Jamník-Kahánek: dos músicos de gran sensibilidad
Brno, sábado, 12 de noviembre de 2022.
Villa Tugendhat. Leoš Janáček: Pohádka (Cuento) para violoncello y piano, JW VII/5. Alexander Glazunov: Elegía para violoncello y piano, op. 17. Krzystof Penderecki: Divertimento para violoncello solo. Sergei Rachmaninov: Sonata para violoncello y piano en sol menor, op. 19. Tomáš Jamník (violoncello), Ivo Kahánek (piano).
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Bravos y aplausos fervorosos para el magnífico
concierto que vamos a reseñar a continuación. Todavía con la resonancia del
maravilloso recital ofrecido por el pianista Pavel Zemen en la Casa Janáček de
Brno, en que nos deleitó con su gran emotividad y solvencia interpretativa
durante los dos ciclos pianísticos de Janáček (serie I de Por un sendero
frondoso JW VIII/17) y Prokofiev (Diez piezas para piano op 12) tocados
en el piano Ehrbar del compositor moravo, nos trasladamos a otro distrito de la
ciudad para disfrutar de uno de los recitales más intensos y apasionados del presente
festival. Comida exprés y paseo por el conocido parque Lužánky, Prosecco a modo
de recepción en la entrada a la Villa Tugendhat, un ejemplo de funcionalismo europeo
de los años 20, debido en este caso a los arquitectos Lilly Reich y Ludwig Mies van der Rohe,
marco incomparable para el extraordinario concierto que nos esperaba en unos
instantes.
El recital del violonchelista Tomáš Jamník y el
pianista Ivo Kahánek, con un interesante programa basado en compositores del
Este, que pretendía estar totalmente “liberado” de la situación política actual
en Ucrania, empezó con la obra Pohádka (Cuento) para violoncello
y piano JW VII/5 de Leoš Janáček. Se trata de la única composición janáčekiana
dedicada a esta plantilla instrumental, con varias versiones de la partitura
hasta la definitiva de 1923, y está basada en un cuento sobre el zar Berendei
del poeta ruso romántico Vasili Zhukovski.
Durante la interpretación de esta obra, ambos músicos
destacaron tanto por su especial y cuidado fraseo como en el equilibrio absoluto
de las partes solistas, en la acentuación de los planos sonoros. Además,
notamos especial interés en la búsqueda de colores instrumentales, una
extremada delicadeza en los pasajes más líricos, interesantes fluctuaciones en
la agógica para las secciones modulantes y de carácter más rítmico, coordinación
interpretativa y control técnico absoluto, agresividad y visceralidad cuando
era necesario… En definitiva, una versión totalmente impregnada del espíritu
janáčekiano al que nos tienen acostumbrados solo unos pocos intérpretes en el
mundo.
En segundo lugar, pudimos escuchar la Elegía para
violoncello y piano op 17 de Alexander Glazunov, una breve composición dedicada
a Franz Lizst, de carácter nostálgico e impulsivo, impresionante melodismo y en
estilo eminentemente tardoromántico. Al inicio, los intérpretes destacaron por
su gran expresividad lírica y perfecta afinación, en contraste después con la
intensidad dramática con que abordaron la sección central. La interpretación de
esta maravillosa obra encantó a un público totalmente receptivo y fiel después
de la escucha de la fantástica interpretación de Janáček con que se iniciaba el
recital.
Todavía antes de la pausa, Tomáš Jamník nos deleitó
con una extraordinaria interpretación del Divertimento para violoncello
solo de Krzystof Penderecki. Esta partitura también existe en distintas
versiones, y es un claro ejemplo del estilo compositivo neoromántico de
Penderecki. Su génesis se basa en la influencia de varias amistades cercanas al
compositor polaco relacionadas directamente con el violoncello, incluyendo
incluso al legendario Mstislav Rostropovich. Si en las dos primeras obras del
programa nos cautivó algo más el pianista, la excelencia del violonchelista
vino a confirmarse totalmente en la interpretación de este Divertimento,
de mucha mayor abstracción y complejidad técnica. Jamník mostró aquí un control
absoluto en los distintos golpes de arco y otros efectos sonoros, con delicados
pianissimos al niente y especial calidad sonora en los varios pizzicati comunes y Bartók, sul ponticellos, armónicos, etc. Impresionante su virtuosismo
y energía en el endiablado Scherzo, de bastante dificultad técnica.
La segunda parte del recital la ocupaba la Sonata para
violoncello y piano en sol menor op 19 de Sergei Rachmaninov, su última obra
camerística, compuesta en Moscú en otoño
de 1901 -ya después del conocido 2º
Concierto para piano y orquesta– en cuatro grandes movimientos, como era típico
en el romanticismo tardío. De nuevo, calidad interpretativa máxima en la
versión ofrecida por estos dos músicos de gran sensibilidad y nivel
internacional. Todo lo comentado más arriba para la interpretación de la obra
de Janáček se dio cita también en Rachmaninov y, además, la exacerbada
frescura, expresividad y belleza de la obra del compositor ruso permitió incluso
un mayor lucimiento de ambos intérpretes, embarcados en una absoluta mimesis
interpretativa, regalándonos una interpretación encantadora en la construcción
de los puntos culminantes y sin ningún momento carente de interés musical.
En
fin, éxito total para un fantástico recital en una sala de excelente acústica,
ideal para conciertos de música de cámara, con todo el público en pie y cierre
con la repetición del delicioso tercer movimiento de la sonata de Rachmaninov
como propina.