Obispos «honoris causa»
¿Qué es eso de que los obispos por exigencias semi dogmáticas, sean -tengan que ser- con sus respectivos nombres, nada menos que “Sucesores de los Apóstoles”?
La dictadura jamás será Iglesia, incluyendo su “réquiem”, mientras más pronto y eficaz sea este, mejor que mejor
Las fórmulas “honoris causa” o “gratis et amore”, pudieran muy bien y “ex equo”, orientar el contenido y la orientación de las sugerencias que le brindo a los teólogos que, con ponderación, libertad, sin censura y con el Evangelio en la mano, frecuentan las páginas de nuestra RD.
Concreto el tema con preguntas catequísticas tan elementales como estas: ¿Qué es eso de que los obispos por exigencias semi dogmáticas, sean -tengan que ser- con sus respectivos nombres, nada menos que “Sucesores de los Apóstoles”? ¿Los sistemas y praxis de sus nombramientos -que no elección-, avalan la posibilidad lejana de ser y ejercer como “sucesores”, precisamente de los “Apóstoles”, con sus respectivos nombres, apellidos, ministerios y además, con el testimonio y la rúbrica de los martirios a los que todos ellos fueron sometidos? ¿Qué parecido tiene la vida palaciega de la mayoría de los obispos católicos, apostólicos y romanos de España, con la de cualquiera de los Apóstoles de los que la Teología “oficial” asevera ser sucesores legítimos?
Obispos “honoris causa” hay muchos. Los episcopologios lo salmodian con datos, detalles y argumentos certificados y el reconocimiento debido de parte de la jerarquía y del pueblo, tanto del “de Dios”, como “del otro”. No son pocos los obispos que lo son solo o prevalentemente, porque sí, porque había que “premiar” sus servicios a la “causa curial”, o por la sencilla, elocuente y convincente razón de que la promoción a la mitra y al báculo habría de propinarles la remoción “honorífica” del cargo que ocupaban con deficiencia notoria en anteriores actividades “ministeriales”. El episcopado en calidad de “premio” honorífico resulta ser más frecuente y “pecaminoso” de lo que se cree y se sabe de muy buena tinta y con documentación.
El hecho no debiera extrañar en demasía, en el contexto que prima de que el sacerdocio , como “carrera eclesiástica” que es, concebido y practicada de por sí , con inclusión de ascensos, escalafones, entorchados, títulos, emolumentos y privilegios “humanos y divinos”, y que de modo especial y solemne se encarnan en los de “Excelentísimos y Reverendísimos Señores Obispos” avecindados en sagradas mansiones palaciegas.
Lo de “Sucesores de los Apóstoles”, aún en las más sacrosantas de las acepciones, está más que cuestionado y no solo en la teoría, sino además y sobre todo en la práctica . Son más, alardean y así se comportan, como sucesores de los señores feudales. Y no solo de los tiempos de los Reyes Godos, del Renacimiento y de la Contra-Reforma, sino de los actuales, aún rebautizados con las aguas dimanantes de las fuentes del Concilio Vaticano II y las lágrimas fecundantes de bendito papa Francisco.
Y para que el planteamiento de la “Sucesión Apostólica” sea aproximadamente veraz en los obispos, hay que partir necesariamente del hecho de sus nombramientos. “A dedo” no se es legítimamente obispo en la actualidad eclesiástica. La dedocracia, por santa y clerical que se ejerza y así se “predique”, no es democracia. Es dictadura. Y la dictadura jamás será Iglesia, incluyendo su “réquiem”, mientras más pronto y eficaz sea este, mejor que mejor.
La de “honoris causa, que no elección, es forma y función anti- episcopal. Por ahora, rechazo la tentación de apuntar -señalar- nombres que “pastorean”, es decir “rigen –“dirigir, gobernar o mandar”- diócesis yarchidiócesis, sin más explicación que la del “honoris causa”, previa hipotética “licentía” canónica del mismísimo Espíritu Santo, ausente en esta ocasión. El pecado, aun con fórmulas legalmente canónicas, no deja de ser pecado, sino que lo agrava, con necesidad de urgente y profunda reparación del daño causado.
Obispos “honoris causa” fue y sigue siendo pecado frecuente en la Iglesia. Obispos “gratis et amore” demandan consideración, teología, pastoral, ética y moral, y capacidad administrativa exactamente idénticas a la de los “hermanos en el episcopado” de los susodichos etiquetados como “honoris causa”. “Gratis” y “jerarquía” se contraponen a”ascesis” y a tenaz disponibilidad de estar permanentemente al servicio de la Iglesia, es decir, de los más pobres y desventurados.
“Pastores del pueblo de Dios y no clérigos del Estado”, es fórmula “franciscana” –“palabra de Dios”- para curas y obispos. Por cierto, y por santa y sana curiosidad, ¿cuál es el monto –“suma final”-del presupuesto aplicado a la estancia-palacio del Cardenal, hoy emérito de Madrid, y cual es la misión que sigue desempeñando en la Iglesia, siempre empeñado en su “desinodalización” en la que está fervorosamente empeñado el papa Francisco?
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