La Ville Neuve
La arquitectura es el gran libro de la humanidad.
Víctor Hugo. Notre-Dame de Paris.1
A la ciudad de Santiago de León de Caracas en su 455 aniversario.
Caracas, 25 de julio de 2022
- O dix-neuvième!
Ítalo Calvino decía que “las ciudades invisibles son un sueño que nace del corazón de las ciudades visibles”.2 Tan inspiradora idea condujo a Docomomo Venezuela desde su inicio en 2010 a emprender el estudio de las arquitecturas italianas, españolas, estadounidenses, alemanas -y ahora, francesas- que contribuyeron a convertir a Caracas en una de las ciudades modernas más arquitectónicamente ricas de toda América. Así, surgió una serie de investigaciones, destinados a explorar y divulgar las influencias de ultramar que coexistieron en el magnífico valle de la ciudad y su largo frente marítimo sobre la costa del mar Caribe desde los inicios del siglo XX.
Las exposiciones Las ITALIAS de Caracas (2013), Suite IBERIA (2015), OUR Architects en Caracas (2017), el ciclo Bauhaus100 (2019) y ahora la nueva exposición LA VILLE NEUVE (2022) muestran la huella en la capital de las culturas más influyentes y transformadoras de su fábrica urbana, que trajeron consigo los arquitectos, diseñadores, urbanistas y artistas foráneos que trabajaron en Caracas junto a los autores locales, rindiendo testimonio de la modernidad, el vanguardismo y la apertura extraordinaria que durante el siglo pasado caracterizaron a la moderna capital de Venezuela.
Hoy, Francia est à l’honneur. En esta oportunidad, hemos vuelto sobre casi siete décadas años de la historia moderna de la capital, o mejor dicho, de los dos capitales de Venezuela, ya que la ciudad de San José de Maracay detentó el rango de capital durante el gobierno del General Juan Vicente Gómez hasta 1936, un poco como ocurriera con Versalles frente a París durante el reinado de Louis XIV. Empezando con la renovación del estudio de Arturo Michelena de Malaussena Levrero en 1903 y culminando con el edificio El Chorro, la última obra de Yves Denis en 1975 en Caracas, la exposición de Docomomo Venezuela muestra los testimonios de una época de marcada influencia de todo lo francés, legando una producción arquitectónica, artística y urbana que marcó profundamente a ambas ciudades, y que hoy es un patrimonio que Venezuela se enorgullece de compartir con Francia y conservar para el mundo. En esta ocasión, tuvimos el placer de trabajar de nuevo con la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Central de Venezuela y el honor de colaborar con la profesora Paulina Villanueva de la Fundación Villanueva y con el profesor Antoine Grumbach, Premio Nacional de Urbanismo de Francia 1992.
Francia había empezado a figurar estelarmente en la historia urbana y arquitectónica capitalina en el fin de siècle.3 Durante el gobierno del general Antonio Guzmán Blanco, la influencia francesa se expresa con mayor fuerza que nunca antes,4 solo a ser igualada durante el gobierno del general Juan Vicente Gómez, ya entrado el siglo XX. Dos presidentes, dos gobiernos, dos siglos distintos, dos apasionadas francofilias; una decimonónica, otra en olor de modernidad. En la era del guzmancismo florece en el inconsciente colectivo venezolano la pasión por la cultura gala, para continuar durante buena parte del siglo XX como uno de los pilares fundamentales del buen gusto nacional. Guzmán lo introduce a través de las obras públicas con el fin de dejar su impronta y cambiarle el rostro a la capital. Tuvo éxito. El arte francés de construir la ciudad se diversifica, y todo un abanico de tipologías francesas tropicalizadas empieza a desplegarse por el territorio, recordando el plaisir de France y enriqueciendo al arte local. Un perfume que aún persiste, pero que la gente ya no lo siente como francés, sino como algo propio.
