Montjuïc, una joya por explotar «mucho mejor que Central Park»
Siempre que se habla de Montjuïc y de su potencial se lo compara con Central Park, el pulmón verde adorado por los neoyorquinos que alberga el Met y está rodeado de templos del arte como el Guggenheim o el MoMA y el Lincoln Center.
En la mal llamada montaña barcelonesa (para serlo tendría que superar los 300 metros de altura y solo llega a los 178), en realidad, se acumulan bastantes más equipamientos culturales que en el corazón vegetal de Manhattan: en Montjuïc conviven el Mercat de les Flors, el Teatre Grec, el Museo Olímpico y del Deporte, el Poble Espanyol, el Museo de Arqueología, el Etnològic, CaixaFòrum, el Castillo, el Mnac, la Fundació Miró, el Teatre Lliure y la Fundació Mies van de Rohe.
Los directores de estos cuatro últimos coinciden en que Montjuïc necesita un plan para explotar todo su potencial y que lo necesita ya. En el horizonte, el centenario de la Exposición Universal de 1929, en 2029. “Montjuïc tiene mucha más cultura por metro cuadrado que Central Park, es mucho mejor”, asegura el director de la Fundació Miró, Marko Daniel.
Carencias enquistadas
El reto de Montjuïc es su complejidad: el parque es un entramado caleidoscópico en el que convergen cultura, tecnología, ciencia, deporte y naturaleza, y sus problemas tampoco son fáciles de solucionar. Mitad ciudad, mitad zona ajardinada, el parque lleva décadas arrastrando fallos en materia de accesibilidad, movilidad, iluminación, seguridad y limpieza. “Cuando tú tienes un problema en la calle Borrell con Provença, vas y lo arreglas. En Montjuïc las dimensiones y la escala son distintas”, razona el director del Mnac, Pepe Serra.
“Pero si Barcelona ha decidido invertir tanto en un parque”, tanto a nivel público como privado (ahí están el CaixaFòrum y las nuevas galerías de arte de la calle México), lo lógico sería que las carencias enquistadas desde hace años se solucionaran. “Hay que tomar una decisión para recolocar al parque de cara a 2029. La gente se sigue perdiendo”, denuncia el director del Lliure, Juan Carlos Martel.
En lo que todos coinciden es que “para los que vienen de fuera, Montjuïc es una carta de presentación inmejorable para una ciudad que desde el punto de vista del turista, tiene problemas porque la experiencia de su visita se ha degradado”.
Tras una década convulsa marcada por la crisis, el procés, la pandemia y la conflictividad política (por el Departament de Cultura han pasado seis consellers en siete años), todos coinciden en que, pese a las dos próximas convocatorias electorales, el momento actual es propicio para llegar a un gran pacto que reimpulse Montjuïc.
Daniel lo tiene claro: “Es importante trabajar juntos de cara 2029. Puede que para entonces ni los políticos que gobiernan ahora ni nosotros estemos aquí. Pero las instituciones que representamos y la ciudadanía de Barcelona, sí”.
Situación de “dejadez”
Sólo hace falta ver la familiaridad con la que se tratan Serra, Daniel, Martel y Ramos para darse cuenta de que las instituciones culturales de Montjuïc están hoy alineadas. Algo que hoy parece obvio, pero que no siempre había sido así.
“Todo empezó un Sant Jordi de hace años en el que participamos en una parada de libros conjunta”, recuerda Anna Ramos, directora de la Fundación Mies van der Rohe. “Nos dimos cuenta de que no trabajábamos juntos y de que podíamos compartir mucho, empezando por el público. Es probable que un amante de la arquitectura también lo sea del arte o del teatro y viceversa”, explica. Fruto de esa “alianza” nació Viu Montjuïc, que en 2023 celebrará su tercera edición.
Martel aterrizó como director del Lliure en 2019 y una de las primeras cosas que hizo fue constatar que sus “problemas” eran los mismos que los de sus vecinos. “En nuestro caso, nuestra materia prima es la cultura.
Es lo que podemos aportar para visibilizar que Montjuïc es un gran polo cultural. También para denunciar una situación que muchas veces es de dejadez”, critica. Son muchos los barceloneses que siguen googleando desde sus móviles cómo llegar a los distintos equipamientos de Montjuïc, una zona que sobre todo en invierno, al caer la noche, no transmite seguridad. Y tampoco es de fácil acceso: internarse en el parque con un carrito de bebé es una misión de alto riesgo, igual que para los más mayores o las personas con movilidad reducida.
