Por qué Milán es la catedral del diseño y la elegancia
Hay ciudades como París o Florencia que deslumbran ni bien se pone un pie en ellas. Otras guardan su belleza como un tesoro que cuidan con celo. “Milán pertenece a estas últimas, al punto que es difícil describir las razones de su encanto”, dijo alguna vez el escritor Carlo Castellaneta.
Milán no solo es la capital económica de Italia sino también su meca del diseño, una ciudad que excepto por su catedral y las galerías Vittorio Emanuele II no tiene demasiados monumentos arquitectónicos clásicos que sean un imán turístico.
Eso a los milaneses les tiene sin cuidado. Ellos prefieren presumir de los diseños de Gucci o Prada antes que de gigantescas ruinas clásicas, o de la elegancia de sus restaurantes más que de ciudades enterradas por un volcán.
La moda como religión
Si se necesitan un par de guías para descubrir los encantos de la ciudad, el periodista Massimo Nava y el fotógrafo Oberto Gili se ofrecen como voluntarios a través de los textos e imágenes de Milan Chic, un libro de gran formato (95€) editado por Assouline, que despliega tanto glamour como el espíritu de la capital de Lombardía.
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El diseño y la moda “son una especie de religión”, aventura Nava, en una ciudad que recuerda a un volcán, pero no en el sentido más peligroso, sino como una analogía de creatividad constante, cuyas explosiones de estilismo alcanzan a todo el planeta.
“Quizás la génesis de la creatividad de Milán haya que encontrarla en Leonardo”.
Massino Nava
“Quizás la génesis de la creatividad de Milán haya que encontrarla en Leonardo”, dice el autor, ese genio renacentista que en una sencilla capilla pintó una de sus obras maestras: La última cena, pero de quien poca gente sabe que también rediseñó la red de canales de la ciudad.
Sofisticación e historia
En las páginas del libro se invita a recorrer los patios de palacios renacentistas, un par sobreviviendo como museos, varios reconvertidos en prestigiosas boutiques; a descubrir los rostros que están detrás de los grandes imperios de la moda como Versace, Dolce & Gabanna, Prada, Armani o Cavalli; a sorprenderse con la sofisticación de restaurantes como La Latteria o del Bulgari Bar o a viajar a los sabores clásicos con pastelerías como la Pasticceria Marchesi.
Gracias a este libro entramos en los ateliers de interioristas como Studio Peregalli, de artistas como Sofia Cacciapaglia o en los talleres de cerámica de Laboratorio Parravicini; vemos las obras en vidrio de Murano de Hugh Findletar, nos topamos con obras de arte contemporáneo del Milan Design City, y encontramos muestras de art-noveau como el mosaico de Samsón y Dalila que decora la Antica Barberia Colla.
Sinergia cultural
Milán tiene la mayor tasa de inmigración del país pero uno de los índices de paro más bajos, lo que significa una activa sinergia cultural y económica, como se refleja en el centenar de idiomas que se hablan en la ciudad y área metropolitana y en la variedad de restaurantes étnicos que han aflorado en las últimas décadas.
“Para mí, Milán siempre fue un polo de creatividad”
Virgil Abloh
Y también se da en el plano creativo: “moda, arte, cine, artes escénicas, arte urbano…en Milán todos convergen en uno”, afirmó alguna vez el diseñador Virgil Abloh.
Lo interesante es que esa fusión no pertenece a una élite, sino que está al alcance de cualquiera que tenga voluntad para romper moldes.
Ya lo decía el diseñador Giorgio Armani: “Milán es la ciudad que siempre fue una fuente de inspiración desde mi primer trabajo en La Rinascente. Allí me dedicaba a diseñar escaparates. Y para hacerlo, me bastaba con observar a la gente: esa era la mejor lección que podía tener cada día”.
Auténtico espíritu milanés.