Sarrià: un oasis de paz en Barcelona

Sarrià: un oasis de paz en Barcelona


Agosto es uno de mis meses favoritos para pasear por Barcelona. Mientras los barrios más populares de la ciudad se llenan de turistas extranjeros (entiéndase las Ramblas, el Paseo de Gràcia, el Barrio Gótico o la Barceloneta, con sus playas y chiringuitos), los distritos residenciales más tradicionales se quedan prácticamente vacíos.

Y es allí donde el viajero curioso podrá encontrar aún cierta autenticidad y descubrir cómo es la vida de los barceloneses que por una cuestión u otra (en España sigue resultando extraño que alguien no agarre vacaciones en agosto) haya decidido pasar los meses de verano en su casa.

Para hallar esta “autenticidad”, Sarrià, un barrio pijo y conservador ubicado en la zona alta de Barcelona, a los pies de la montaña del Tibidabo, no le decepcionará.  

El origen del barrio de Sarrià se sitúa en un antiguo municipio desarrollado alrededor de una  iglesia medieval y diversas masías que durante los siglos XVI y XVII se convirtió en destino de veraneo para las familias acomodadas de Barcelona, que construyeron allí sus mansiones (muchas siguen aún en pie) para huir del calor del centro de la ciudad.

De hecho, a principios del siglo XX Sarrià fue uno de los núcleos más ricos y poblados de los alrededores de Barcelona, hasta que en 1921, por real decreto, se anexionó a la ciudad, siendo el último pueblo del llano en incorporarse a Barcelona.

Actualmente, como explica la web de Turismo de Barcelona, el barrio de Sarrià conserva el encanto de pueblo que entusiasmó a los barceloneses, con callejones pequeños y plazas tranquilas que parten de la calle Major de Sarrià y casas que fueron de veraneo, algunas de arquitectura modernista, que se pueden ver en el casco antiguo, en la plaza de Sant Vicenç o en el pasaje de Mallofré. Entre las construcciones más destacadas, cabe citar la Casa Orlandai, una joya modernista con espléndidos vitrales y decoraciones interiores, el Mercado de Sarrià o el Colegio de las Teresianas, diseñado por Gaudí.

Si lo que necesita es refugiarse del sol abrasador y gozar de un poco de verde, Sarrià pone a su alcance el Parque de Santa Amèlia, una agradable zona verde resguardada por la sombra de los plataneros, donde encontrará a los niños y niñeras de las las clases acomodadas de Barcelona pasando la tarde en los columpios, o quizás degustando un helado de alguna de las famosas pastelerías del barrio. 

La más conocida de todas es la pastelería Foix, con más de 125 de historia, famosa por sus croissants, helados  y pasteles y tartas para las comidas familiares de domingo.

Si el viajero es más de salado que de dulce, entonces tiene otra parada obligatoria: el Bar Tomás, en la calle Major de Sarrià, famoso por tener las mejores patatas bravas de la ciudad. Aviso para los detractores del ajo: no se atrevan a probarlas. 
 





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