Recuerda a la Casa Farnstworth proyectada por Mies van der Rohe, en Illinois: amplias cristaleras, grandes aleros de hormigón, espacios diáfanos… A la hora de idear esta vivienda unifamiliar situada en Cantabria, Ana Escarzaga –asesora de diseño internacional y dueña la galería que lleva su nombre, especializada en muebles del s. XX– se inspiró en los preceptos estéticos del Movimiento Moderno americano. El suelo de pizarra, el uso de la madera y la mampostería o la amplitud de ventanales que integran exterior e interior, cada detalle refleja este estilo, surgido a mediados de los años 40, que fue más allá de la arquitectura para calar en el arte y el diseño e influyó en el modo de vida americano antes de llegar a Europa.
Además Ana Escarzaga también reflejó el espíritu de aquella época en la decoración. Materiales, tonalidades y la forma de resolver los espacios se suman a la preciada selección de muebles. Como las butacas del finlandés Kukkapuro, la edición de la Lounge Chair de los Eames en palosanto o el contenedor de Raymond Loewy, que ideó hitos como la botella de Coca-Cola o el paquete de Lucky Strike. Son innumerables los iconos del diseño a los que se han unido objetos curiosos de cerámica francesa o alemana. Y, también, lámparas, cuadros y esculturas de notables creadores… El gusto de Ana Escarzaga ha hecho de esta casa, que está a la venta, todo un ejercicio de estilo, que rinde homenaje a un interesantísimo capítulo de la historia de la arquitectura y el diseño.
Piedra, madera y cristal: Este trío de materiales da carácter a la casa. Es llamativo el suelo de lanchas de pizarra negra con juntas irregulares. Junto a la puerta, secreter y silla del creador holandés Cees Braakman, fechados en 1957.
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A través de una cristalera con cuarterones apaisados de roble llegan al recibidor, que comunica con el salón, situado a un nivel inferior. El banco, tapizado con una tela de Matices, es diseño de la propietaria y el cuadro lo firma Coti Pardo.
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En torno a una mesa giratoria de los años 70 –con botellero– diseño de Willy Rizzo, destacan unas butacas francesas con piel de potro de 1930, un chéster victoriano del s. XIX y dos sillas del finlandés Kukkapuro, de inicios de los setenta. En la pared, instalación de Pilar Cossío de 5 metros de alto.
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La pared de mampostería imprime fuerza al salón y potencia la expresividad del cuadro, pintado por Bárbara Stammel, que cuelga del frente de chimenea, de 5 metros de altura. Sobre la estera de fibra artesanal, un contenedor de Raymond Loewy, pionero en los años 60 en la fabricación de mobiliario con plástico inyectado. La lámpara años 50 es del francés Jacques Biny.
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Los techos a doble altura conectan visualmente el salón y el distribuidor de la planta superior. Al fondo, las paredes del comedor están revestidas con papel japonés, adquirido en la tienda Matices. Los cuadros son obras de Miguel Costales y de Ricardo Cavada.
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En torno a una mesa de hierro y azulejo artesanal realizado por Jöel Cazaux, sofá de cuero Soriana de Afra y Tobia Scarpa, de los años 70, y trono tribal africano, de los 40. El cuadro es de Ricardo Cavada y la fotografía, de Zhang Zongmei.
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Combina madera lacada en negro brillo y listones verticales de acero cepillado. En la trasera del sofá, sillas Hillie años 50 de Robin Day y escultura de Ramón Calderón. En primer término, butaca sueca de los años 30 y, en el paso al jardín, la icónica Lounge Chair de los Eames para Vitra, editada en 1958 en palosanto.
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Al fondo y a juego con la carpintería de roble americano, Ana Escarzaga diseñó un mueble volado sobre el que destaca en la pared una obra de Ángel Mateo Charris. Encima del secreter holandés, una pieza de cerámica alemana de los 50.
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Combina encimera de granito, zócalo en acero inoxidable y mobiliario lacado de la firma Santos. Destacan las gavetas XXL, situadas bajo la placa de cocción, y el módulo esquinero con persiana de aluminio, para mantener ocultos los pequeños electrodomésticos.
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El oficce está compuesto por una mesa rústica española y cuatro sillas Serie 7 de Arne Jacobsen, en edición especial tapizada de los años 60. La lámpara de techo orientable es italiana. De la pared cuelga una obra firmada por el pintor cántabro Roberto Orallo.
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Es el tono dominante en el dormitorio, diseñado a modo de suite. Las mesas-nido son vascas de roble y las lámparas datan de los años 70. Una corredera de cristal comunica con el baño, al fondo.
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Un papel japonés reviste este rincón de estar del dormitorio y se adquirió en Matices. El cuadro es un paisaje inglés anónimo, fechado en el siglo XVIII. Sobre la estera artesanal, sofá biplaza tapizado en tono malva y butaca sueca, con respaldo reclinable, de los años 30.
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En el baño, con bañera exenta, la pared y el frente se han protegido con granito verde brasileño. La butaca de cuero modelo Bridge es originaria de la década de los 40 y formaba parte de una sillería para una mesa de juego.
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Terraza con techo de madera de cedro canadiense y suelo de madera de ipe. Como en el interior, parte de la fachada se ha revestido de piedra de mampostería. Los muebles de hierro pintado en negro son de los años 50.
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Ideas del proyecto
– Conexión de espacios. Correderas de cristal, ocultas en el interior de las paredes y que discurren por rieles instalados en el techo, dividen y conectan estancias, como por ejemplo, office y cocina o dormitorio con baño.
– Mayor calidez. Para compensar la rotundidad expresiva de la piedra de pizarra negra empleada en el suelo de las zonas comunes, todas las carpinterías se han elegido en madera de roble americano.
– Tapicerías al natural. Las telas de asientos y cortinas muestran tonos crudos y arena que, en línea con las esteras de fibra, caldean el ambiente y ceden protagonismo a las destacadas piezas.
www.ana-escarzaga.com
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