Extremadura será el destino de moda en 2023 para interioristas, arquitectos y diseñadores
Extremadura hace tiempo que buscó su revulsivo estético que la acercara a lo contemporáneo, pero sin dejar su acervo, su vida reposada. Y en la última década lo ha conseguido a través de nuevos y consagrados arquitectos, diseñadores y decoradores que han escogido esta región para trabajar, crear o inspirarse. «Mientras el blanco huela a mares de agua dulce, a encuentros sosegados…”, decía el poeta extremeño Pablo Guerrero, quien tantas veces retrató las encaladas calles de su tierra, sus traviesas aguas y su pegadizo acento.
Arquitectura en auge
Puede que el punto de inflexión tuviera lugar en 2004, cuando Andrés Jaque, con su estudio Office for Political Innovation –León de Plata en la Bienal de Arquitectura de Venecia–, levantó la Casa Sacerdotal Diocesana de Plasencia (Cáceres). Este abandonado seminario se alzó como residencia para estudiantes y antiguos sacerdotes y puso el primer peldaño de lo que sería la arquitectura contemporánea española en una ciudad de apenas 40.000 habitantes. “En este proyecto lo solemne convive con lo displicente; y los colores fluorescentes con los muros de piedra del siglo XV”, explicó en su día Jaque a nuestra revista. Era la vanguardia junto al legado de la historia y la funcionalidad de las edificaciones.
De hecho, en 2017 Plasencia volvería a apostar por otros reconocidos arquitectos para su nuevo Palacio de Congresos: el estudio Selgascano, los únicos españoles que han participado en el pabellón anual de la Serpentine en Londres. Esta tierra cacereña siempre ha mirado muy alto en lo constructivo. Pero si Extremadura ha estado en todas las guías internacionales de arquitectura y arte, desde hace un par de años, ha sido gracias al Museo Helga de Alvear de Cáceres, diseñado por el estudio Tuñón Arquitectos, ganador del Premio Architecture MasterPrize 2021 en la categoría de edificio cultural. También Emilio Tuñón, junto a Luis Mansilla, se alzó en 2011 con el Premio FAD de Arquitectura por otra construcción en la ciudad extremeña: el Hotel Atrio. Y cuatro años después, en 2015, el Premio Mies van der Rohe al Arquitecto Emergente iría a parar a un trabajo del estudio Arquitectura G en una casa particular de Cilleros, una localidad cacereña de unos 1.500 habitantes. Un entorno rural desconocido acogía un palmarés enorme; y sin hacer ruido. Parece obvio, pero no siempre lo es: en Extremadura, el paisaje es un elemento más de un proyecto arquitectónico del siglo XXI. Una de estas propuestas, que buscaba rendir un homenaje al entorno natural, fue la sede de Caja Badajoz del Estudio Lamela inaugurada en 2012 y cuya cubierta del zócalo era una reinterpretación de la dehesa extremeña.