Pisos pequeños: las casas de Pompeya inspiran este bajo con suelos de barro en el barrio de Lavapiés en Madrid

Pisos pequeños: las casas de Pompeya inspiran este bajo con suelos de barro en el barrio de Lavapiés en Madrid


La casa del Poeta Trágico, levantada en el siglo II a.C. en Pompeya, siempre ha sido una inspiración para literatos y arquitectos. Una domus con suelos de mosaico y frescos, también conocida como La casa de la Ilíada, de la que Le Corbusier destacó su planteamiento descentralizado, la manera en la que su eje unía volúmenes diferentes, trazados de manera distinta: “Cuando visitáis La casa del Poeta Trágico, constatáis que todo está en orden, la sensación es rica”, comentó el arquitecto suizo. Y eso es lo que ha querido trasladar Matteo Ferrari a la reforma de su casa en el barrio de Lavapiés de Madrid, un apartamento de 56 metros cuadrados sin la tradicional centralidad constructiva, donde reina la serenidad, la pulcritud y el equilibro pese a estar dividido en planta baja y sótano, casi como aquella casa de la zona norte del foro. 

La diseñadora de producto Carlota Gallo y el arquitecto Matteo Ferrari en su casa de Lavapiés. © Asier Rúa

“La Casa del Poeta Trágico nos inspira por su característica morfología de descentramiento de los ejes y de las líneas visuales”, explica Ferrari, “pero también nos ha inspirado el ensayo El elegio de la sombra de Junichiro Tanizaki, y su capacidad de retratar cómo la sombra, lo tenue y el contraluz pueden ser instrumentos enriquecedores de un espacio”, añade. Esta vivienda, denominada Casa Olivar, ubicada en un edificio de 1871, pretendía ser “una casa no-urbana que nos ayudase a desconectar del ajetreo del centro de la ciudad, un refugio sensorial con una atmósfera relajante y reminiscencias de una casa de campo”, comenta el arquitecto. El resultado es intimista, filosofal. 

La luz exterior, conectora de ambientes

Ubicada en una antigua corrala, la casa estaba en un estado de ruina cuando la encontraron Ferrari y su pareja, la diseñadora de producto Carlota Gallo. “No había nada de su pasado, solo las paredes”, aseguran. Así que era fácil reescribir su historia, concibiendo el proyecto como un “objeto vivo y en continua transformación”. No era difícil, pues el apartamento, dispuesto en dos niveles, aportaba una distribución orgánica de espacios consecutivos. Lo que hizo el arquitecto fue alterar el eje central, añadiendo en su interior unos arcos rebajados de estilo castizo, con las mismas proporciones que los huecos de la fachada. “Así creamos una relación entre cocina, salón y espacio exterior generando visuales siempre cambiantes”, explican. 



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