Le Corbusier, próxima parada | Traveler
NOTRE DAME DU HAUT
Conocida también –o más bien– como Ronchamp debido a la ciudad del mismo nombre donde se encuentra, Le Corbusier levantó esta capilla de culto católico –y que habrás visto mil veces en fotos– entre 1950 y 1955.
De hormigón armado y mampostería, su nave de formas curvilíneas, orgánicas, refleja la clara intención del arquitecto de abandonar sus principios de estandarización para conectar el edificio con el entorno.
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Todo aquí es una curva: cada pared, la cáscara que sirve de cubierta, las torres. La luz se cuela a través del muro sur gracias a esos huecos abocinados de diferentes tamaños que lo salpican. Desde dentro, vidrios de colores tamizan los rayos de sol y refuerzan así una solemnidad tan austera, tan mística como el más rotundo de los románicos. L’abri du pèlerin, el refugio para peregrinos que verás a pocos metros, contrasta con sus líneas rectas y su alegría cromática.
LA TOURETTE
Resulta curioso comprobar que Le Corbusier construyó el convento de Sainte Marie de la Tourette entre 1953 y 1960, casi a la vez que Notre Dame du Haut. Un agnóstico confeso enfrascado en dos obras eclesiásticas que planteó además de forma radicalmente opuesta. Si en nuestra primera parada hablábamos de organicismo, aquí estamos ante la que quizá sea su obra más purista, más radical. Y más brutalista.
La ladera de la colina donde se encuentra –estamos en Éveux, cerca de Lyon– ayudó al arquitecto a planear la distribución del convento alrededor de un patio rectangular salpicado por volúmenes y geometrías, como el oratorio con cubierta piramidal.
Pero sin duda lo que más llama la atención son las celdas, de una austeridad rectilínea apabullante. Fue el padre Couturier, de la Orden Dominicana, quien le pidió que creara “una vivienda en silencio para un centenar de cuerpos y un centenar de corazones”.