El silencio de los gritones.
La banalidad del mal es el momento cuando cualquier parámetro moral o ético se pierde, no hay asideros que limiten el comportamiento de las personas.
De todo lo vivido en estos años de la cuarta transformación lo que más me preocupa es su pretensión de una supuesta superioridad moral. No me gustan los políticos moralistas, esos que se suben en un pequeño pedestal y desde ahí señalan sin mayor prueba o confirmación la inmoralidad del otro, del oponente.
La escala y los valores morales ellos los construyen todos los días, los modifican a su gusto y los deslindan siempre de tal manera que nunca quedan manchados de inmoralidad alguna según su autoproclamada escala moral.
El robo en ellos deja de ser robo y es aportación al movimiento. Las mansiones en el extranjero es solo que la esposa es rica. Los candidatos violadores son tan solo sufridos hombres victimas de mujeres con intereses de desprestigiarlos políticamente.
Nunca serán corruptos e inmorales, en su cartilla moral están exentos de cualquier señalamiento. Siempre es el otro, el oponente, el adversario, el que no está con ellos el que es corrupto e inmoral.
El plagio de una ministra no es nada, solo es el ataque inmoral de un conservador que quiere destruir a una mujer bendecida por el líder. Es siempre la inmoralidad del otro, ellos son la luz del mundo.
Pero en si mismo eso no me molesta, de políticos moralistas está lleno el mundo y ni estos son los primeros ni serán los últimos. Lo que me causa un poco de fastidio son los que antes gritaban y ahora callan, es el silencio de los gritones lo que me asombra.
Ahora ven la corrupción evidente y callan. Es solo el deseo de mantenerse o escalar un poco en una supuesta carrera política que antes les era imposible siquiera imaginar. No les importa nada, pero es que nunca les importó realmente.
Les gusta y están cómodos en la nueva escala de valores morales, una donde ellos mismos se califican y califican a los demás. Les parece sencillo decir que siempre habían deseado un gobierno de izquierda y ahora que lo tienen no consideran señalar la menor incongruencia o falla por evidente que sea. Así sea un total atropello a lo que antes consideran sus principios inamovibles.
Les gusta un pastor que los catequice todas las mañanas, les dé rumbo claro y definido de lo que está bien o mal. La moral auto definida y con escalas propias.
Ya vamos por el quinto año de gobierno y lo único que festejo con alegría es que dejaron a un lado, por lo menos por el momento, su pretensión absurda de imponernos una Constitución Moral a los Mexicanos.
Sería absurdo que desde el poder nos impongan una Constitución Moral. Yo en lo personal me sentiría incómodo de pensar que debo seguir unos principios morales dictados por personas como Manuel Bartlett, Fernández Noroña, los Hermanos López Obrador, Gertz Manero, la ministra Plagiaria, Cuauhtémoc Blanco o Ricardo Monreal.
Dejemos la moral donde debe estar.
No olvidemos que los moralistas siempre nos prometen el cielo.
Y en esa promesa invariablemente nos regalan el mismo infierno en la tierra.
Y es el silencio de los gritones lo que se los permite.
Jorge Flores Martínez
Twitter: @jorgeflores1mx