Caracas en el siglo XIX se llena de nuevas tipologías arquitectónicas, châteaux, manoirs, chalets, maisons de banlieu y villas eclécticas; grandes teatros, grandes colegios y pensionados; marchés, iglesias neogóticas, santuarios a la Virgen de Lourdes, palais d’exposition, cenotafios, hospitales de pabellones, hipódromos, templos masónicos, bains de mer, quioscos, cours, gares de trenes y tranvías, arcos triunfales, casinos y palais balneaires. Nuevos sistemas constructivos y toda suerte de estructuras metálicas cambian el panorama de las obras de ingeniería, bóvedas, cubiertas, galpones, hangares, puentes colgantes, acueductos. Nuevas tipologías decorativas renuevan los interiores de los espacios con boiseries, marquesinas de vidrio, gárgolas, balaustradas, filigranas en hierro y pain d’ épice, vitrales, paravents, mosaicos y grandes chandeliers. Nuevas tipologías urbanas restructuran los territorios y el paisaje de la ciudad con la construcción de villes balneaires, cités y cités-jardins, places royales, ejes, avenidas y esquinas monumentales, planches, promenades, rond-points y boulevards. Nuevas tipologías paisajísticas reestructuran el lenguaje de la naturaleza urbana con la introducción de parques públicos, squares, bois, paseos, escalinatas, folies, étangs, jardins a la française, parterres, broderies, grilles, relojes urbanos, templetes, rotondas, glorietas, miradores, fontaines, grutas, trellis, versallescos vasos ornamentales de flores, farolas en fonte y muchísima estatuaria, particularmente ecuestre. Todas ellas, fundidas en la identidad de la capital, entraron a formar parte de Caracas. Para convertirse en la Francia.
Pero a la par que en Caracas Guzmán Blanco fungía de Grand Batisseur, emulando en pequeña escala al Prefecto de París con sus travaux caraqueños, en París una gran revolución del pensamiento urbano se rebelaba justamente contra los Grand Travaux del Baron Haussman. La encabezaba el escritor Víctor Hugo, y su causa la hemos hecho nuestra. Hugo luchaba desde 1830 contra la destrucción de los monumentos nacionales de Francia, particularmente en la capital, “favoreciendo una nueva sensibilidad, una toma de conciencia intelectual y artística, en arquitectura y también en materia de paisaje”.5 Un activismo que le llevó a escribir en 1831 en su novela Notre-Dame de Paris tres capítulos independientes de la trama, dedicados a la preservación del patrimonio. Perdidos al momento de la primera edición, Hugo los recupera en 1832, publicándolos en la segunda edición bajo el título “Notre-Dame”. Son los famosos chapitres retrouvés (capítulos recobrados), que lo catapultaron como vocero de la nueva causa patrimonial, la cual conducirá en 1837 a la creación de la Comission Supérieure des Monuments Historiques. Nosotros en la exposición, en humilde homenaje, recobramos veintinueve capítulos franceses para la historia y el patrimonio común de nuestros dos países.
2. Ailleurs
Ailleurs es una palabra tan bella como mañana.
Paul Morand.6
Recorriendo Caracas y Maracay, fueron apareciendo una a una las obras de los franceses. Una producción exquisita, que se vela sutilmente en toda su complejidad tras los muros, tras los entretelones, elegante. Mas basta empezar a buscarla para que reaparezca, rayonnante, en todo su esplendor. El aporte francés se nos presenta signado, por un lado, por el énfasis en el planeamiento urbano y en el arte de construir la ciudad, y por el otro, por la fuerte presencia de las artes decorativas, por la experticia de los ingenieros y de los constructores y por la impecabilidad omnipresente del entrenamiento académico de los arquitectos. Hay en todos los autores una conciencia del encargo de ultramar, de la obra ailleurs, destinada al Caribe, en un mundo exótico, lejano, tropical, exhuberante, cuyo reto creativo resulta aún más estimulante. Encontramos también en ellos un singular amor por la naturaleza y una emoción frente a la monumental belleza del paisaje. Basta admirar las junglas de vidrio de Léger y de Ingrand, los croquis donde Rotival soñaba con la Caracas moderna, los gigantescos allées plantados con árboles monumentales de Roche y de Potel, o el audaz trazado sobre las gargantas del abra de Catia de los viaductos pretensados de Freyssinet.