El Prado, ejemplo a seguir
Lo que Serra tiene claro es que el aniversario de 2029 es “una oportunidad que no se puede desperdiciar”. A nivel de urbanismo, la idea de descentralizar Barcelona lleva décadas en la agenda desde que Oriol Bohigas llamó la atención sobre la congestión del Gótico y la Barceloneta y propuso la idea de crear «nuevas centralidades». “¿Por qué funciona tan bien Berlín? Porque no existe esa densidad de las ciudades con un solo centro. En Barcelona la experiencia también podría ser mucho más agradable”, opina el director del Mnac, “pero lo que no puede ser es que salgas del metro en plaza Espanya y veas la fuente sin agua, las luces apagadas y ni un solo cartel indicándote dónde está Montjuïc y lo que puedes encontrar allí. Hasta hace poco, en plaza Espanya había un quiosco de Turisme de Barcelona decorado con fotos de La Pedrera”, lamenta.
“Tendría que haber un tótem, como el que hay en El Prado, o en medio de la Castellana, de cinco metros, explicando dónde está la Miró. No deberíamos tener tanto complejo sobre lo que se puede hacer o no en el espacio urbano, y menos en Barcelona, una ciudad donde hay gusto y las cosas se diseñan muy bien. También estaría bien ir caminando por Montjuïc y encontrarte con una pantalla que te indicara dónde está la Miró y que te explique qué va a suceder allí dentro de media hora”, añade Serra.
Reenamoramiento postpandémico
“La pandemia iluminó todas nuestras carencias. Nos hizo darnos cuenta de que solos no podemos hacer nada y que todo lo que no suma, resta”, explica Martel. Con el fin del confinamiento, muchos ciudadanos se lanzaron en masa a redescubrir un espacio donde naturaleza, cultura y deporte se alinean de forma espléndida. El reenamoramiento del barcelonés con Montjuïc continua y se ha dejado notar en las cifras de visitantes locales, una de las asignaturas pendientes de una montaña, hasta hace poco territorio ‘guiri’. En la Fundació Miró el visitante local ha crecido un 25%. En el Mnac ha sucedido algo similar, explica Serra, algo que no es precisamente fácil. “Yo fui director del Museu Picasso durante seis años y en ese periodo conseguimos pasar de un 5% de visitantes locales a un 15%. En el Mnac ya teníamos un 50% de locales antes de la pandemia. Ahora que podemos empezar a comparar las cifras de 2019 con las 2022, podemos decir que aunque no hemos recuperado el público del todo (el Mnac ha recibido este año unas 200.000 visitas menos que en 2019), el visitante local ha crecido hasta convertirse en el 60%. Tenemos más visitante local que extranjero en números absolutos”, detalla.
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En el Lliure, el 85% del público es local y para su director, uno de los grandes cambios es el aumento espectacular, del 300%, de la demanda de material educativo. Martel aboga por unificar las distintas estrategias digitales de los equipamientos para conseguir un “efecto multiplicador” de alcance global: “Estaría bien visibilizar de forma conjunta todo lo que pasa en el parque. Piensa en el Sónar, que cumplirá 30 años este 2023, una cita líder que todas las ciudades del mundo querrían para sí. Unificar todos esos relatos es algo que a nivel digital te puedes permitir y que serviría para que desde todo el mundo se fijaran en lo que pasa en Montjuïc”.
¿Más Mnac o un nuevo museo?
La ampliación del Mnac también mira a 2029 como la fecha en la que el museo ganará metros para exponer parte de su archivo dedicado a los 60 y los 70. A Serra no le gusta llamar “ampliación” a la incorporación del Pabellón Victoria Eugenia. “Es una redefinición. Son espacios de 1929 que están protegidos, con techos y paredes que no se pueden tocar, en unas plazas un poco degradadas y con un uso intermitente. Habrá que ver si eso que nos da más metros cuadrados no es, en realidad, un nuevo museo. Y si lo es, habrá que ir hacia atrás para ver cómo era su origen y de qué manera nos condiciona”, avanza.