donde Le Corbusier la recibió con la desafortunada frase «desgraciadamente, aquí no bordamos cojines», pronto cambió de idea al ser testigo junto a Jeanneret de los revolucionarios diseños de interiores que había esbozado la joven parisina. Perriand se encargó de humanizar el, a menudo, frío racionalismo de Le Corbusier, guiada por su talento e intuición en el uso de nuevos materiales.
Célebres diseños como el sillón LC2 o la chaise longue LC4, con estructura de acero cromada en la que perdura su pureza geométrica y ergonomía, son fruto de esta década en la que colaboraron intensamente juntos. Perriand confesó en repetidas ocasiones que “Le Corbusier era el hombre de comunicación, el hombre completo, el filósofo”. En cambio, Pierre Jeanneret ejercía como «el hombre técnico», el punto de referencia en el estudio que manejaba el trabajo en la vida cotidiana. Vivían en una especie de ósmosis continua, en la que uno era igual de necesario para el otro.
Cuando Pierre asumió la dirección del proyecto urbanístico en Chandigarh a petición de Le Corbusier, su implicación en la construcción de la ciudad pasó a un primer plano. Atrás quedarían las disidencias políticas que mantuvieron durante la II Guerra Mundial; Pierre se unió a la resistencia francesa para hacer frente al bloque nazi mientras Le Corbusier dejó latente su neutralidad pero sin oponerse a cooperar con el Tercer Reich, si con ello implicaba seguir diseñando edificios.
Durante las décadas posteriores, Pierre mantuvo un contacto directo con el territorio indio que no se limitó a la supervisión y construcción de edificios públicos, sino que incluyó una cuantiosa familia de muebles cómodos, funcionales y de gran belleza para su uso diario. Así lo indica Barbara Lehmann, responsable del archivo histórico de Cassina. “La mayoría de los proyectos fueron supervisados por Le Corbusier, pero Pierre se distinguió bajo su firma exclusiva, en el diseño de algunos edificios públicos, en particular escuelas, y algunas casas individuales, así como en el diseño de muchos muebles. Chandigarh fue realmente la culminación de la colaboración entre Le Corbusier y Pierre Jeanneret, pero sobre todo una oportunidad única para que el segundo expresara su personalidad”.
Para ello, quiso combinar formas esenciales y materiales sólidos por los que convergieran los ideales modernos traídos de Europa y se fusionaran con la tradición y la cultura del país asiático. Así lo muestra el exhaustivo estudio de los archivos que la firma Cassina ha realizado con el apoyo de la Fundación Le Corbusier, y que tiene como resultado la producción de cuatro modelos que Jeanneret diseñó para Capitol Complex.
Destruidos, abandonados en vertederos y ahora reeditados por Cassina
Diseñar un mobiliario gubernamental resistente al trasiego común de las oficinas públicas, que no sacrificara belleza en beneficio del confort, fue uno de los grandes retos que asumió Jeanneret. “El mobiliario diseñado para los edificios de Chandigarh es particularmente significativo e identificable porque han desarrollado un léxico coherente y simple. Se basa en la identificación de tipos formales de estructuras (tipo «x», tipo «y» tipo «z», etc.), pero al mismo tiempo resulta complejo y articulado, ya que es capaz de generar familias de muebles con una amplia gama de variaciones en las alturas de los asientos”, señala Barbara Lehmann.
En la práctica, Jeanneret recurrió al uso de materiales locales como la teca o el ratán, de exótica belleza pero ultra resistentes al paso del tiempo. Prueba de ello, son los ejemplares que sobrevivieron a la ‘modernización’ que los habitantes de Chandigarh promovieron a finales del siglo XX, por la que destruyeron gran parte o bien terminaron abandonados en vertederos y pozos de basura.
Los sobrevivientes se encuentran a salvo en el Museo Pierre Jeanneret que ocupa la casa que el arquitecto diseñó y en la que vivió hasta que enfermó en 1965. Tras recobrar su apariencia original que varios burócratas se encargaron de alterar con renovaciones de dudosa belleza, hoy conserva una parte fundamental del mobiliario que diseñó Jeanneret aquella época, y que llega a alcanzar cifras astronómicas en su venta online a través del portal Srelle.
El Centro de Investigación y Desarrollo de Cassina reedita desde hace unos meses los modelos más reconocibles que Jeanneret diseñó para varios despachos y secretarías, interpretados como un homenaje al creador ya que, como indica Lehmann, no existe una evidencia documental de su autoría. “Las cuatro piezas que forman la colección se hicieron después de un análisis de los diseños disponibles y con el relieve de algunos modelos encontrados en los museos de Chandigarh. Sin embargo, sabemos que estos modelos a menudo se han reproducido, incluso en el pasado y después, con diferentes detalles. Fueron hechos por artesanos y, por lo tanto, a veces con pequeños cambios entre un taller de artesanía y otro. Es por esta razón que es difícil hablar de un solo original para cada modelo”.
Es el caso de la Silla de Oficina Capitol Complex, compuesta por piezas independientes como las barras laterales en forma de V invertida, que convergen y apoyan el reposabrazos. Este asiento mantiene la estructura maciza original de teca, aligerada por el asiento y el respaldo de ratán, pero incorporando dos versiones más en roble natural o teñido de negro. Fabricada en el histórico taller de carpintería de la compañía, el nuevo modelo dispone de un cojín opcional para hacerlo más confortable.
La segunda silla que compone la colección es de menor tamaño y se caracteriza por la ausencia de reposabrazos. Sus patas coplanarias y la sección geométrica forman una pieza simple y compacta, al igual que la tercera pieza, un sillón que abraza la misma forma en V invertida. Los apoyos visibles unidos al relleno del respaldo, crean un contorno redondeado que conjuga confort y sencilla elegancia.
Por último, Cassina ha producido de nuevo la mesa de reuniones que solía albergar la Asamblea Legislativa del Complejo, en tapa de vidrio flotado y estructura de madera. Evoca la solemnidad y exactitud de las actividades que recibió durante décadas, y en la que seguramente Le Corbusier y Jeanneret vieron proyectar el sueño de una ciudad que construirían con sus propias manos.