Narran la historia de la construcción de la Iglesia del Monasterio de los Condes
Dos monjes que habían renunciado a ejercer su profesión de arquitectura interrumpieron su vida contemplativa para crear la Iglesia del Monasterio de Las Condes, en Chile, primera obra moderna declarada monumento nacional en dicho país en 1981. La historia de este proyecto se narra en el libro “La iglesia del Monasterio Benedictino de Las Condes”, editado por Arquine.
“Es una obra bastante singular construida en los años 60 del siglo pasado, en ese entonces el movimiento moderno ya estaba en su última etapa y antes del proyecto de los monjes hubo otras propuestas que desarrollan un grupo de arquitectos de la Universidad Católica de Valparaíso, un grupo de vanguardia que estaba repensando la arquitectura y que era cercano al ambiente religioso”, indica el autor Rubén Muñoz Rodríguez.
Además, esa época coincide con el concilio Vaticano II, es decir con una renovación en la iglesia católica para abrirse a aspectos más participativos. “Esto es, hubo una coincidencia entre el arte moderno, la arquitectura moderna, el concilio, la vanguardia y una reflexión genuina hecha por un grupo de arquitecticos”.
En el libro, Muñoz Rodríguez explica que antes de que el proyecto llegara a manos de los monjes Martín Correa (Santiago, 1928) y Gabriel Guarda (Valdivia, 1928-2020), pasó por Jaime Bellalta (Santiago, 1922-2012) y arquitectos de la Universidad Católica de Valparaíso.
“El punto de inicio fue un concurso que ganó Jaime Bellalta, un arquitecto reconocido que desarrolló el anteproyecto y alcanzó a construir el primer edificio, sin embargo, después se fue de Chile y el encargo se lo traspasan al grupo de la Católica de Valparaíso, pero la comunidad de monjes lo desechó”, narra.
Entonces fue transferido a los monjes Correa y Guarda quienes habían renunciado a la arquitectura y no la habían ejercido por más de diez años.
“Pero ellos no parten de cero, llevaban más de 10 años de reflexiones, de propuestas, además de que vivían en el monasterio lo cual le dio una condición singular porque fueron arquitectos y usuarios al mismo tiempo”, señala el autor.
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Una de las características de la Iglesia del Monasterio de Las Condes es que la arquitectura no resalta, es decir, no hay ornamentaciones y la luz está dirigida de manera que no se vea la asistencia de fieles sino que las sombras e iluminaciones inviten a la soledad.
“Si nos vamos hacia atrás, el origen de la reforma litúrgica en la iglesia católica y en el arte sacro viene de principio de siglo con la Segunda Guerra Mundial, de Alemania, ahí se empiezan a abrir a las nuevas expresiones modernas, empieza toda una reflexión al respecto, entre otras, la de Romano Guardini que era un teólogo bastante ligado al arte y quien abrió una nueva sensibilidad que es más contemporánea”, destaca.
A partir de ese momento apareció la idea de un espacio más vacío, sin ornamentos, es una simplicidad y honestidad en la expresión de los materiales, añade.
“La intención es poner en valor el rito, la celebración, pero por otro lado, sin duda que hay una condición estética en lo que hicieron aunque no fuera el elemento central de sus discursos, pero está la condición estética que se logra en este espacio que tiene que ver con el silencio, con el trabajo de la luz. Esta obra es más contemporánea que la que produce Le Corbusier, es una obra maestra en el uso de la luz y el espacio”, afirma.
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Después de esta obra, ¿los monjes realizaron algún otro trabajo arquitectónico?, se le pregunta al autor. “Gabriel Guarda entiendo que fue el único que hizo porque después se dedicó a la historia, falleció hace dos años. Martín Correa antes de ser monje hizo una casa para probar si se metía al monasterio o si la arquitectura le gustaba más, después colaboró en un proyecto dentro del monasterio pero realmente el único que hizo fue la iglesia”, responde.