Entre El Bosco y la ‘Rue del Percebe’
La oferta de exposiciones temporales del MNAC durante este verano es variada y acertada: Benet Rossell, Carracci, Jordi Bernadó… La muestra más importante es la dedicada a William Turner (hasta el 11 de septiembre). Organizada en colaboración con la Tate de Londres, La luz es color reúne un centenar de obras. Son paisajes panorámicos románticos, que se centran en los cuatro elementos de la naturaleza y sus interrelaciones. Sobre todo en la luz solar, que es fuego, en contacto con el aire, el agua y la piedra natural o arquitectónica. Los logros de Turner son pictóricos, como corresponde a su época (1775-1851). Se anticipaban al impresionismo y a la pintura abstracta del siglo XX y no puedo evitar preguntarme qué tipo de imágenes hubiera podido lograr en la época del vídeo, el cine y la fotografía.
Otra muestra sobresaliente es la presentación del gran retablo de Gino Rubert Vanity Fair. Un altar sin héroe (hasta el 8 de septiembre). Es una experiencia fuera de lo común poder contemplar este retablo actual (2020-2022) en una sala de la exposición permanente dedicada a los retablos góticos. Es el cuarto de esta índole que pinta Rubert. Esta vez, los 181 personajes que aparecen, con caras fotográficas y cuerpos pintados, representan una parte del mundillo pictórico catalán. El retablo es un sugestivo retrato colectivo múltiple, irreal y certero: algo entre El jardín de las delicias del Bosco y la Rue del Percebe de Ibáñez. Y con carácter de vanitas , como expresan unas burbujas de jabón sopladas desde la azotea. Aparecen galeristas que torturan a los pintores, un Barceló que persigue a un director de museo que se encierra en el lavabo, personajes en forma de fragmento de ruina, o un Llimós con una camiseta de E.T. , que se dirige a una especie de infierno.
Aparecen galeristas que torturan a los pintores, un Barceló que persigue a un director de museo…
Los arquitectos. Preguntémonos, por un momento, qué sería Nueva York sin los mejores rascacielos de Manhattan. O qué sería de Barcelona sin Gaudí. O de Bilbao sin el museo Guggenheim, de Gehry. Más allá de la arquitectura extraordinaria, icónica y atractiva, a todos nos afecta la arquitectura, también la normal y ordinaria, o la inculta y por ello equivocada. Sólo algunos arquitectos contemporáneos son considerados como referentes. El libro de Llàtzer Moix Palabra de Pritzker , publicado por Anagrama, reúne conversaciones con 23 ganadores del principal premio internacional de arquitectura, una disciplina no considerada en los premios Nobel. Palabra de Pritzker es un libro tan necesario que hasta parece mentira que se haya esperado al año 2022 para editarlo. Es un testimonio valioso y perdurable, un libro que resultará imprescindible para los arquitectos jóvenes y para quienes consideran que entre los grandes creadores del siglo XX se encuentran arquitectos como Oscar Niemeyer, Alvar Aalto, Mies van der Rohe, Le Corbusier y Frank Lloyd Wright.
La nómina de entrevistados por Moix abarca distintos modos y estilos y representa la excelencia en la arquitectura de los últimos decenios. Comienza con Frank Gehry y prosigue con Álvaro Siza: ¿Se puede empezar mejor?… No faltan los más experimentales (Herzog & De Meuron), ni el minimalista Tadao Ando, ni el estelar Norman Foster, ni el audaz Jean Nouvel. Se incluyen las dos firmas españolas galardonadas: Rafael Moneo y RCR Arquitectes (Rafael Aranda, Carme Pigem y Ramon Vilalta). Y solo se echa en falta a Zaha Hadid y a Rem Koolhass, quienes podrían haber dado mucho juego en diálogo con un entrevistador que sabe hacer muy buenas preguntas y no se olvida de completarlas si la primera respuesta le ha parecido mejorable. Una de las mejores conversaciones es la que mantiene con el portugués Eduardo Souto de Moura, quien señala la música de Miles Davis como una de sus influencias y, hablando de la arquitectura moderna brasileña y de su relación con la naturaleza, llega a decir que, en su opinión, “el movimiento moderno fue inventado para alcanzar su esplendor en Latinoamérica y África”.