¿Un big bang de la cultura barcelonesa?

¿Un big bang de la cultura barcelonesa?


Que las ciudades son organismos complejos formados por cuerpos que interactúan –o no– entre sí es una constante que se acentúa en la era de internet: las burbujas digitales en las que las se refugia mucha gente, reforzadas por el algoritmo separador, multiplican las ciudades dentro de la ciudad, las barcelonas dentro de esta Barcelona inaprehensible.

Por ello, si se pretende opinar de los retos de la cultura de la rentrée hay que situar inevitablemente el foco sobre escenarios cada vez más numerosos y dispersos. ¿Cómo valorar el estado de salud y las expectativas de vida de un sector que está tan atomizado? ¿La suma de las barcelonas puede ser considerada una ciudad?

El 2023 puede ser el año en que se consolide la apuesta barcelonesa por ser una ciudad de arte y ciencia

La pregunta se presta a respuestas evasivas. A no ser que la atención se dirija, precisamente, a los movimientos que contradicen esa tendencia al feudalismo cultural y que de un tiempo a esta parte empiezan a proliferar en Barcelona. El más notable de ellos sería el que conecta el arte con la ciencia y la tecnología, creando un espacio de intersección en el que la capital catalana puede construir nuevas capacidades.

Una duda con la que empieza el nuevo curso es qué tendrá más peso en el balance final: el efecto positivo de esta multiplicación de movimientos que conectan ámbitos de la cultura dispares o la posibilidad de que la crisis energética y sus derivadas propicien una recesión que acabe poniendo de nuevo a prueba la capacidad de resistencia de este sector tan precarizado.

De momento, a 11 de septiembre, la situación es incierta y va por barrios. Según diversas fuentes consultadas, las ventas anticipadas, sin ser las esperadas, se mantienen en general en niveles aceptables. Lo que está por ver es si los consumidores de cultura acabarán comprando o no su entrada en los días previos al espectáculo y si las librerías, que están ahora en un momento delicado, levantarán el vuelo.

El Sónar del próximo año se perfila como lugar de encuentro de esa comunidad que rompe barreras

Las situaciones de crisis tienden a favorecer las conexiones entre sectores que en otras circunstancias permanecerían aislados. Se vio durante la pandemia o con la unión de fuerzas para presionar al Govern y conseguir un presupuesto cultural digno. En este caso, cabría hablar de una cooperación forzosa, como lo son también las coproducciones de espectáculos pensadas para saltarse la rigidez de algunos convenios.

Pero hay otro tipo de cooperación, la creativa, que no solo suma potenciales, sino que los multiplica. Y no se desarrolla únicamente en el ámbito del arte y ciencia. No es que no haya existido en el pasado, sino que ahora parece haber surgido una generación de gestores culturales más dispuestos que nunca a salir de su ámbito natural en busca de nuevas ideas.

Aún en fase de cocción, hay iniciativas transversales que pueden dar resultados sorprendentes en el terreno de la música y en el de la puesta al día de los edificios históricos. Otras, ya anunciadas, apuntan fórmulas de cooperación fructíferas. Por ejemplo, la decisión de la Fundació Catalunya La Pedrera de conectar, a través de sus exposiciones, con el Liceu, la Esmuc, la Fundació Suñol o la Biblioteca de Catalunya.

La capital catalana debería asumir un mayor liderazgo en el año de los aniversarios de Picasso y Miró

El Macba, por poner otro ejemplo de este curso, acoge una exposición de la artista Carrie Mae Weems que organizan conjuntamente dos fundaciones con sede en la ciudad dedicadas a la fotografía: Mapfre y Foto Colectania. Y la Fundació la Caixa ha concebido una temporada en la que la ciencia entra de lleno en los CaixaForum.

Hay más ejemplos, pero el más relevante quizás sea la exposición conjunta que ofrecerán el año que viene los museos Picasso y Miró, en conmemoración de los 50 años de la muerte del pintor malagueño y de los 40 de la del barcelonés. Esta exposición ofrecía una oportunidad excelente para que la capital catalana liderar la celebración de estos aniversarios (hay que sumar los cien años de Antoni Tàpies y de Victoria de los Ángeles), pero no parece, por ahora, que la ciudad haya dado ese paso al frente.

Al final, Barcelona puede quedar diluida en una celebración que se está coordinando (en el caso de Picasso) desde Madrid y París. Y eso que la oportunidad es única, ya que esta celebración debería permitir tejer una red para fortalecer alianzas con ciudades mironianas como Palma y Oporto (tiene una excelente colección del artista) y picassianas como Málaga o París. Sin olvidar Madrid, que atesora abundante obra de ambos en el Reina Sofía.

De la cooperación por necesidad se ha pasado a una cooperación creativa entre agentes culturales

Pero el 2023 puede ser también, como se apuntaba antes, el año en que la dinámica comunidad de artistas, colectivos, fundaciones e instituciones que trabajan en la convergencia del arte, la ciencia y la tecnología haga avances significativos. El festival Ars Electronica que se celebra estos días en Linz, acoge a una relevante representación catalana.

La edición número 30 del Sónar prolongará una primavera prodigiosa en lo musical (solo Coldplay, Bruce Springsteen, Harry Styles y Elton John congregarán a casi 400.000 espectadores), pero servirá también de lugar de encuentro para la activación de la comunidad de arte y ciencia.

El marco será Montjuïc, donde se celebra cada año el Sónar + D. Un espacio que el director del Teatre Lliure, Juan Carlos Martel, ha reivindicado también esta semana para confluencia entre artistas, científicos y tecnólogos.

La apuesta interdisciplinar de la cultura entronca con el espíritu de la Nueva Bauhaus Europea

Esta apuesta barcelonesa, si se impulsa con la ambición necesaria, entronca con el espíritu de la nueva Bauhaus europea, que tiene su centro simbólico en el edificio que acoge la Fundación Mies Van der Rohe.

Mañana, precisamente, se inaugura una exposición en Consentino City en la que la artista Bea Sarrias y el cineasta Morrosko Vila-San-Juan deconstruyen el mítico pabellón pieza a pieza para volver a reconstruirlo con técnicas audiovisuales y pictóricas. Es precisamente esa interconexión entre disciplinas la que fundamenta la principal apuesta barcelonesa del 2023.





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