En el caso de Francia, se repite la historia -como ocurrió con los americanos- de los encargos puntuales, de las obras de autores que recibieron una comisión única, y que realizaron sin llegar a pisar nunca el suelo venezolano, como es el caso de Prost con el Plan Monumental de Caracas, de Le Corbusier con la Capilla Delgado-Chalbaud, o de Guillonnet con los murales del Nuevo y Viejo Mundo para la Casa Amarilla. Pero también ocurrió lo contrario, creadores que vinieron a trabajar y se quedaron en Venezuela para siempre, como pasó con Lambert, con Ventrillon-Horber y con el Hermano Juan. Destaca en esta oportunidad la presencia de dos mujeres artistas y diseñadoras, Madeleine Lizer-Guyon y Carmen Helena de Las Casas, la primera, la participante largamente olvidada en el brillante Pabellón de Venezuela en la Feria de 1937, y la segunda, la única venezolana en nuestro elenco, con quien hemos hecho una excepción de la regla al incluirla junto al resto de los autores galos por haber sido socia en una firma parisina, Lahalle, Levard & Las Casas.
3. Cadavre exquis
¿De qué serviría la historia, si ella no fuera una enseñanza?
Eugène Viollet-le-Duc.7
Alphonse de Lamartine, a fines del siglo XIX, se preguntaba, la cabeza posada sobre las rodillas de Elvira: “El futuro, ¿llegará?”.8 Y es cierto que en Venezuela el siglo XIX tardó algo más en irse y el futuro duró algo más en llegar. Si como los surrealistas, armáramos con los fragmentos de la ciudad francesa entre Caracas y Maracay una gran composición, ese cadáver exquisito tendría muchas piezas que recordarían a la gran Exposition Internationale des Arts Décoratifs et Industriels Modernes de 1925, y por ende mucho Art Déco; estaría a la vez lleno de imágenes academicistas y de eclecticismos, así como de tardíos episodios urbanos decimonónicos y también de fragmentos en Style Moderne y de bocetos de la más abstracta modernidad.
Lo cierto es que desde comienzos del siglo XX hasta poco después del medio siglo, Caracas y Maracay fueron el escenario de una renovada era de influencia francesa. En ellas la abstracción empezó a abrirse camino gradualmente en el mundo de la arquitectura y de las artes decorativas y la ciencia urbanística empezó a dar sus primeros pasos, como lo demuestra el nombre otorgado al Plan Monumental de Prost, Lambert, Rotival & Wegestein de 1939, titulado con mucha razón “Primer Plan de Urbanismo de Caracas”.9 Con la construcción de la Avenida Principal de Caracas, o Avenida Central Bolívar, la organización de la ville neuve cambiaria para siempre.
Durante los tiempos en que la Primera y la Segunda Guerra Mundial transcurrían y terminaban, Francia, siempre al centro de los acontecimientos, trató de encontrar formas para no encerrarse totalmente en sus problemas y salir adelante, aspirando siempre a un futuro brillante, más optimista y promisor. De allí el mandato a las Delegaciones de Francia a la búsqueda en el extranjero de encargos internacionales para grandes trabajos de urbanismo y arquitectura. Recordemos las estructuras metálicas que la gran empresa de Gustave Eiffel envió a Caracas para la Fábrica de Tabaco de Caño Amarillo a comienzos de siglo, o la propuesta del conde Vladimir de Bertrend, ingeniero francés, presentada al gobierno del general Marcos Pérez Jiménez en los años cincuenta de construir un teleférico para uso turístico en la montaña del Ávila, conduciendo a que la idea poco después se hiciera realidad.10
Hilando los fragmentos de la ciudad francesa, los encontramos haciendo epifanías por doquier, incluso hasta en los espacios más domésticos. Salta a la vista la proliferación de la cultura decorativa, y las capitales se llenan de vitrales de Saint-Blancat y de Georges Bourgeot fabricados en Toulouse. Los motivos decorativos inspirados en las herrerías de autores como Edgar W. Brandt, de fuentes de agua y estilizadas rosas en hierro invaden ambas ciudades, y podemos encontrarlas en muchas herrerías, anunciando la estética modernista.
