Gardaya, el pueblo más raro del mundo y que seguro no conoces | EL UNIVERSAL

Gardaya, el pueblo más raro del mundo y que seguro no conoces | EL UNIVERSAL


Argelia, situado al norte de África, es un país donde el desierto se besa con el mar Mediterráneo. Pista de baile de la arena y el agua mientras el sol pone el son. Un sol fijo y salvaje, como describió el Nobel de literatura, Albert Camus, quizás el argelino más famoso. Lea aquí: Centenario de Albert Camus, hombre libre y visionario

Junto con Marruecos, Túnez, Mauritania y Libia, conforma el Magreb árabe, una porción boreal, de mayoría musulmana, que tiene el continente negro. Camus escribió mucho sobre su belleza de salitre dorado. Mesetas y llanuras. En esa nación, en medio del desierto del Sahara, existe un pueblo sin ventanas que se esconde del extranjero y que pocos conocen: Gardaya.

El mundo siempre ha sido así. Oculta cosas debajo de la mesa donde estudia cómo evolucionar. Pájaros usan los árboles como teatros antes de dormir y la monotonía hace que nadie pregunte dónde está la taquilla. En el mundo pasan cosas. En medio del imperio del internet y la vasta inmediatez en la que se van nuestros días, perviven rarezas. Realidades que al develarse no se olvidan nunca. Una de ellas es Gardaya.

Un viaje inolvidable

Dan Gamboa Bohórquez, un cucuteño residente en Málaga, España, es reconocido en redes sociales por sus crónicas viajeras y sus fotos de rincones extraordinarios del mundo. Migró al periodismo para documentar la infraestructura de esos lugares, en procura de no echar a la caneca su pregrado como arquitecto. Una mixtura de conocimiento y pasión. Le puede interesar: 3 opciones para viajar en plan de amigos

El periodista visitó Argelia, como muchos otros países, “movido por la curiosidad”. “Cuando recorría el país, más y más personas me empujaban a adentrarme en él y me decían que bajara al Valle del Mzab. Sabía poco de él, más allá de un viaje que hizo el afamado arquitecto Le Corbusier al área”, relata.

Y en medio del Sahara, llegó a Gardaya, un pueblo sin ventanas que se esconde. “Un cúmulo de retazos en el paisaje tan congelado en el tiempo, que los extranjeros no podemos dormir en él y sus habitantes no pueden ser vistos de frente”, describe.

A diferencia de Argel, la capital del país, cosmopolita, turística y vibrante, Gardaya, encallada en el tiempo en el valle del M’zab, es insólita. “Ahora mismo hay siete extranjeros. No más”, le dijeron a Gamboa. “Cinco que vienen por trabajo, dos franceses y ahora, tú.”. Siete.

“Fue en ese arrume de pinceladas en la montaña donde caí en cuenta que estaba en uno de los lugares más extraños del mundo. De inmediato, me cuentan cómo es que está conformado el Mzab: “Son cinco ciudades encadenadas y cada ciudad con sus normas”. Lea también:

¿Extrañeza o legado?

En Colombia, al igual que en muchos países occidentales, se mueve la cabeza de arriba abajo para decir “sí” y de izquierda a derecha para “no”. A diferencia de Bulgaria y Pakistán donde lo hacen al revés: de norte a sur con la cabeza para negar, y de oriente a occidente para asentir. Son esas bellezas de lo heterogéneo que muchas veces son usadas como vara para medir, calificar de raro lo que para el otro es costumbre.

Puede que así suceda cuando se conoce a Gardaya, fundada por los mozabitos entre 1012 y 1350, donde crearon una de las más extrañas estructuras sociales para el ojo occidental. Allí, el tiempo pasa a tener otro sentido. No estás en el presente, ni en el pasado; estás en un espacio paralelo”, expone Gamboa.

