La hora de la generosidad
El célebre aforismo «menos es más» del arquitecto Mies van der Rohe no es aplicable a la Atención Primaria de Asturias. Entre los médicos de familia, menos es menos. Y a menos manos, más trabajo para cada mano. Lo que es más, y cada día más, es la demanda de una población envejecida y acostumbrada a pedir consulta un día y ser atendida en las 24 horas siguientes.
Resolver la papeleta no es sencillo. Si envejecida está la población del Principado, envejecida está también la plantilla de los médicos de los centros de salud. Eso explica algunas cosas, entre ellas unas necesidades económicas solo relativas. A los facultativos jóvenes, embarcados en hipotecas u otras aventuras, el estímulo del dinero puede resultarles más atractivo. Si a eso le sumamos una plantilla con creciente presencia femenina, habitualmente más propensa a conciliar el trabajo con la familia y otros intereses, nos hallamos ante una notable dificultad para implantar un modelo basado en más horas de trabajo, aunque vaya acompañado de un aumento de retribuciones.
Organizar la atención sanitaria no es tarea sencilla. No resulta fácil sostener los estándares de asistencia a los que nos habíamos acostumbrado. Existe un problema de demografía médica que viene de lejos. Tenemos, además, un desprestigio progresivo de la medicina de familia, la más genuina de las medicinas, pero poco motivadora para unas generaciones jóvenes más movidas por sus excelentes currículos académicos que por su inclinación al cuidado, la escucha y la ayuda a los demás.
A consecuencia de los factores señalados y de otros, el panorama sanitario está muy revuelto en toda España. Las problemáticas son similares: faltan médicos en todo el país. En Asturias, los sindicatos se mostraron muy benevolentes durante la pandemia de covid-19 y ahora continúan en el mismo tono. El Gobierno regional se muestra sensible con algunas demandas de los sanitarios. Sin duda, la paz es lo mejor para todos. Un nuevo conflicto difícilmente sería entendido por la ciudadanía.
Lo que ahora pone sobre la mesa el Servicio de Salud del Principado (Sespa) es un modelo que por fin salda una deuda histórica, al dignificar las condiciones de los médicos y las enfermeras del Servicio de Atención Continuada (SAC). Al mejorar la situación de este colectivo, aumenta la carga que hay que repartir entre el conjunto de la plantilla de Atención Primaria. Y, para hacer más digerible este bocado, pone sobre la mesa más dinero para los que trabajan bastantes horas por encima de su jornada ordinaria. Quizá esta fórmula no satisfaga a todos, pero poco más puede hacer la Administración sanitaria.
Sentadas estas nuevas condiciones, tal parece que la evolución de la Atención Primaria va a estar muy supeditada a un factor tan sutil como romántico: la generosidad. A la disponibilidad de muchos para contribuir a una distribución equitativa de las cargas. Si, por el contrario, cada uno tira de la manta solo en función de sus intereses –legítimos, por supuesto–, el Sespa tendrá que sacar el cartel de «obligatorio». Y entonces todo se complicará mucho más.
Porque, en materia de médicos, menos es menos. Digan lo que digan los arquitectos.