La influencia francesa alcanzó múltiples formas de expresión. Recordemos el impacto impresionante que tendrá sobre la cultura arquitectónica y artística del país la colección de integraciones entre arte y arquitectura realizada por el maestro venezolano Carlos Raúl Villanueva con un grupo de artistas franceses en la Plaza Cubierta de la Ciudad Universitaria de Caracas, conocida también como la Suite Francesa. Esta cambió por completo y para siempre la relación entre arte y arquitectura en nuestras ciudades, quienes incorporaron este capítulo como parte intrínseca de su identidad moderna. Y aquí debemos hacer un comentario sobre la importancia que las grandes escuelas de arquitectura e ingeniería y academias de arte de París, principalmente, tuvieron a través de las obras de sus élèves venezolanos, como Villanueva. Muchas obras de arquitectura que creíamos francesas son obras de esta Pléiade de maestros educados en Francia, quienes se convirtieron en voceros y embajadores naturales de su cultura artística.
Así, queremos invitarlos a volver a estas dos ciudades exóticas d’outremer, que crecían con optimismo al ritmo del progreso a comienzos del siglo XX. Para admirar con nuevos ojos el espacio del atrio frente al selvático vitral de Ingrand en la quinta Piedra Azul. Para observar cada detalle de las herrerías de Brandt de la Casa de Dolores Amelia. Para fascinarnos ante el monumental Patio Guillonnet de la Casa Amarilla, reconstruido digitalmente por primera vez desde su destrucción en los años cincuenta. Para disfrutar de la Síntesis de las Artes de la Plaza Cubierta y la Biblioteca Central, de la deslumbrante modernidad del Jardín de Infancia de Fouilhoux, de los arcos audaces de los viaductos de Freyssinet, de las artes decorativas del Teatro Principal y el antiguo Palacio de la Gobernación y del visionario talento territorial de Prost en el Plan Monumental de 1939, aderezado por las modernas arquitecturas de Lambert, en especial por el magnífico, napoleónico y neoprecolombino Sagrario al Libertador.
Lugares y arquitecturas a las que hemos querido celebrar con frases de la novela Notre-Dame de Paris (1832) de Víctor Hugo en los títulos de cada capítulo.
Volvamos a nuestras capitales modernas de influencia francesa y revisitemos, como dijera Proust, l’edifice immense du souvenir. Feliz día de la Ciudad 2022.
NOTAS:
- « L’architecture est le grand livre de l’humanité ». Victor Hugo. Notre-Dame de Paris, Libro Quinto, II Ceci tuera cela, París, 1831: p. 239. 1
2 Ítalo Calvino. Nota preliminar, Las ciudades invisibles, conferencia en inglés para los estudiantes de la Graduate Writing Division, Columbia University, Nueva York, 29 de marzo, 1983.
3 Ver: Marisa Vannini. La influencia francesa en Venezuela, Colección Francia 39, Fundavag Ediciones, Caracas, 2018.
4 Ver: Graziano Gasparini. Caracas, la ciudad colonial y guzmancista, Ernesto Armitano, editor, Caracas, 1978.
5 V. Hugo. Pamphlets pour la sauvegarde du Patrimoine : Guerre aux demolisseurs !, L’Archange Minotaure, Chemin des Puits, 2006.
6 « Ailleurs est un mot aussi beau que demain ». Paul Morand. Montociel, Gallimard, París, 1960.
7 Eugene Viollet-leDuc. « A quoi servirait l’histoire, si elle n’etait un ensignement ? », Histoire d’un hotel de ville et d’une cathedrale, J. Hetzel et Cie., París, 1878 : p. 272.
8 « L’avenir arrivera-t-il ? se demande Alphonse de Lamartine, la tête posée sur les genoux d’Elvire ». En : Elvire de Brissac. O dix-neuvième !, Grasset, 2001.
9 Revista Municipal del Distrito Federal, n. 1, Gobernación del Distrito Federal, Caracas, 1939.
10 Federico Prieto. Hotel Humboldt, un milagro en el Ávila, Fundavag, Caracas.
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