San Sebastián, el edificio que es la sombra de lo que pudo ser

San Sebastián, el edificio que es la sombra de lo que pudo ser


El edificio de la Delegación de Hacienda en la calle Okendo está inspirado en la etapa americana de Mies van der Rohe / LUSA

El edificio gubernamental de la calle Okendo de San Sebastián es un chispazo de genio apagado por las circunstancias y por una reforma que lo banalizó

El primer edificio de San Sebastián que se integró en la élite de la arquitectura de vanguardia internacional fue el Náutico de Aizpurua y Labayen. Proyectado y construido entre los años 1928 y 1929, fue uno de los elegidos por Henry-Russell Hitchcock y Philip Johnson para la exposición titulada ‘International Style’, celebrada en 1932 en el MOMA de Nueva York. Esta muestra fue un hito cultural de la máxima importancia que recogía las obras de los arquitectos más relevantes y renovadores del movimiento moderno. Por primera vez, en el siglo XX, nuestra ciudad aparecía en el mapa mundial de la arquitectura de vanguardia.

El edificio de Hacienda, diseñado y construido entre 1958-1965, tendría que haber sido el siguiente. Su historia se fraguó lentamente con los mejores mimbres que podían encontrarse en la arquitectura española de la época. Pero los astros se alinearon en su contra y la mala suerte se cebó con él. Todavía hoy, cuando quienes conocemos su historia y su mérito lo alabamos, encontramos, en el mejor de los casos, miradas de desconcierto.

En los años 50, el Ministerio de Hacienda celebró una serie de concursos para la construcción de los edificios de varias de sus nuevas delegaciones. Uno de ellos fue el de San Sebastián. Se presentaron algunos de los mejores arquitectos del momento. Entre ellos destacaban dos: Alejandro de la Sota y Javier Sáenz de Oiza. Sáenz de Oiza ganó el concurso, pero el proyecto que sirvió de base a lo que hoy existe es el de Sota. Pero, vayamos por partes.

Tras su inauguración en los 60.

En la década de 1950, los cambios se sucedían a una velocidad vertiginosa en la arquitectura española. El régimen de Franco empezaba a admitir fórmulas que no tuvieran que ver con El Escorial y algunos de los arquitectos más importantes, debidamente afines al poder, tuvieron la ocasión de viajar a Estados Unidos y ver ciudades como Chicago durante el final de la década de 1940 y la de 1950. En aquel momento había dos figuras que triunfaban y destacaban en el panorama americano. Eran Frank Lloyd Wright y Ludwig Mies van der Rohe. Tanto Sáenz de Oiza como Sota admiraron al primero, pero se quedaron con el segundo. Fue así como la abstracción geométrica sin concesiones y la extrema síntesis formal de Mies llegaron a España.

Los datos

  • Proyecto
    Delegación de Hacienda en la calle Okendo. 1958-65

  • Autor
    José María Yturriaga a partir de un proyecto anterior que llevó a cabo con Alejandro de la Sota.

  • Estilo
    directamente inspirado en la etapa americana de Mies van der Rohe

  • Restauración
    A finales del siglo XX se rehabilita el edificio desvirtuando y banalizando completamente su fachada.

De hecho, Sáenz de Oiza, después de ganar junto con Laorga el concurso para Aránzazu en 1950, logró en 1954 el Premio Nacional de Arquitectura con una ‘Propuesta de capilla en el camino de Santiago’ totalmente miesiana. Era un proyecto utópico, un puro icono, cuya cara visible era una perspectiva en la que, sobre un paisaje de trigales maduros, se veía a lo lejos una jaula metálica gigantesca con una pequeña caja de hormigón gris dentro. Por su parte, Sota ganó en 1957 el concurso para el Gobierno Civil de Tarragona. Allí sí consiguió encontrar la síntesis y la elegancia de Mies van der Rohe, consiguiendo materializar una de las obras maestras de la arquitectura de su tiempo.

La historia del edificio de Hacienda de la calle Okendo transcurre en esta década y en este contexto de cambios. En 1958, la Revista Nacional de Arquitectura publicaba el fallo del concurso y los dibujos de los proyectos de los tres equipos ganadores. Sáenz de Oiza había formado equipo con Manuel Sierra. Alejandro de la Sota, que no estaba ni siquiera entre los tres primeros, con José María Yturriaga. Sin embargo, ambos hicieron una propuesta similar. Un volumen geométrico limpio cuya piel se componía únicamente de vidrio, aplacado de piedra, la carpintería de las ventanas y, si acaso, algún elemento metálico lineal que subrayaba la cuadrícula limpia de la fachada. De El Escorial a Mondrian en un abrir y cerrar de ojos. Si cualquiera de las dos propuestas se hubiera construido, hubiera sido nuestro segundo Náutico. Pero, anunciado el resultado del concurso, quizá por haberse pasado de frenada, los planos se metieron en un cajón y se olvidaron.

Nuevo proyecto

Sin embargo, el tiempo transcurría y Donostia necesitaba una Delegación de Hacienda lo suficientemente amplia como para dar cabida a un programa considerablemente complejo. Por fin, en 1963, José María Yturriaga, que ya había ganado la plaza de arquitecto de Hacienda y estaba radicado en San Sebastián, presentó un nuevo proyecto. Su planteamiento era prácticamente igual que el que había redactado con Alejandro de la Sota para el concurso, pero los cambios eliminaban algunas de las propuestas más audaces, como las dobles alturas del interior que creaban espacios amplios y luminosos, así como el juego que las grandes cristaleras de la doble altura formaba en la fachada.

En el interior mantuvo la retícula estructural de pilares que estaba inicialmente y que permitía una gran flexibilidad en la compartimentación de los espacios. Yturriaga supo matizar la propuesta y darle al edificio una piel de aplacado de granito gris, que combinó magistralmente con unas carpinterías para las ventanas de pino de Oregón de un tono rojizo. El resultado final no era como el chispazo de genio del concurso, pero pasaba el examen con nota. Luego, como oficina gubernamental, vivió episodios vergonzantes durante la represión franquista y fue objeto de un atentado con bomba que no lo destruyó, pero sí lo señaló como una presencia indeseable.

Sin embargo, lo que no pudo la bomba, lo pudo una rehabilitación que se le hizo a finales del siglo pasado. Se sustituyó el granito gris por un aplacado de piedra completamente banal y las carpinterías de las ventanas de Yturriaga se cambiaron por otras no menos vulgares que el aplacado. Si a esto le añadimos la supresión de unas pequeñas ventanas que se alternaban en la fachada y las cajas del aire acondicionado que se ven desde la calle, queda poco menos que la sombra de lo que pudo haber sido.





Source link

Compartir post

Comienza a escribir y presiona Enter para buscar

Carrito

No hay productos en el carrito.

WhatsApp Disponible de 9am a 6pm