Tahivilla. Construcción de un paisaje moderno en el territorio (y II)
El CENTRO CÍVICO
La plaza, centro cívico en la nomenclatura del INC, era la pieza imprescindible y más significativa a disponer en el poblado. Debía asumir el papel representativo de los ideales franquistas y ser sostén de la vida cívica y religiosa de sus habitantes. Verbalizar arquitectónicamente la misión trascendente que Dios había señalado para España. De la Cuadra dotó la plaza de Tahivilla con iglesia, casa consistorial, comercios y grupo escolar con dos aulas y vivienda del maestro, todos «con la amplitud necesaria para que con el total desarrollo del pueblo no sean insuficientes, sino con la capacidad necesaria en todo momento para el buen cumplimiento y desarrollo de su misión». Y la ubicó en el punto más alto del terreno para monumentalizarla visualmente y para generar el trazado del resto del poblado desde ella siguiendo la pendiente. Es el mismo principio generador de las ciudades hispanoamericanas, trazadas a cordel a partir de una plaza mayor con iglesia que solía constituir el centro geométrico de la composición. La diferencia con ese esquema estriba en que aquí el centro cívico se dispuso excéntrico. Provocando que el poblado basculara a su alrededor de manera desigual. Al igual que en las alteraciones a la trama reticular, esta desviación trataba de evitar la ley geométrica de trazado previsible. Decidida la posición del centro de gravedad de Tahivilla, restaba obtener la máxima visibilidad para sus edificios representativos. Para ello De la Cuadra diseñó la plaza en «turbina». Truncando en ella el eje principal del poblado. Con la iglesia como cierre de su perspectiva desde la carretera de acceso y la casa consistorial y los comercios en dos planos distintos, en ángulos opuestos, de la plaza. De esta forma conseguía que las perspectivas que confluían en la plaza siempre acabaran en alguno de sus edificios.
La iglesia la proyectó «con la amplitud necesaria para el poblado, tal y como se prevé pueda ser en el futuro y con el debido decoro que le corresponde a la elevada misión y trascendencia que se le encomienda, aunque está desprovista de lujo y exornes superfluos». Su torre además de marcar la dirección del eje principal viario permitía balizar al poblado en el territorio y hacerlo reconocible en la distancia.
La casa consistorial consta de «salón de sesiones, despachos del alcalde y secretario y oficinas. Asimismo, se ha previsto en dicho edificio la correspondiente Casa de socorro, con sala de espera, despacho y clínica. También los servicios de Correos con su correspondiente buzón. Y los servicios de seguridad y vigilancia con dos celdas independientes».
LA VIVIENDA
La vivienda unifamiliar es la célula mínima del tejido urbano de Tahivilla. Su disposición entre dos calles le procuraba, por una parte, unas adecuadas condiciones higiénicas en cuanto a ventilación y soleamiento y, por otra parte, la posibilidad de conciliar al tiempo que diferenciar necesidades domésticas y labores agrícolas. Solo restaba el concurso de la arquitectura para configurar a partir de esta relación residencia agronomía una vivienda que, concebida como “objeto productivo tecnificado” , fuera apta para la producción en masa.
Con una doctrina oficial retrógrada, la economía hundida y sin industria capaz de suministrar los materiales adecuados, Tahivilla no podía aspirar a las propuestas modernas de producción residencial masiva sintetizadas en la segunda década del siglo XX, como la Maison Dom-Ino de Le Corbusier. En cambio, suplió estas carencias aprovechando mano de obra barata y materiales vernáculos, como piedra secada en la finca, en muros, ladrillo, en fábricas y forjados, y teja cerámica y madera de pino, en cubiertas.
Ello no fue obstáculo para que la arquitectura, fundamentalmente a través de las plantas, se revelara ágil para articular diversos programas residenciales con la máxima eficacia espacial. Y los secuenciara con usos agrícolas en un montaje longitudinal de la parcela en el que los espacios libres entre ambos actuaban como dispositivos de transición y posibilitaban futuras ampliaciones. Este juego de vacíos y llenos se trasladó en las viviendas de dos plantas a las superiores en una variada composición de volúmenes exteriores en función de los tipos proyectados. Para evitar colmatar por completo y significar los planos de fachada en las manzanas, una vez marcadas sus alineaciones con las plantas inferiores, que sí construían su ancho completo. Esta disposición de espacios libres en las viviendas unida a la amplitud de buena parte de las calles y pequeñas plazas, arboladas y ajardinadas, con anchos superiores a las alturas de las edificaciones, determinó en Tahivilla un modelo de baja densidad de ocupación del suelo.
En cuanto a las viviendas proyectadas, las de los colonos, las mayoritarias, eran de «una y dos plantas y de varios tipos, pero cada una a ocupar por una sola familia y previstas de forma que puedan ampliarse fácilmente para adaptarlas a las necesidades». Como dependencias agrícolas contaban con «una cuadra para seis animales mayores y un granero».
Las viviendas para artesanos, «previstas para atender debidamente el abastecimiento del poblado», se ubicaron en planta alta para destinar la baja a talleres o tiendas que resolvían su transición con la plaza incorporando porches. Sobre la calle trasera dispusieron de almacenes.
