Chandigarh, la ciudad que creó Le Corbusier y que ahora es la más limpia de la India
A Chandigarh no se llega por casualidad. Quienes van lo hacen atraídos por la historia de su construcción, porque están interesados en urbanismo, porque son arquitectos o porque son curiosos que han oído hablar de que hay en la India una ciudad que no está llena de basuras ni tiene el trazado de un laberinto cochambroso.
Chandigarh quiso ser la demostración de una idea, la de que los pueblos pueden vivir en paz y mejor. El caso es que el Punyab quedó dividido en dos partes cuando se produjo la independencia de la India y la automática creación de Pakistán. La capital del estado (Lahore) quedó del lado de la nueva república islámica, de manera que India se veía obligada a proclamar una nueva ciudad de referencia.
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Jawaharlal Nehru, el primer ministro indio que estaba obsesionado con la idea de la modernidad, decidió que la nueva capital del Punyab lo sería al mismo tiempo del también vecino estado de Haryana. Que esa ciudad se construiría de la nada. Y que quien encabezaría el proyecto sería el prestigioso Le Corbusier (Charles-Édouard Jeanneret-Gris), el arquitecto que abogaba por unas urbes humanas y vivibles.
Y eso es lo que hoy encuentra el viajero que se desplaza hacia esos estados septentrionales de la India. Chandigarh fue diseñada como una cuadrícula, pero no tiene exactamente una forma rectangular sino que originariamente recordaba vagamente una figura humana. En la cabeza se agruparon los principales edificios administrativos (pues por algo son los que tienen que “pensar” lo que conviene a sus ciudadanos). Las viviendas se distribuirían a lo largo del torso y las extremidades, pero en el lugar que correspondería a los pulmones se ubicaron los principales jardines. Todo se levantó en tiempo récord a principios de la década de 1950.
Han pasado casi siete décadas (en 2023 se conmemorará el 70º aniversario de la inauguración oficial de la ciudad), lo que da suficiente perspectiva para evaluar. Según encuestas interesadas que no se acaba de aclarar de dónde salen, se afirma que los habitantes de Chandigarh se hallan entre los más felices de la Unión India.
El orden en sus calles; las viviendas pensadas para que entrara el máximo de luz natural pero el mínimo del asfixiante calor de la llanura indogangética; la cantidad de jardines –entre los que se halla el monumental de rosas, con más de mil variedades–; así como el respiro que proporciona el artificial lago Sukhna así lo atestiguarían.
La mayoría de edificios de cemento blanco muestran un aspecto roñoso por las lluvias torrenciales y la humedad
El clima tropical y monzónico de la India se ha mostrado inclemente con la obra de Le Corbusier. La mayoría de edificios, levantados en cemento blanco, muestran ahora el aspecto roñoso que dejan setenta temporadas de lluvias torrenciales, una humedad siempre elevadísima y las altas temperaturas reinantes en el Punyab. Pese a hallarse a poco más de cien kilómetros de las estribaciones del Himalaya, el clima de Chandigarh es un infierno.
Pero si hay algo que el viajero puede comprobar con sus propios ojos, sin necesidad de recurrir a encuestas, es que Chandigarh es la ciudad más limpia y ordenada de la India. Ayuda a ello que buena parte de la población sean funcionarios de clase media que viven sin ahogos –lo que no impide que también haya suburbios paupérrimos–.
Las amplias avenidas arboladas libres de las montañas de basuras que reinan por todo el país son una gloria para la vista. Y al no haber crecido caóticamente a partir de la improvisación como el resto de metrópolis del país sino de manera organizada en torno a un plan, todo tiene un aspecto equilibrado. Habrá que prescindir de la poca originalidad para bautizar barrios y distritos (fueron 57 y nadie pensó que hubiera mejor fórmula que otorgarles un número y ya está) y regocijarse con sus atractivos.
El visitante a Chandigarh, además del experimento urbanístico y el edificio del Capitolio, descubre lugares tan agradables como el Rock Garden. No es un parque muy grande, pero tiene la peculiaridad de estar poblado por las esculturas que el funcionario Nek Chand creó a partir de los escombros generados por la construcción de la villa. Además, en este espacio abierto se rompe la cuadrícula de Le Corbusier y hay desniveles en el terreno, recovecos, curvas, lugares por debajo de la línea del horizonte, bosques que ocultan la visión de la trama urbana, cascadas y cuevas artificiales…
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No todo es modernidad desbordante en Chandigarh. Su notable museo de arte clásico recoge una fenomenal colección de esculturas de la era gandhara (siglo VI a.C. y posteriores), cuando los herederos de Alejandro Magno instalaron una cultura griega que se fusionó con la hindú a lo largo de las riberas del Indo.
Chandigarh se encuentra a 250 km de la capital india, Delhi. Puede ser una buena estación intermedia en el camino a visitar Amritsar, la ciudad sagrada de los sijs, que también queda apartada de los principales circuitos turísticos y que está a poco más de 200 km de la ciudad diseñada por Le Corbusier.