Gerson Gómez y el “Aullido de perros bajo la luna en Monterrey”

Gerson Gómez y el “Aullido de perros bajo la luna en Monterrey”


Monterrey /

El escritor Gerson Gómez relata en “Aullido de perros bajo la luna en Monterrey” (Oficio) la vida de ricos y pobres de la urbe, desde lo que consumen o lo que los consume, hasta el diario vivir entre venturas y desventuras, un libro lleno de rarezas del que nos platica enseguida.

¿Cómo se fue conformando tu “Aullido de perros bajo la luna en Monterrey”?

En un acto de escapismo. Después de pasar por la calle melancolía. Abrumado por el futuro inmediato. Con una orden de restricción para los afectos. Ya desde antes, en las calles de una ciudad en trayecto al hades.

Se propuso en coedición y por impostura se privilegió a los mismos de siempre.

¿Qué encontramos en este libro, es una guía para conocer desde lo alto hasta lo bajo, hablando de geografías, la zona metropolitana?

Exacto. Un pasaje al voladero. Donde las postales del ángel de la desolación, consignado por Jack Kerouac, en ese texto de Tristeza, menciona al Monterrey de mediados del siglo pasado.

Soy un gran impostor para aquellos detractores de la crónica. La pesadilla del día a día.

Platícame de esa mezcla que haces en los relatos, hablando de las clases sociales, por ejemplo ricos y pobres…

En México existen, desde la época de la revolución, 34 familias poderosas. Los científicos son alfiles de una propuesta lastimera. El mayor desafío no es escribir sobre los hijos de la tierra. Sino adentrarse en quienes se esconden en la opulencia. Son de carne y hueso. Enferman y mueren como humanos.

El covid llegó a Monterrey en jet privado. A San Pedro Garza García.

Estas crónicas van a destrozar el alma de una ciudad anodina. Es también un tributo, de repaso, a doña Irma Salinas Rocha.

Socialmente, ¿cómo ves al Monterrey de la pandemia, al de la sequía?

Igual al de la primera estación del Metro. A los del primer mall en Galerías Monterrey. A los del centrito. A los nuevos ciudadanos con raíces de Haití, Honduras, Venezuela, Colombia, El Salvador.

Duermen y se alimentan en Goretti. Sueñan con trabajar en Heineken o Arca.

Y San Pedro, ¿cómo te adentraste en esos territorios de la clase alta?, ¿en qué te basaste?

El secreto mejor guardado no es el de KFC, sino como se adentra uno en la M de la Sierra Madre.

Las ideas son vividas, otras, las otras.

Ahí está el detalle, chato.

¿Consideras que haya cambiado algo en los días de pandemia apaciguada, de mucho calor y sin agua?

Sí. Las vecinas de la Indepe y las de Garza García tienen el mismo problema. Salvo que unas se agarraron a golpes con los garrafones de plástico.

Las otras, se fueron de la ciudad a sus mansiones en Texas, Florida, Polanco, San Ángel o Nueva York.

Para alguien que es visor profesional de la sociedad, ¿cómo ves la violencia de estos días?

Ahora estoy en medio de tres proyectos de supervivencia. Uno de ellos, de refilón, me permite convivir con los protagonistas de la violencia de la década pasada.

Es muy interesante estar en contacto. Verlos a los ojos como iguales. Soy un bendecido de la pobreza y un transfuga de la riqueza material. A dónde va el experimento: tal vez ya conozcas la solución.



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