Este palacio con frescos del siglo XVIII decorado con elementos contemporáneos es una apuesta ganadora | Architectural Digest España

Este palacio con frescos del siglo XVIII decorado con elementos contemporáneos es una apuesta ganadora | Architectural Digest España


Fue la pasión por el arte la que impulsó este proyecto. Elisabetta Morandini, coleccionista y experta en moda, llamó a Paola Moretti, interiorista con un gran conocimiento del mundo del cine y del estilismo, para llevar a cabo una tarea un tanto peliaguda: transformar un piano nobile de un antiguo e imponente palacio –con increíbles decoraciones murales de finales del siglo XVIII– en una vivienda inspirada en un minimalismo culto y refinado. Un lugar que, cuando el sol cae, podría parecer oscuro, si no fuera por esa corriente experimental que lo recorre todo y que puede definirse de una manera clara: el gusto de ambas por el arte y el diseño de autor.

Nos encontramos en la ciudad de Brescia, toda una joya de la cultura y la arquitectura renacentista. Conocida como ‘la leona de Italia‘, es raro encontrar en sus calles residencias que llamen tanto la atención. Por eso, cuando Elisabetta decidió darle un aire contemporáneo a los interiores cargados de historia del Palazzo Martinengo della Motella, del siglo XV, y convertirlos en un hogar para ella y su familia, no dudó en contactar con Paola, quien detesta las convenciones y ha hecho de la sobriedad su mantra.

Sofá vintage de Knoll (primera serie de 1949) en terciopelo rosa, mesa de centro de Osvaldo Borsani, bandeja de Fornasetti, lámpara de pie Oluce 380  de Giuseppe Ostuni y frescos de Luigi Basiletti (hacia 1800).

© Simon Watson

Recobrar el espíritu original, la tarea más compleja

Define, con cierta ironía, su sentido de la estética como «una bestia fea con la que he aprendido a convivir» y busca crear «espacios reales» que reflejen los gustos de sus habitantes y que, además, sean prácticos y eficaces. Un proyecto sin duda complejo, confiesa Paola Moretti, no tanto por la opulencia de la casa ni por el clasicismo de sus decoraciones pictóricas y arquitectónicas, sino por una reforma anterior que afectó a la pátina original del edificio, desvirtuándolo por completo. «No fue fácil recuperar el ambiente perdido», asegura.

Sin embargo, la renovación comenzó por el color. Los tonos rojizos del brillante parqué de los años noventa se han decapado y han pasado a un gris mate que recuerda a los suelos venecianos; y unas gruesas yeserías animan lo que eran unas anónimas paredes de color beige. Pero lo que más destaca son los detalles que nos devuelven a nuestro más ecléctico presente: los zócalos de acero de espejo que combinan a la perfección con el dramatismo de los frisos de estilo pompeyano bajo los paisajes del pintor y decorador Giuseppe Teosa y acompañados de una importante colección de arte y mobiliario. «Nuestro objetivo –concluye Moretti– era crear un lugar donde la vida cotidiana se nutra de la belleza, una especie de templo en el que admirar el pasado, el presente y el futuro próximo».



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