Las tres viviendas para profesionales se agruparon de forma independiente del resto del pueblo, en una manzana a la entrada. Constaban de dos plantas y también tenían la consideración de viviendas agrícolas, por lo que contaban con «dependencias anejas de graneros, establos, etc.».
La vivienda para el maestro, anexa a la escuela y con una única planta, también secuenciaba espacios libres y usos agrícolas en su fachada trasera, aunque de menor cuantía que en otras viviendas.
El programa de las distintas viviendas era similar. Constaban de comedor-estar, cocina, aseo y tres-cuatro dormitorios. Eran sus superficies las que revelaban la jerarquía de su destino. Las de los colonos contaban con 85 m2 de superficie media, las de los artesanos con 140 m2 , y las de los profesionales y el curato con 150 m2 .
EL LENGUAJE
Resueltos hábilmente y sin concesiones estilísticas desde las plantas el programa del INC, De la Cuadra empleó los alzados como medios expresivos con los que facilitar la adaptación al medio de las edificaciones y su asimilación en el imaginario colectivo. Para ello recurrió a un lenguaje que reutilizaba libremente elementos populares, formas, texturas y materiales, del repertorio histórico andaluz para significar los distintos destinos de los edificios. Especialmente en las calles peatonales, en las destinadas a animales se prescindía de recursos ornamentales.
Así, los alzados de las viviendas oscilaron entre la humilde apariencia de las de los colonos, cuya uniformidad solo se interrumpía por enmarcados en huecos y zócalos, y por balcones en aquellas que disponían de dormitorios en su planta alta, y los más elaborados de las viviendas de los profesionales, que presentaron balcones de madera cubiertos con teja.
La casa consistorial formalizó su papel institucional con una mayor escala, menos doméstica, con soportal de arcos apuntados en planta baja con continuidad en la superior con el balcón municipal, y remate decorativo superior. A ambos lados, las viviendas y locales para artesanos reproducían este esquema, diferenciándose en la forma rectangular de los soportales.
Más allá de la transposición constructiva del programa del INC, De la Cuadra extendió «camuflado con escudos, chapiteles y espadañas» la arquitectura moderna introducida en España por el GATEPAC en el primer tercio del siglo pasado. Tahivilla trasciende la consideración reduccionista de ser un poblado oficial trazado artificialmente en la nada, a medias entre la racionalidad económica de una autarquía y la recreación del tipismo andaluz.
Tahivilla es la construcción de un nuevo paisaje sobre el territorio. Un paisaje moderno que muestra la ardua asimilación de la arquitectura moderna en la España de posguerra. En el medio rural, inadecuado a priori para tales ensayos. Tahivilla fue el tercer poblado que el Instituto Nacional de Colonización construyó a nivel nacional. Tras Gimenells, en Lérida, y El Torno, en Jerez de la Frontera. Siendo por tanto el segundo de Andalucía. Aunque lamentablemente no se construyó tal como fue proyectada , se incluye en la base de datos del Patrimonio Inmueble del Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico con código 01110350063.
CONCLUSIONES
El poblado de colonización de Tahivilla se enmarca en el proceso de reconstrucción del territorio nacional que siguió a la victoria franquista, con el que tejer una estructura productiva agraria que garantizara la autosuficiencia de un país que se aprestaba a embocar el negro callejón de la autarquía. Sin embargo, este proceso se nutrió de experiencias acumuladas con un objetivo ideológico bien distinto: el de redistribuir la tierra entre el campesinado iniciado por la II República.
La redacción de los proyectos del poblado de Tahivilla, entre los años 1944 y 1947, correspondió a Fernando de la Cuadra. Un arquitecto coherente e inquieto que, partiendo de sus estudios sobre la vivienda rural, introdujo el racionalismo del proyecto moderno surgido de las vanguardias de la Europa central de entreguerras en un contexto socioeconómico, cultural y técnico radicalmente diferente de la España de posguerra.
El trazado de Tahivilla es producto de la teoría urbanística moderna. En cuanto al empleo de una trama lógica, científica, funcionalista respecto al viario. De bandas uniformes donde contener elementos urbanos de dimensiones regulares y, por ello, fácilmente reproducibles. Pero alterada a conveniencia en base a una sistematización de reglas de recreación pintoresca para evitar convertir el espacio urbano en un escenario monótono y predecible. Una afortunada combinación en el medio rural del carácter tradicional de la calle andaluza con las técnicas modernas de significación de elementos urbanos.
La arquitectura de Tahivilla supone un acercamiento al lenguaje moderno a través de una figuración de corte popular. Su espacio edificado hunde sus raíces en el repertorio histórico andaluz para reinterpretarlo libremente, inspirándose en sus formas, colores y materiales, desprendiéndose de lo anecdótico y reconciliando la sabiduría contrastada de lo tradicional con los novedosos conceptos plásticos y espaciales de la arquitectura moderna.
La arquitectura popular constituyó el soporte del que extraer consideraciones tipológicas para establecer tipos arquitectónicos de fácil reproducción y viables dentro de la coyuntura económica del país durante la posguerra. Adoptando sobre el hacer y construir de los materiales vernáculos, los únicos posibles, una nueva mirada.