La primera regla es que un extranjero no puede estar después del atardecer dentro de las murallas del pueblo, debido a que cuando las puertas de la ciudad cierran, es ilegal. “Tampoco se pueden mostrar piernas ni brazos y los perros están prohibidos dentro de las murallas. Pero lo más importante es que está totalmente prohibido tomarle fotos directamente a las personas. Yo, triste, sabía que sería difícil retratar a una mujer de Gardaya”, devela el cucuteño.

Y resalta: “¿Por qué? Porque aún hoy, siguen vistiéndose exactamente igual que hace mil años: son mujeres que se cubren todo el cuerpo con un velo negro o blanco, excepto una parte: un ojo. Eso. Un solo ojo”. Siga leyendo:

Un viaje a otra dimensión

Cuenta Gamboa que al conocer la reglas se dio cuenta que estaba en el lugar del mundo más conservador que haya recordado. “En el corazón del desierto del Sahara, iba a visitar una ciudad donde no podía tomar fotos a nadie y donde si llegaba la noche, podían arrestarme”.

Gardaya es lo que queda de una cultura milenaria que ya muchos daban por muerta. Son bereberes (procede de la adaptación árabe del apelativo “bárbaro” que usaban los romanos), pero de una secta ibadí que se quedó aislada del mundo hace mil años.

El Islam tiene varias ramas, entre las más populares son el sunismo, el chiismo, elsufismo el jariyismo y el ibadismo. Explica Gamboa que estos últimos se concentran casi todos en Omán, pero Omán está a miles de kilómetros de Gardaya. “En origen, hace 1200 años, una facción ibadí vino desde Basora, y poblaron el norte de África. Pero fueron derrotados por el califato fatimí y les toco huir al desierto. Encontraron el valle del M’zab y aquí se aislaron”.

Callejones como laberintos

Al ver las fotos súper angulares que tomó Dan Gamboa, Gardaya parece una pila de ladrillos apostados a la salida de una ferretería barrial. Una ciudad que parece haber sufrido un Apocalipsis arenoso. No obstante, en sus venas y arterias aún hay vida.

“En lo que cruzaba cada una de las puertas de la ciudad, recuerdo encontrarme con un océano de vida. Gente de todas partes de la región, congregadas en la plaza, colgando ropa en las ventanas, aireando la comida que estaban preparando”, narra Gamboa.

Y confiesa: “Pero me siento mentiroso porque el hecho que no pudiera fotografiar a nadie, hacía que cada foto que tomara fuera, o a calles que los locales estaban cerrados o me tocaba esperar por minutos y minutos a que las personas terminaran de cruzar”. Una vida inerte según nuestras convenciones.

Las empedradas calles son vestidas con toldos durante casi todo el año para soportar temperaturas que fácil llegan a cincuenta grados.

La mujer cíclope

Gamboa pasó su día perdido entre los laberintos “de una ciudad que se ha mantenido escondida por siglos, buscando la oportunidad perfecta pero imposible de tomar esa foto, porque no hay forma alguna de dispararla de frente. Una ciudad que te observa pero no te observa”.

Una tormenta de arena obligó a que se refugiara en un carro. Y allí, la gran oportunidad. “En el retrovisor vi que detrás mío había una parada de bus y ahí, sentada, una mujer. Ese manto, que se sostiene con su mano apretada desde adentro y que carga un milenio de distancia, dibujaba la silueta de lo que era, uno de los trajes más extraños que aún existen en la faz de la Tierra”, cuenta. Puede ser de su interés:

El colombiano no desaprovechó el momento al ver dos figuras fantasmales, pues otra mujer entró en escena. “Fue tentador. Tomo la cámara y la apunto. Pero no apunto hacia ella. Le tomo una foto al espejo retrovisor”. Un disparo que hizo posible que, tal vez, por primera vez retratar a una mujer de Gardaya. “Una silueta que se esboza en un cuerpo de cíclope”.

Todas las imágenes son de Dan Gamboa Bohórquez (@DanGamboaB)





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